Castilla y León

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Torreón de Cantalapiedra, castigo por el apoyo a la Beltraneja

30 septiembre, 2018 08:44

Las intrigas palaciegas en la disputa por el poder no entienden de parentesco ni amistad. Cuántas familias nobiliarias derramaron sangre a lo largo de la Historia de España durante los siglos de la Reconquista, en pos de los tronos de Castilla, León y Aragón. Cual piezas de ajedrez, los concejos y sus respectivas fortalezas cobraron un progresivo protagonismo como bazas de ataque y repliegue en el transcurso de las efímeras contiendas fratricidas. Las tierras de lo que hoy es la provincia de Salamanca, como zona fronteriza con Portugal y el sur de la Península durante el avance hacia posiciones árabes, estuvo repleta de castillos, fuertes y torreones, gozando cientos de años de localidades amuralladas que nada tenían que envidiar a las grandes capitales. Sin embargo, el apoyo a un bando u otro tenía su precio para el perdedor: la destrucción. Así ha ocurrido con decenas de fortalezas charras que perecieron a los avatares del destino y apenas sobreviven escasos restos. Un ejemplo de ello lo encontramos en Cantalapiedra, protagonista del decimosexto capítulo de esta serie dominical sobre los testigos mudos de la historia.

Castilla y León no estuvieron siempre unidas. La enemistad entre ambos afectó de lleno a la provincia charra, cuya zona Este quedaba literalmente partida por una frontera junto al límite natural que supone el río Tormes. Como plaza fuerte opuesta a Madrigal y Medina, la villa de Cantalapiedra ocupó en la Edad Media singular posición. Tal era su importancia concejil que tenía su propio Fuero, un código jurídico normativo que regía a los habitantes de intramuros y arrabales que vivían en esta localidad colindante a Zamora, Valladolid y Ávila. Incluso durante el siglo XIII fue Cámara Episcopal y en 1422, don Sancho de Castilla, obispo de Salamanca, trasladó hasta allí la sede episcopal, haciendo Catedral a la iglesia parroquial de Santa María del Castillo.

El nombre de este templo se debe a su conexión con el castillo de la villa, en el mismo centro de Cantalapiedra, al que estaba adosado por su costado sur, como se puede apreciar en los grabados antiguos. Así se erigía en epicentro de este concejo amurallado con comunicaciones subterráneas que hacían posible su intercomunicación secreta entre cada una de las entradas de la villa y los edificios religiosos. Con motivo de esta relevancia estratégica para los reinos de León y Castilla, así como su implicación eclesiástica, surge en torno al siglo XIII la fortaleza de un típico pueblo sobre los surcos de Castilla la Vieja, en medio de la interminable llanura de fecundas parcelas de trigo. Baste como anécdota que este municipio fue el primero de España donde se realizó la concentración parcelaria en 1953.

Pero las luchas por el poder no podían dejar indiferente a tan señalada villa, máxime con gran implicación real, pues en 1400 Enrique III celebró allí las Cortes Generales. Así se pudo comprobar en una de esas historias que marcan para siempre la historia de un pueblo, como fue el apoyo de esta plaza a Juana la Beltraneja durante su disputa contra Isabel la Católica por el trono de Castilla, un hecho que propició daños irreparables en la memoria de Cantalapiedra.

Muerto Enrique IV, casi toda la nobleza apoyó la causa de Isabel, pues suponía la alianza de las coronas de Castilla y Aragón. Pero algunas familias nobiliarias con gran peso abrazaron la causa de Juana, entre ellas la regidora de Cantalapiedra. El monarca portugués Alfonso V pasó la frontera con 1.600 peones y 5.000 caballos, avanzando por Extremadura para hacerse con la cercana localidad de Toro, pero Fernando e Isabel hicieron preparativos para reunir a 4.000 hombres de armas, 8.000 jinetes y 30.000 peones. El conflicto interno en Cantalapiedra no quedó al margen, pues sus vecinos, según cuenta la tradición popular, se sublevaron a su señor, haciéndose con el castillo y forzando la salida del alcaide, al que acompañaron también los soldados del castillo partidarios de Isabel la Católica. La villa se convirtió entonces en bastión para Alfonso V de Portugal como punto de apoyo a Toro y demás fortalezas que poseía en la línea del Duero.

Sin embargo, no duró mucho esta situación estratégica. Fernando el Católico recuperaba Toro en 1476, mientras los caudillos de su esposa Isabel ganaban las villas y sus respectivas fortalezas de los magnates valedores de Juana la Beltraneja, entre ellas Cantalapiedra. Aunque no fue fácil para los Reyes Católicos hacerse con esta villa, pues según consta en los escritos históricos el propio monarca Fernando estuvo en Cantalapiedra varias ocasiones asediando la villa con un campamento junto a la muralla, hasta que después de dos cercos, la ganó en 1477, dándose a partido su guarnición. Fruto de esta resistencia y del apoyo a la Beltraneja, los Reyes Católicos castigaron a la villa mandando derribar su castillo y murallas, cegar las cavas y otras defensas.

Desde entonces, sólo quedó en pie una maltrecha Torre del Deán como recuerdo de la imponente muralla que rodeó a Cantalapiedra durante siglos y del castillo adosado a la iglesia que centró sus dominios. Junto al templo se conservaban sus ruinas hasta principios del siglo XX, como recoge el inventario de Antonio García Bouza en 1937: “Se ven ruinas de un castillo del Señor de dicha villa que jugó un papel importante en toda la Edad Media como lo atestiguan documentos del archivo universitario de Salamanca y las constantes referencias al Fuero de Campopetre, lo que demuestra que la jurisdicción de dicha villa era poderosa y extensa”.

Hace dos décadas, coincidiendo con la restauración de la iglesia parroquial, se pudieron ver los cimientos del antiguo castillo, pero no pudieron sacarse a la luz por la existencia de un árbol de grandes dimensiones con gran valor ecológico que se encuentra sobre la superficie de la que fuera una de las fortalezas más imponentes de Salamanca.

En cambio, sí pudo ser restaurada la Torre del Deán, que llegó a ser matadero municipal donde los vecinos sacrificaban su ganado. En 1995, se acometieron unas obras por las que hoy día esta propiedad municipal goza de un buen estado de salud. Sus esquinas y cintas son de ladrillo, y el resto de sillarejos. En lo alto dispone de un aposento con bóveda de cañón, semejante en todo a las de Madrigal, no perdiendo así su conexión con la historia que un día hizo de esta villa una de las más importantes de todo el reino.