Nadie quiere hablar: crónica del día más negro de Traspinedo
El conocido pueblo castellano y leonés enmudece tras el hallazgo del cuerpo sin vida de Esther López
5 febrero, 2022 19:56Noticias relacionadas
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El municipio vallisoletano de Traspinedo ha enmudecido hoy desde las 10:30 de la mañana. Un vecino que paseaba por la carretera vieja que da acceso a esta localidad, a escasos 500 metros del pueblo, llamaba a esa hora a la Guardia Civil porque había encontrado restos humanos.
Era el cuerpo de Esther López de la Rosa, la vecina de Traspinedo de 35 años desaparecida desde el pasado día 12 de enero. A estas horas ya lo ha confirmado el Juez.
Atrás quedan 24 días de batidas, operativos especiales, perros de rastreo, detenciones y, sobre todo, de desolación. La desolación de unos padres que hoy se enfrentan al desenlace final y la de un pueblo que ha enmudecido convirtiéndose casi en una localidad fantasma.
Desde las 11:30 de la mañana el acceso por la Carretera de Soria que enlaza con Traspinedo ha sido un hervidero de idas y venidas de coches, autoridades, vehículos de la guardia civil y medios de comunicación.
A unos 800 metros del cordón policial, especialistas de la Guardia Civil en inspecciones oculares, enfundados en sus monos ligeros y blancos para evitar contaminar el lugar donde ha sido hallado el cadáver de Esther, han estado más de tres horas tomando muestras y analizando el terreno.
Una vez recogidas in situ las declaraciones de la delegada del Gobierno, Virginia Barcones, y del coronel de la Guardia Civil de Valladolid, Miguel Recio, EL ESPAÑOL-Noticias de Castilla y León ha acudido al restaurante La Maña, situado en la zona donde las investigaciones apuntan a que se vio a la joven por última vez aquella noche.
El restaurante está en silencio. Los comensales, la mayoría foráneos, escuchan en silencio las noticias de los informativos a través del televisor que cuelga del comedor. Nadie dice nada. Nadie comenta nada. El silencio se adueña de la escena, como quien recibe una noticia que ya esperara de antemano.
Nadie quiere hablar. Quienes la conocían piden por favor no salir en los medios de comunicación. Algunos se echan a llorar: "Bastante hemos tenido ya", comentan los dueños del restaurante.
Nos adentramos en el pueblo. La entrada está a apenas 500 metros de un camino viejo en una de cuyas cunetas todas las pesquisas apuntan a que se habría trasladado allí el cuerpo sin vida de Esther. Y que lo hicieron de manera que pudiera ser encontrada sin ningún atisbo de duda. Una zona que había sido batida en numerosas ocasiones, sin resultado alguno.
Las calles del municipio están prácticamente vacías. Los coches, aparcados a las entradas de las casas. Extrañamente, siendo un pueblo, no se oye ni el ladrido de un perro.
Acertamos a preguntar a un vecino de Traspinedo de 82 años que pide por favor que no lo grabemos. "Claro que conocía a la familia. Es horrible. ¿Quién puede hacer eso?". Nos hace un gesto con la mano para indicar que ni quiere ni puede hablar más.
Proseguimos nuestro camino. Calle arriba hay un supermercado. Entramos. Una de las dependientas conocía a Esther. "Todos la conocíamos. Aquí nos conocemos todos. Pero poco puedo decir, es horrible. No quiero hablar, no quiero hablar", nos indica.
Las aceras del pueblo son hoy un desierto por el que casi nadie pasa porque es como si allí el tiempo hubiera decidido pararse también. Por respeto a Esther. Como síntoma de duelo.
Conseguimos preguntar a un par de mujeres que están en la calle, con su abrigo puesto, la cabeza baja, fumando un cigarrillo. No son "de aquí", nos dicen. Hoy nadie quiere ser de Traspinedo.
Se palpa no sólo la desolación, tristeza y abatimiento de un municipio que hasta ahora era 'el de los pinchos de lechazo', sino el miedo. A decir algo de alguien que es su vecino, hijo de un amigo, de un familiar. Porque allí todos se conocen.
Un hombre de unos 80 años tira la basura en un contenedor a media tarde, cuando ya todo se sabe. Las malas noticias corren como la pólvora en los sitios pequeños. Nos atiende casi sin querer, debatiéndose entre las pocas ganas de decir nada al respecto y la necesidad también humana y necesaria de soltar la rabia acumulada durante tantos días.
Se emociona: "Soy amigo personal de la familia, sus hijas han estado con las mías en el colegio... qué se puede decir. He estado en todas las batidas... y no estaba ahí. La han echado esta noche allí. Pero ¿quién? ¿Quién ha sido? Conozco a sus abuelos, a todo el mundo...".
El hombre no puede seguir adelante. Rompe a llorar y finaliza con un "pero si a quien haya sido lo van a coger y lo van a soltar de la cárcel en dos días, pues de cojones vamos". Se va calle arriba profundamente conmocionado y cabizbajo.
Volvemos al lugar que la Guardia Civil tiene acordonado. El lugar donde ha aparecido el cadáver de Esther. Llega el furgón con el Juez y el forense. Se oye algún gorrión a lo lejos entre el ruido de unos chavales que aprovechan la jornada para disfrutar del campo con sus motos de trial. Ajenos al drama que se vive a cien metros.
Una familia se acerca y nos pregunta: "Es ella, ¿verdad?". Aleja unos pasos a sus dos hijos pequeños para maneterlos ajenos al horror y le contamos todo lo que se sabe hasta el momento. "No hay derecho, joder. No hay derecho. Han matado a esa chavala y a sus padres en vida".
Luce un sol injustamente insultante en un día tremendamente gris para este municipio castellano y leonés en plena tierra de pinares.
La Brigada de la Guardia Civil introduce el cuerpo sin vida de Esther en la furgoneta que la ha llevado posteriormente al anatómico forense, donde finalmente se han confirmado las peores sospechas y se ha hecho oficial el triste comunicado.
Son las 17.08 horas de una tarde que terminó de enmudecer a un pueblo tranquilo de Castilla y León que ahora espera que las averiguaciones de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado den como resultado el esclarecimiento de los hechos.