Labradores, el barrio del ocio y los carnavales
En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. Desde principios de año, NOTICIASCYL lleva a cabo una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.
Hoy es el turno para Labradores. Hasta el siglo pasado, la ciudad de Salamanca se limitaba a lo que actualmente denominamos casco histórico. Fue a partir de 1900 cuando se produjo el primer ensanche hacia el norte, edificando en lo que durante siglos fueron tierras de labranza, de ahí el nombre de este barrio. Estaba delimitado, y lo sigue estando, por el camino de Zamora, ahora paseo del Doctor Torres Villarroel; la calle María Auxiliadora, que conducía hacia el incipiente Garrido; la vía del tren, ahora avenida de Portugal; y la avenida de Mirat.
Plaza de Gabriel y Galán
En torno a ella se articuló un entramado gracias a la familia de industriales que asentó en Salamanca una fábrica de abonos y fertilizantes, instalando la primera máquina de vapor de la ciudad. Con los beneficios del negocio se construyeron cuatro manzanas de edificios con sus respectivos hoteles, la primera barriada que se levantaba fuera del recinto amurallado. Para ello emplearon los materiales del antiguo coso taurino, en la plaza de Gabriel y Galán, donde hoy uno de esos hoteles es biblioteca municipal. Otro que se conserva es empleado por la Gerencia de Sanidad.
Habrá que esperar hasta los años 1914, 1918 y 1922-1926 para que en la ciudad no sólo se hable de forma teórica sino que también se conozca y discuta sobre el primer Proyecto de Ensanche redactado mediante un concurso nacional, requisito éste obligado para todas las poblaciones con un crecimiento superior al veinte por ciento, según el Estatuto Municipal. Habrá que esperar hasta los años cuarenta para que se presupueste el saneamiento y pavimentación de 98 calles tras terminar las obras de distribución de Labradores.
Cruce de la avenida de Mirat con María Auxiliadora
En el límite del barrio se había instalado también a comienzos del siglo XX el Colegio María Auxiliadora. En septiembre de 1909 el obispo de Salamanca, Francisco Valdés, bendecía el nuevo edificio. Se culminaban casi diez años de obras poniendo en marcha el que sería uno de los centros educativos de más larga trayectoria en la capital salmantina, incardinado en la historia y vida cotidiana de miles y miles de familias. Un colegio que fue cambiando con la propia historia de la ciudad, que se construyó en medio de tierras de cultivo y su muro norte limitaba con la vía del tren de la antigua línea a Portugal.
Al igual que en el barrio del Oeste, la vía ferroviaria era uno de los lugares elegidos por los niños para jugar. En torno a ella se desarrollaban múltiples peripecias, y más allá, en lo que ya es el barrio Salesas. Así lo recuerda el presidente de la Asociación de Vecinos de Salesas y Labradores (Avesal), Francisco Gómez Galán, para quien la desaparición de la vía del tren fue un hito porque permitió un desarrollo de la vida social del barrio.
A lo largo de la avenida de Portugal surgieron grandes edificios, entre ellos el más alto de la ciudad, con catorce plantas. En sus bajos, destinados a locales comerciales, se instalaron cines, bares, restaurantes, salas de fiestas… el ‘broadway charro’, como denominaban algunos salmantinos a esta calle. “Era la zona de marcha de la juventud, de guateques. Estábamos allí todo el día metidos”, recuerda Francisco Gómez. También fue durante años la zona donde se instalaban los carruseles de las Ferias y Fiestas de Salamanca en septiembre. Posteriormente, con la llegada de la democracia, en las calles interiores del barrio predominaron los clubes de alterne, algunos todavía funcionando como especiales salas de fiesta.
Porque Labradores era el barrio de los carnavales. Sus desfiles eran multitudinarios. Hasta mil disfrazados se congregaban entre la calle Valencia y la avenida de Portugal para participar después en un concurso con suculentos premios. Y por la noche, turno para la fiesta en la avenida, con casetas de feria y verbenas. Tal era la fama de este carnaval que un año fue inaugurado por Jesús Gil, en su mayor apogeo como presidente del Atlético de Madrid y alcalde de Marbella, entonces sin estar acuciado por los escándalos políticos de corrupción que llegarían después. Fue gracias a la aportación de los hosteleros, que promovían el carnaval para congregar a toda la ciudad. Entonces, Jesús Gil congregó a miles de salmantinos para su peculiar pregón, “la gente se quería subir a las carrozas para participar del desfile, fue una tarde muy loca”.
Pero el barrio fue envejeciendo, la juventud haciéndose mayor, los adultos envejeciendo, y los niños que crecían marchándose a otras zonas de la ciudad, u otras provincias en busca de trabajo. Las ayudas municipales también se redujeron, y el carnaval de Labradores perdió su magnitud y entidad al no poder asumir todo el coste los hosteleros de la zona. “Se ha quedado en un carnavalito, que desde Avesal ahora, antes la asociación AGSO, intentamos que anime las calles de estos barrios durante varios días. Cada año tenemos más actividades, para todas las edades, y nos gustaría volver a aquellos años, por qué no”.
Porque Labradores siempre fue un barrio hostelero y comercial. Prueba de ello es también el Mercado de San Juan, entre las calles de Valencia, García de Quiñones, Velarde y Maldonado Ocampo, y que vino a completa la oferta alimentaria del Mercado Central junto a la Plaza Mayor. Como recuerdan las crónicas de la ciudad, “la decisión de hacer otro mercado en Salamanca se toma en 1936, pero con el comienzo de la Guerra Civil, en ese año, hubo que esperar hasta 1939, en el que es presentado el proyecto por Luis Gutiérrez Soto y Javier Barroso”.
Entonces se levanta un edificio con planta rectangular, con una gran superficie para poder situar los puestos de una manera espaciosa. “Está cubierto por una bóveda de perfil arqueado y grandes ventanas verticales que permiten una gran iluminación y ventilación del mercado. La parte norte da a la calle Valencia, destinada como muelle de carga, y en su parte sur, un soportal que recuerda a la Plaza Mayor con conchas en las juntas y los guantes escudo de Salamanca en arenisca”. Hoy día este mercado continúa funcionando, modernizado, como evolucionando fue el barrio Labradores acorde al devenir de los tiempos.