ENTREVISTA | Ignacio Rosell: "He llorado muchas veces durante la pandemia"
Epidemiólogo, secretario del comité de expertos de la Junta de Castilla y León, profesor y, ante todo, persona. Ignacio Rosell es uno de los expertos en la pandemia del COVID-19 que lleva meses trabajando contra el virus y que ha pasado momentos duros, muy duros. Tanto que reconoce que mentalmente le ha dejado muy tocado. Incluso conoció de primera mano al maldito COVID cuando tuvo que ingresar en el hospital después de contagiarse y vivir el fallecimiento de una de sus alumnas, la doctora Sara Bravo, cuando batallaba en primera líena contra la enfermedad.
Experiencias muy complicadas que ni en la peor de sus pesadillas hubiera imaginado. Pese a ello no pierde la sonrisa, aunque en muchas ocasiones, como en la entrevista que ha concedido a El Español Noticias Castilla y León, le sea imposible controlar la emoción.
- Hagamos un paseo por el tiempo y regresemos a finales de 2019… ¿Cuándo recibe usted su primera noticia del COVID-19?
- En esas fechas empezamos a oír que había un nuevo virus en China y la autoridad municipal de Wuhan notifica algunos casos en Nochevieja. Nosotros no teníamos una alerta a la que diéramos mayor importancia porque recibimos decenas de alertas epidemiológicas en todo el mundo que no podemos testar. En enero de 2020 sí empezamos a tener referencias de que algo estaba pasando en Wuhan y comenzamos a estar expectantes.
- ¿Solo expectantes?
- Sí. Habíamos tenido alguna experiencia previa con la epidemia de gripe, con el SARS, MERS o con algún virus más, pero que al final no tuvieron un impacto grande en España. Por eso estábamos expectantes.
- ¿Cuándo cambió?
-En febrero de 2020, que es cuando aparecieron los primeros casos en Europa, ya estábamos concienciados del asunto.
- Pero incluso en esas fechas los propios profesionales de la medicina no daban una gran importancia al virus… ¿En que momento usted se da cuenta que no es un virus más?
- Recuerdo que un día el periodista Lorenzo Milá, desde Italia, mandó un mensaje diciendo que era una gripe y mucha gente lo alabó porque tranquilizaba a la opinión pública. En mi cuenta de Twitter, mandé un mensaje diciendo que agradecía que no quisiera que se creara un sistema de histeria pero que con los datos que yo veía, en los que un 20% de los ingresados entraban en planta o en UCI, eso colapsaría el sistema sanitario
Ignacio Rosell en las puertas de la Consejería de Sanidad (ICAL)
- No se equivocó…
- En 2009 con la gripe A, se nos acusó de sobre alertar a la población y todos éramos reacios a repetir la historia, pero ya veíamos signos de que algo iba a pasar.
- Llega marzo y el Gobierno de Pedro Sánchez, decreta el confinamiento y todos fuimos conscientes de que era algo grave.
- Fuimos conscientes de que había una enfermedad que creíamos que no estaba, pero ya estaba. Es decir, llevaba tiempo, pero había pasado inadvertida. Al principio, por ejemplo, la prueba PCVR no era accesible. Cada caso teníamos que valorar, en Salud Pública, si realmente merecía la pena, para hacer la PCR en Majadahonda, en el Centro Nacional de Microbiología. Así estábamos infra diagnosticando.
- Por tanto, los protocolos eran diferentes a los actuales…
- Fíjese que el criterio era si el paciente había estado en China. Pero es verdad que no teníamos una capacidad de diagnóstico como ahora.
- Empieza la primera quincena de marzo y se desata el caos.
- Llegaron muchos casos de neumonías en los hospitales y empieza el horror de marzo de 2020 que difícilmente espero que volvamos a ver nunca porque, de repente, una sola enfermedad saturó todo el sistema sanitario.
- En esas fechas se crearon los primeros comités de expertos. ¿Cuándo recibe usted la llamada para proponerle que entre en el de Castilla y León?
- Fue a finales de febrero. Me llamó la consejera de Sanidad, Verónica Casado.
- ¿Cómo fue aquella llamada?
- Me dijo que si no me importaba ser el secretario del comité. Recuerdo que quería contar conmigo por ser experto en medicina preventiva, estar en la Universidad y pertenecer al departamento de Salud Pública.
- ¿Y aceptó?
- Por supuesto. Acepté pensando que habría que analizar la situación, dar unas recomendaciones y que en dos o tres meses haríamos un informe de situación cuando todo estuviera controlado… ¡Y fíjese! Creímos que esa sería la ola y simplemente era el inicio…
- ¿Dejó una fotografía suya en casa para que le reconocieran cuando volviera?
- (Risas) La verdad es que empezó un trabajo intenso tanto con las labores de reunión del comité como que, cada día, aparecían inquietudes de muchas personas y ámbitos. Y a partir del estado de alarma, al ser personal esencial, yo seguía con mi trabajo y reuniéndome constantemente.
- Hasta que llega el 19 de marzo, Día del Padre, y hay un cambio importante para usted…
- Llevaba desde las siete de la mañana trabajando y a las cuatro de la tarde me di cuenta que mis hijos no me habían visto, que era el Día del Padre y me fui a casa a comer. Estuve como quince minutos, regresé a trabajar y cuando terminé, sobre las nueve, sentí que estaba mal.
- Se infectó de COVID-19 ¿Qué hizo?
- Me fui a casa. La pregunté a mi mujer dónde me encerraba y les pedí que no se acercaran a mi.
- Y llego a ingresar…
-Sí. El 19 de marzo me encerré, empecé poco a poco a sentirme peor, a tener fiebre y el 27 de marzo tuve que ingresar porque me encontraba muy mal. Hasta el punto de que estaba tumbado en la cama, quería ir al baño y necesitaba una hora para ponerme de pie. Ese día, al salir de la ducha, apenas podía respirar, me tuve que sentar en el suelo del baño y no tuve fuerzas ni para gritar ni para pedir ayuda. Me recuperé un poco y llamamos a una ambulancia para que me llevaran al hospital.
- Usted sabía perfectamente lo que eso significaba ¿sintió miedo?
- Sí (se le quiebra la voz). Tanto que recordé a mi mujer las claves de los bancos, datos de las escrituras de la casa…
-Hasta que llegó al hospital…
- Cuando vi mi radiografía y vi que tenía neumonía, pero que era unilateral (los casos más graves de COVID provocan neumonías bilaterales, en los dos pulmones), al menos me tranquilicé un poco porque sabía que, de momento, no entraría en la UCI. Y así fue. Estuve 14 días en planta y salí del hospital recuperado.
- ¿Cuál fue el momento más difícil que vivió allí?
- (Vuelve a emocionarse) Cuando me enteré del fallecimiento de mi alumna, Sara Bravo. Solo tenía 28 años y es la médico más joven que ha fallecido por COVID en España. Ese fue un momento durísimo.
- En redes sociales usted es muy activo y siempre se le ha notado irónico, pero también molesto con quienes negaban la existencia del COVID. ¿Llegó alguna vez a enfadarse?
- Sí, pero por otra parte lo entendía. Yo mismo bromee con el comité porque, cuando empezamos las reuniones, se supone que estábamos los que sabíamos y lo hacíamos sin mascarilla en un espacio interior. Hemos aprendido muchas cosas a lo largo de la pandemia y entiendo que el escepticismo inicial era comprensible.
- Pero llegó el estado de alarma, ya no era cuestión de escepticismo…
- Es que cuando ya estaban los hospitales saturados y entramos en estado de alarma sí me provocaban estupor esas posturas. Incluso me cabreaba y les invitaba a ver mi placa o mi deterioro.
- Fueron pasando los meses, muchas muertes, diferentes momentos de la evolución de la pandemia…Y llegó la vacuna… ¿Creyó usted que ese momento iba a llegar tan pronto?
- Si en marzo, cuando estábamos arrasados por la pandemia, me dicen que nueve meses después, el 27 de diciembre… (se emociona y tiene que parar para coger aire) ... Si me hubieran dicho que ese día, Araceli, la primera española que recibió la vacuna, íbamos a tener un remedio, no lo hubiera creído. Me sigo emocionando… (vuelve a quebrársele la voz).
- ¿El esfuerzo internacional dio sus frutos y aunque no se vea la situación resuelta sí permite que haya más optimismo?
- Está claro. A ver, es verdad que ha habido una inversión económica espectacular, una apuesta de toda la civilización… y eso no tiene que evitar que hagamos una pequeña reflexión de que pena con otras vacunas olvidadas, como la de la malaria o del VIH Sida. Pero evidentemente conseguir esta vacuna es algo espectacular y sobre todo con la eficacia que tiene. Todos hubiéramos firmado en marzo un 30% de eficacia y hablamos de un 80-90%. La verdad es que sigo maravillado.
- ¿Está también maravillado con la sociedad española que a acudido en masa a las vacunaciones voluntarias?
- Totalmente. Tengo algún estudio que he hecho sobre dudas vacunales y en España la gente está muy concienciada con el beneficio de las vacunas. En nuestro país hay una gran confianza en la sanidad pública y es fabulosa la respuesta. Le doy un dato. En Castilla y León el 90% de la población de más de 12 años ya se ha puesto la primera dosis teniendo en cuenta que ha habido gente que no se la ha podido poner por haber pasado el COVID recientemente. Y todo ello sin hacerlo obligatorio.
- Durante este tiempo… ¿Cuántas veces ha llorado?
- La última hace un momento recordando a Araceli. Muchas. Lloré al salir de la habitación del hospital, cuando abracé a mi familia… Yo no soy de los que dicen que los hombres no lloran. Yo lloraba una o dos veces al año, pero esta pandemia me ha dejado muy tocado. Hace unos días he tenido que renunciar a la docencia porque no puedo con todo.
- ¿Cómo ha llevado la familia su trabajo?
- Me han visto poco el pelo y han estado, a veces, muy preocupados. Mi mujer me recuerda cuando iba hacia el hospital, aunque mantuvo el tipo, entró en casa y se quedó desolada. Pero lo han ido llevando y han entendido lo que era mi trabajo.
- Para terminar, desde su especialidad ¿alguna vez pensó que un virus iba a poner en jaque el sistema cómo ha pasado con el COVID?
- Como epidemiólogo sí. No hay generación que no haya tenido su pandemia. La gripe del 18, otra epidemia que hubo de gripe en los 50, el SIDA en los 80… Sabíamos que iba a haber una. ¿Concretamente esta de 2020? No, eso no se podía saber. Lo que sí me temo es que no va a pasar tanto tiempo para la siguiente.
- No me asuste…
- Mucho me temo que no van a pasar 20 o 30 años hasta la siguiente. La mutación de los virus es alta e incluso alguna bacteria multirresistente me preocupa. Alguna vez he escrito que llevamos unas décadas, desde 1930, que con la penicilina hemos sido capaces de contener las bacterias, pero éstas corren mucho y están adelantando a nuestros antibióticos.