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Región

“Tenía una deuda de 50.000 euros; si no pagaba, me mataban”

27 diciembre, 2017 07:20

La mayoría de las mujeres obligadas a prostituirse proceden de África, sobre todo de un país: Nigeria. Población empobrecida, diseminada, poco preparada culturalmente y muy creyente en influjos divinos hace a las mujeres y niñas las candidatas ideales para su posterior explotación sexual en Europa.

La Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp) lucha contra el miedo y el silencio de las víctimas. Así lo ejemplifica con el caso de Loveth, que describe la realidad que viven las potenciales víctimas de trata de origen nigeriano, las razones que les impulsan a emprender un proyecto migratorio, y cómo el sueño se convierte en pesadilla.

“Tenía un sueño para ser costurera internacional, deseaba tanto tener una oportunidad… este fue mi error. Aquella noche en la ceremonia de vudú estaba el brujo, mi madre, varias personas de mi pueblo, y también la hermana de la señora que había mandado el dinero para que yo fuera a España, esa persona sería mi madame. Me cortaron el pelo, quitaron mis bragas, mis uñas y me hicieron cortes por todo mi cuerpo, tenía mucho miedo… Creía que iba a morir y desde entonces no he vuelto a ver a mi madre”, comienza relatando su historia esta mujer víctima de explotación sexual.

Una vez en España fue obligada a prostituirse. “Me sentía sucia y tenía vergüenza de mí misma, porque estaba vendiendo mi cuerpo a diferentes personas que no conocía. Mi vida ya no era mía. Las primeras veces tenía tanto dolor, dolor, dolor, que cada vez que iba al baño iba a parir. Iba cada minuto, cada minuto, y hablé con mi madam para que me llevara al médico. Me dijo que no”.

La explotación sexual era tal que podía ser víctima de agresiones físicas de forma habitual. “Un día un cliente pagó una hora, que eran cien euros, pero cuando entramos en la habitación, me estaba forzando, me estaba pegando, me dio una paliza. Yo estaba intentando gritar y no me dejaba, y me pegaba bien duro. Le explicó lo que pasó a mi madam y dijo, bueno, no pasa nada, es trabajo. Lo más importante es que sigues viva”.

Posteriormente Loveth fue obligada a prostituirse en la calle, “a veces por cinco euros. Me sentía vigilada y controlada. Mi sueño al final no salió como yo pensaba. Siempre tenía que obedecer a mi madam y no hablar no la policía. Si no hacía todo lo que me ordenaban, mi familia caería enferma. Y tenía una deuda de cincuenta mil euros, así que si no pagaba, me iban a matar. Me sentía que no valía nada”.

Pero sacó fuerzas de donde pensó que no había, “ya no aguantaba más, tenía que parar”. Después de “llorar mucho y querer morir, soñando siempre que estaba muerta, con tumbas y mucha sangre”, de noches sin dormir “porque cuando cerraba mis ojos veía todo eso”, Loveth consiguió denunciar su situación y recuperó su dignidad y libertad. Hoy forma parte de la unidad de rescate de Apramp y trabaja para que otras mujeres también lo logren, aunque no todas las víctimas tienen la misma suerte.