La exhumación de Queipo de Llano: el díscolo militar vallisoletano que conspiró a favor de la República y colaboró con Franco
El teniente general, nacido en Tordesillas, dejará de ocupar el lugar preminente en el que se encuentra enterrado en la Basílica de la Macarena de Sevilla
7 octubre, 2022 07:00Noticias relacionadas
La nueva Ley de Memoria Democrática, aprobada definitivamente este miércoles en el Senado, y que entrará en vigor tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado, dará el pistoletazo de salida a que se complete el proceso de exhumaciones de dirigentes franquistas iniciado en octubre de 2019, tras la exhumación del propio dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos y su entierro en el Cementerio de Mingorrubio, en Madrid.
Este jueves, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, ha confirmado que otros dos de los cerebros del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 dejarán de ocupar los lugares preminentes en los que se encuentran sepultados. José Antonio Primo de Rivera, fundador y primer líder de Falange Española y de las JONS, abandonará su ubicación privilegiada en el Valle de los Caídos mientras que el teniente general sublevado Gonzalo Queipo de Llano dejará de ocupar su sepultura en la Basílica de la Macarena de Sevilla.
Un militar que, a pesar de haber tenido un papel predominante durante la Guerra Civil y la posguerra en Andalucía, tiene su origen en Castilla y León, ya que llegó a este mundo en la localidad vallisoletana de Tordesillas e inició su carrera militar en tierras castellanas.
De Tordesillas a la carrera en el Ejército
Gonzalo Queipo de Llano y Sierra nació en Tordesillas el 5 de febrero de 1875, en el seno de una familia vinculada a la carrera judicial. De hecho, su padre, Gonzalo Queipo de Llano y Sánchez, ejercía como juez municipal de la localidad vallisoletana. Su madre era María de las Mercedes Sierra y Vázquez de Novoa y tuvo siete hermanos: María Luisa, Aurelio, Encarnación, Rosario, Alfredo, Gerardo y Tomás Queipo de Llano.
Pasa sus primeros años de vida en la localidad tordesillana y en 1887, con 12 años, traslada su residencia a otro municipio de Castilla y León. Ese año, realiza el examen de acceso al Instituto de Bachillerato de Ponferrada, en la provincia de León, y, finalmente, acabó estudiando en el Instituto de León, estudios que compaginó con la formación en el Seminario de la capital lonesa.
Superó los tres primeros cursos con notables calificaciones y en 1891, con 16 años y con una inquietud por la vida militar ya muy desarrollada, se escapó del Seminario de León y se traslada a la localidad gallega de Ferrol, donde se alistó en el 4º Batallón de Artillería de Plaza, su primera experiencia en el Ejército. Además, superó el cuarto curso del Bachillerato en La Coruña.
Dos años después, volvería a Castilla y León. Con 18 años cumplidos realiza el examen de ingreso a la Academia de Caballería de Valladolid, donde finalizaría su formación militar entre 1893 y 1896. La Guerra de Cuba marcaría, finalmente, su destino. La necesidad de cubrir vacantes para ese conflicto provocó que fuese promovido al grado de segundo teniente y enviado a participar en la contienda.
Allí lograría cinco cruces de la Reina Cristina por méritos de guerra y se produciría su ascenso a capitán del Ejército español. Una vez finalizada la guerra, con la derrota española de 1898, Queipo de Llano regresa a España y queda agregado al Regimiento de Reserva de Valladolid, en situación de excedente de plantilla. Solo tres años después, en 1901, contraería matrimonio con Genoveva Martí, hija del presidente de la Audiencia de la capital vallisoletana.
La Guerra de África volvería a poner a prueba la capacidad militar del joven Queipo de Llano y en noviembre de 1909 marchó a Melilla con su unidad para intervenir en la campaña iniciada tras la masacre del Barranco del Lobo, en la que cayeron en una emboscada 150 soldados españoles. Tras su vuelta a España, comenzaría a dar las primeras muestras de subversión.
Del inicio de la actividad conspirativa al golpe de Estado de 1936
En 1910 encabezó unas protestas internas en el Ejército contra la gestión del ministro de Guerra, Agustín Luque, y promovió una manifestación de oficiales, unos hechos que le terminarían costando dos meses de arresto en el Castillo de Santa Catalina de Cádiz, quedando después en situación de excedencia forzosa en Madrid.
En 1912 volvería a África ya que se le encargó dirigir los tres escuadrones del Protectorado de Marruecos, que acababa de conformarse, y permaneció en tierras africanas hasta 1916. En ese periodo, participó en varias campañas militares y sus éxitos en el campo de batalla le valieron obtener el grado de teniente coronel, en abril de 1914.
En 1918 sería ascendido a coronel, lo que conllevó un nuevo cambio de destino, y se trasladó a Alcalá de Henares para dirigir el Regimiento de Lanceros de la Reina, en el que permanecería cuatro años. En diciembre de 1922, Niceto Alcalá-Zamora rubricó su ascenso a general de brigada y le nombró 2º Jefe de la Zona de Ceuta. Entre 1923 y 1924 se ocupó de sofocar diversos focos rebeldes en el Protectorado.
Sus críticas a la gestión del Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera le llevaron a su primera colaboración con Francisco Franco. Junto a Franco fundaría la Revista de Tropas Coloniales, y en sus artículos en esta publicación mostró un profundo rechazo al sistema de concesión de recompensas en el Protectorado español de Marruecos. Ambos generales comenzaron a conspirar para promover la deposición de Primo de Rivera y el dictador destituyó a Queipo de Llano de manera fulminante en septiembre de 1924. Además, permaneció arrestado durante un mes en el Castillo de Ferrol.
En 1928, Queipo de Llano fue enviado a la reserva del Ejército por "indisciplinado, díscolo y difícil de ser mandado" y, tras caer la dictadura de Primo de Rivera en 1930, descontento con la monarquía, se implicó en una conspiración para proclamar la II República Española. El 15 de diciembre, junto con el comandante Ramón Franco, hermano pequeño del futuro dictador, se hizo con el control de aeródromo de Cuatro Vientos, en Madrid, y leyó por la radio un manifiesto declarando la proclamación de la República mientras su compañero, Ramón Franco, se hizo con un avión con el objetivo de bombardear el Palacio Real. Decepcionados por el escaso seguimiento popular de esta intentona golpista, ambos huirían a Portugal y desde allí se trasladarían a Francia.
El 14 de abril de 1931, tras proclamarse la II República Española, regresó a su país natal y el presidente del Gobierno, Manuel Azaña, le ascendió a general de división y le nombró jefe de la 1.ª División Orgánica del Ejército. En el mes de diciembre, el nuevo presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, le otorgó el cargo de jefe de su Cuarto Militar, mostrando así su confianza hacia un militar implicado por completo con la causa republicana en aquel momento.
Su entusiasmo con la II República no se extendería mucho en el tiempo y desaparecería por completo a principios del año 1936. Tras la victoria del Frente Popular en el mes de febrero, y con la deriva de conflictividad política cada vez más en aumento, Queipo de Llano comenzó a albergar ideas insurreccionales y terminó uniéndose a la trama golpista que ya preparaban los generales José Sanjurjo y Emilio Mola.
Guerra civil, represión y ostracismo
El 18 de julio de 1936 Queipo de Llano se traslada desde Huelva, donde se encontraba, a Sevilla, con la intención de cumplir con el encargo del general Miguel Cabanellas de impulsar la sublevación en la capital hispalense. Allí, dirigió a los efectivos golpistas en los encarnizados combates que se produjeron en el centro de la ciudad por el control de los centros neurálgicos de la misma. Finalmente, los sublevados lograron hacerse con el control del edificio del Gobierno civil sevillano y dar por controlada la ciudad.
Esa misma noche, Queipo de Llano daría su primer discurso radiofónico en la cadena Unión Radio, una costumbre que se convertiría en habitual desde ese momento durante la contienda. Con esos discursos radiofónicos, que se repitieron a diario hasta entrado el año 1938, Queipo de Llano trataba de desmoralizar al enemigo y de levantar el ánimo de sus hombres con duros y, en ocasiones, amenazantes discursos.
"Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas practican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar, por mucho que berreen y pataleen", llegó a afirmar en una de esas proclamas radiofónicas, en las que solía instar a sus hombres a "matar a los rojos como perros".
Tras lograr el completo dominio de Sevilla, Queipo de Llano impulsó varias columnas, formadas por las tropas de regulares y legionarios que habían llegado desde Marruecos, para someter la provincia de Huelva, enlazándolas después con las provincias de Córdoba y Granada, y haciéndose fuerte en la mitad sur de España, que quedó bajo su completo dominio durante la guerra.
Varios historiadores coinciden en estimar las ejecuciones bajo el control de Queipo de Llano en unas 40.000. Solo en la ciudad de Sevilla, el centro de mando del territorio bajo su control, se tiene constancia de 4.200 ejecuciones y de otras 9.000 en la provincia. También se le responsabiliza de los asesinatos durante la huida de civiles de Málaga en febrero de 1937, la conocida como 'Desbandá', en la que cayeron bajo las balas de los sublevados unos 3.000 civiles.
Tras finalizar la Guerra Civil, Queipo de Llano fue ascendido a teniente general y comenzó a tener ciertas desavenencias con Franco, siguiendo en su tradicional línea díscola. Se quejó fuertemente, por ejemplo, y a pesar de sus orígenes castellanos, de que el Caudillo hubiera otorgado la Cruz Laureada de San Fernando a la ciudad de Valladolid y no a la de Sevilla, que el consideraba uno de los bastiones del Movimiento Nacional.
Sus críticas hacia Franco, al que acusaba de haber nombrado ministros arribistas en el Gobierno, fueron en aumento y terminó siendo destituido de sus cargos militares de inspector general de Carabineros y jefe de la 2.ª División Orgánica. Posteriormente, y ya en el ostracismo político, se le encargó dirigir la Misión Militar Especial en Italia y su Imperio y se instaló en la ciudad de Roma. El 3 de septiembre de 1942, Queipo de Llano volvió de su exilio, después de cumplir 67 años y de decretarse su paso a la reserva del Ejército.
Durante sus últimos años, Queipo de Llano se resarció de una vieja aspiración. A través de un decreto del 26 de febrero de 1944 le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando, que le impuso públicamente el propio Franco en un acto multitudinario en la Plaza de España de Sevilla. En abril de 1950, en el XI aniversario de la victoria en la Guerra Civil, le fue concedido, además, el título de marqués de Queipo de Llano por sus éxitos durante la sublevación militar de 1936.
El 9 de marzo de 1951, tras meses agravándose su salud, falleció en su cortijo de Gambogaz, en los alrededores de la localidad sevillana de Camas. Su capilla ardiente se instaló en el Ayuntamiento de Sevilla y sus restos mortales fueron enterrados en la capilla del Cristo de la Salvación de la Basílica de la Macarena de la capital hispalense, donde se encuentran hoy en día, aunque por poco tiempo. Esta ubicación pronto se modificará y los restos de este díscolo teniente general serán trasladados a un nuevo lugar indeterminado, en aplicación de la recién aprobada Ley de Memoria Democrática.