Hace 90 años la ciudad de Valladolid albergó el nacimiento del partido político que marcaría la historia de España durante las siguientes cuatro décadas. El 4 de marzo de 1934 una gran multitud de miembros de la Falange –que había sido fundada por José Antonio Primo de Rivera el 29 de octubre de 1933– y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) –a cuyo cargo se encontraban el vallisoletano Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma desde finales de 1931– acudieron a la ciudad castellana para participar en el acto en el que se fusionaron ambas formaciones nacionalsindicalistas.
Alrededor de 5.000 jóvenes procedentes de toda España se congregaron en la ciudad del Pisuerga después de meses de negociaciones entre ambos partidos que fructificaron en un acuerdo de fusión. La fecha del 4 de marzo sigue dando nombre a día de hoy, en conmemoración de aquel acto de unión entre Falange y las JONS, a un barrio de Valladolid fundado en octubre de 1959 y que albergaba, en un inicio, 2.000 viviendas sociales dirigidas a las personas más necesitadas de la ciudad.
Un acto de unificación teñido de sangre
En un principio, los dirigentes de las JONS, Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo, exigían que Falange se integrara en las JONS, al ser la formación más antigua, pero el impulso logrado por José Antonio y Falange tras ser elegido diputado en Cortes Generales tras las elecciones de noviembre de 1933 cambió la situación. Su figura era mucho más mediática que la de los otros dos dirigentes –de hecho era hijo del dictador Miguel Primo de Rivera– y su partido estaba logrando un impacto que no habían siquiera soñado los dos fundadores de las JONS. Finalmente, los pioneros del fascismo español aceptaron la confluencia con el partido del hijo del exdictador.
En un Teatro Calderón a rebosar, fueron los dirigentes nacionalsindicalistas Emilio Gutiérrez Palma y Javier Martínez de Bedoya quienes se encargaron de abrir el acto. Después les llegaría el turno a los cuatro oradores estrella de la jornada: Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma, el falangista Julio Ruiz de Alda y José Antonio Primo de Rivera. Los discursos fueron enfervorizados y ensalzaron la "grandeza de España" y la "lucha contra el marxismo y el separatismo" a la vez que abogaban por dar un "espíritu hispano" al nuevo partido, para que no se convirtiera en "un mero imitador" del fascismo italiano.
Mientras en el interior del Teatro Calderón tenía lugar el acto, en los alrededores del edificio se congregaron centenares de manifestantes izquierdistas que protestaban contra el acto falangista y a los que la Guardia de Asalto republicana intentaba contener. A la salida del acto de los militantes falangistas se dieron choques con los izquierdistas –en los que se usaron barras de hierro, palos e incluso se produjeron disparos con armas de fuego– a la altura de la plaza de la Fuente Dorada, que se terminaron saldando con decenas de heridos y un muerto Ángel Abella, de tan solo 18 años. Abella no militaba en ningún partido político pero fue linchado por un grupo de manifestantes izquierdistas que le confundieron con un falangista.
La pugna entre José Antonio y Ramiro Ledesma
La creación de la nueva formación, y la posterior formación de sus milicias, contribuyó a un incremento de la violencia política en las calles que ya se venía notando durante los últimos meses, con habituales conflictos entre falangistas y socialistas o comunistas. En Valladolid, fue Onésimo Redondo el encargado de dirigir estas milicias, organizando habitualmente "marchas deportivas" en la ciudad, mientras se consolidaban organizaciones anexas a la nueva formación como el Sindicato Español Universitario (SEU), que comenzó a implantarse con éxito en las universidades españolas, o la Central Obrera Nacional-Sindicalista (CONS), que se encargó de captar nuevos militantesen los centros de trabajo.
Mientras tanto, en Madrid comenzaron a existir cada vez más fricciones entre José Antonio Primo de Rivera y Ramiro Ledesma, las cabezas visibles del partido. Ramiro acusaba a José Antonio de estar "aburguesando" el partido mientras que abogaba por la vía obrera revolucionaria que había inspirado las JONS desde sus inicios. De hecho, Ramiro había llegado a asegurar, en su semanario La Conquista del Estado, que prefería un "sistema económico soviético" en España siempre que este fuera "puramente español" antes que permitir la influencia de "la burguesía extranjera". "¡Viva la Italia fascista! ¡Viva la Rusia soviética! ¡Viva la Alemania de Hitler! ¡Viva la España que haremos! ¡Abajo las democracias burguesas y parlamentarias!", llegó a afirmar en uno de sus escritos, mostrando ese carácter radical y revolucionario.
Por otro lado, Ramiro Ledesma era profundamente anticlerical, mientras que José Antonio era un convencido católico. "Hay muchas sospechas de que el patriotismo al calor de las Iglesias se adultera, debilita y carcome. El yugo y las saetas, como emblema de lucha, sustituyen con ventaja a la cruz para presidir las jornadas de la revolución nacional", había señalado el dirigente de las JONS, dejando claro su rechazo a la Iglesia.
Por otro lado, existía en ese momento una evidente lucha por el liderazgo del grupo, ya que José Antonio tenía intención asumir el control total del partido, algo que Ramiro no veía con buenos ojos. Finalmente, en enero de 1935, menos de un año después de la unificación, Ramiro Ledesma abandona Falange Española de las JONS entre fuertes descalificaciones contra José Antonio y su partido. El vallisoletano Onésimo Redondo, en cambio, optó por seguir militando en las filas falangistas pero siguió manteniendo una relación fluida con Ramiro, que le elogiaba habitualmente en sus escritos.
La expansión de Falange y el estallido de la guerra civil española
Durante el año 1935 el partido incrementó su presencia callejera, al calor del clima de radicalización política en la Segunda República. Además, Falange comenzó a incrementar sus contactos con el exterior, especialmente con la Italia fascista, de la que recibió cuantiosas sumas de ayuda económica. El papel de Onésimo Redondo era cada vez más secundario en un partido que controlaba totalmente José Antonio, y el vallisoletano se limitaba a enarbolar las banderas de la lucha del campo y de los agricultores y las contundentes críticas a la reforma agraria de Manuel Azaña que, a su juicio, no había conseguido "librar al campesino" de su miseria.
Durante la segunda mitad del año se incrementó el carácter insurrecional de FE-JONS y el partido empezó a participar directamente en conspiraciones para hacer caer a la Segunda República, algo que aumentaría tras la llegada al poder del Frente Popular en febrero de 1936. Finalmente, el 18 de julio de ese año estalla la insurrección militar en España y el partido apoyaría de for,a actova el fallido golpe de Estado, liderado en un principio por Emilio Mola y José Sanjurjo y después por Francisco Franco, que dio inicio a la guerra civil española. José Antonio había sido detenido y encarcelado en marzo de 1936 por tenencia ilícita de armas y el 20 de noviembre de 1936, ya iniciada la contienda, sería fusilado en la cárcel de Alicante.
El destino de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma fue similar. Ramiro fue detenido por militantes socialistas poco después del fallido golpe de Estado, encarcelado en la Prisión de Las Ventas, en Madrid, y fusilado en octubre de 1936 en el madrileño cementerio de Aravaca. Onésimo, por su parte, llevaba encarcelado desde marzo de 1936 por conspiración contra la Segunda República pero fue liberado en julio después de producirse la sublevación. Tras ser puesto en libertad, se puso al mando de una columna de militantes falangistas que debía dirigirse a Madrid pero a su paso por el municipio segoviano de Labajos, después de confundir a un grupo de milicianos anarquistas con miembros del bando nacional, cayó abatido a tiros el día 24 de julio de 1936.
El Decreto de Unificación de 1937 y el final de la Falange originaria
Una vez descabezada la cúpula de FE-JONS y fallecidos sus fundadores, el ya proclamado Caudillo, Francisco Franco, promovió la unificación de todos los grupos adheridos al bando nacional –especialmente falangistas y carlistas– que desembocó en el Decreto de Unificación del 10 de abril de 1937 que fundó el partido Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), el que sería el partido único del régimen franquista, conocido coloquialmente durante las décadas siguientes como Movimiento Nacional o "El Movimiento".
La oposición de algunos falangistas primigenios a esta unificación forzosa les llevaría al destierro o a la cárcel. Tal es el caso de Manuel Hedilla, el sucesor de José Antonio como Jefe Nacional de Falange tras la ejecución de aquel en noviembre de 1936, que fue detenido a finales de abril de 1937 junto a otros 600 militantes falangistas acusados de "conspirar contra Franco" por oponerse a la unificación forzosa con los carlistas.
Hedilla fue sometido a un Consejo de Guerra y condenado a cadena perpetua, aunque termó siendo liberado en 1941 y enviado al destierro a Mallorca. Finalizaba de este modo la historia del partido cuyo germen puso Onésimo Redondo en el verano de 1931 en Valladolid y que, tres años después, un 4 de marzo de hace ahora 90 años, se había unificado con Falange Española en el Teatro Calderón de la ciudad castellana. Lo que vino desde entonces, bajo la férrea dirección de Franco, nunca volvería a ser lo mismo.