Matapozuelos y su ermita: una tradición inmemorial
La villa de Matapozuelos se sitúa en un terreno llano de la provincia vallisoletana, con sus tierras regadas por los ríos Adaja y Eresma, y cuenta con una historia muy rica. Desde los primeros celtas vacceos que poblaron los primeros asentamientos hasta el Imperio Romano que les colonizó, todos ellos han contribuido a crear un patrimonio y una herencia que hoy en día sigue muy viva.
Uno de los recursos turísticos más importantes es el puente de Sieteiglesias, situado en la calzada romana que unía Simancas con Coca, que se alza sobre el río Adaja. Una edificación que cuenta con siete ojos sobre el río, aunque en la actualidad algunos han quedado tapados por la arena acumulada. Se trata del último paso antes de la desembocadura en el río Eresma, en el término conocido como ‘El Pico’.
Entre ambos ríos se ubica la ermita de Matapozuelos, conocida como la Ermita de Sieteiglesias, en los terrenos originarios que poblaron los antepasados de la villa. Su nombre llega gracias a Tanto Toribio de Liébana, que fundó una ermita sobre las ruinas del antiguo poblado junto con seis monjes más. Cada uno de ellos vivía en su propia ermita, hasta conformar el grandioso monumento hoy existente.
Una romería muy especial
Matapozuelos vive sus días grandes cada lunes de Pascua y 8 de septiembre, en la conocida como Romería de los Pañuelos, una festividad en honor a la Virgen de Sieteiglesias.
Los quintos de cada año recogen durante la procesión los pañuelos de las mujeres, anudándolos hasta formar una extensa guirnalda. Todo ello mientras suenan las dulzainas y un baile al ritmo de jota en la explanada de ‘El Pico’. Con los últimos coletazos de las jotas, los quintos conforman un arco humano, subiéndose a hombros unos encima de otros, frente a la fachada de la ermita. Y al son de la Marcha Real, la Virgen es conducida hacia el interior, pasando bajo el arco, desde el que los quintos lanzan los pañuelos alrededor de la corona.
En su interior, se canta la salve y, mientras se entona una canción tradicional a modo de despedida, todos los vecinos se acercan para besar el manto de la Virgen. Ya fuera de la ermita, los quintos suben al balcón de la casa del ermitaño y van desanudando la cadeneta de pañuelos, que son lanzados al aire uno a uno para ser identificados y recuperados por sus respectivas dueñas.
Se trata de una costumbre inmemorial, que ha sobrevivido al paso del tiempo, convirtiéndose en una de las mayores tradiciones de la localidad vallisoletana, y que todos los jóvenes esperan con deseo. Una oportunidad extraordinaria para que el visitante disfrute de las gentes y la festividad del momento, en una localidad, la de Matapozuelos, que merece ser visitada y disfrutada en todo su esplendor.