A menos de una hora de Madrid, y por un precio de cinco euros o de tres y medio con entrada reducida, el visitante puede dejarse deslumbrar por una de las mejores representaciones de la arquitectura defensiva en el mundo: la muralla de Ávila. Esta infraestructura, que se conserva íntegramente, cuenta con más de 2.000 años de existencia pero ha sobrevivido a todos los avatares e inclemencias durante su larga historia.

La muralla comenzó a construirse en el siglo I dC, en época de la ocupación romana de la Península Ibérica, contando en aquel momento con un trazado y una superficie muy similares a los que rodean la capital abulense en la actualidad. Así lo indican las excavaciones arqueológicas realizadas en la zona, que constatan la continuidad de esta impresionante infraestructura durante más de 2.000 años, aunque en diferentes estados de conservación.

El esplendor medieval

Un momento fundamental en la historia de la muralla de Ávila hay que situarlo a finales del siglo XI. En aquel momento, el rey Alfonso VI, inmerso en pleno proceso de repoblación en época de la Reconquista, mandó amurallar la ciudad después de la conquista de Toledo, impulsando la reconstrucción de la entonces ruinosa infraestructura. 

Pocos años después, en la segunda mitad del siglo XII, el rey Alfonso VIII impulsa una nueva intervención sobre la muralla que es la que ha llegado a la actualidad, en un momento de considerable esplendor para la capital abulense. Durante el siglo XIV se promovieron importantes reformas con el objetivo de lograr incrementar su eficacia defensiva. Se arreglaron los pórticos y se construyó una segunda barrera en la que se ubicaron troneras para colocar armas de fuego.

En el siglo XVI, las antiguas casonas que se encontraban situadas junto a la muralla se transformaron en los palacios que se adosan a ella, elaborando un doble sistema defensivo. Este sistema fue fundamental para su mantenimiento posterior, ya que cada uno de los palacios se encargaba de salvaguardar su espacio de muralla, facilitando su conservación. 

Durante el siglo XVI, la muralla tuvo como principales funcionalidades las del control económico y la seguridad sanitaria, y se impulsaron diferentes reformas para su mejor conservación, aunque se desmontaron algunas defensas como el foso o la barbacana. Se trataba de un momento histórico en el que, culminada la Reconquista, la función defensiva había pasado a un segundo plano. Además, las defensas con las que contaba la muralla se habían quedado anticuadas ante la maquinaria bélica de aquel momento.

La lucha por la conservación en el siglo XIX

En el siglo XIX, dos conflictos bélicos provocaron que la muralla de Ávila recuperase su concepción original destinada a la defensa: la Guerra de la Independencia contra los franceses (1808-1812) y, posteriormente, las Guerras Carlistas (1833-1840). A finales de aquel siglo, algunos círculos de la intelectualidad abulense comenzaron a abogar por demoler la muralla, ya que se consideraba que era un freno para el desarrollo urbano de la urbe, en un momento de expansión.

Con todo, el Ayuntamiento de Ávila del momento se mostró convencido de la necesidad de su conservación y el 24 de marzo de 1884 la muralla de Ávila fue declarada Monumento Nacional después de una solicitud del Consistorio. El Ayuntamiento cedió la infraestructura al Estado y se inició su restauración, comenzando un periodo de intervenciones dirigidas a fomentar el conocimiento sobre este monumento y a su conservación para el disfrute de las generaciones venideras.

En el año 1982, en plena Transición a la democracia tras el final de la dictadura franquista, el casco antiguo de la ciudad fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC), dentro de la categoría de Conjunto Histórico. Solo tres años después, en 1985, la UNESCO declaró al casco antiguo de Ávila Patrimonio Mundial, y la muralla se convirtió en uno de sus valores más destacados y reconocidos.

Características

La muralla se encuentra cimentada sobre roca, y supone una potente cerca de mampostería granítica, macizada con piedra y mortero de cal. Cuenta con una forma de cuadrilátero irregular, con muros de tres metros de espesor y una media de 12 metros de altura. Cada 20 metros se encuentra dispuesta una torre, por lo general semicircular, sobresaliendo 8 metros, en un lienzo que dispone de las puertas mayores, con una evidente influencia islámica.

Esta infraestructura cuenta con unas dimensiones de 33 hectáreas en su interior y de 2.516 metros de longitud desde su inicio. En su origen llego a tener un total de 88 cubos o torreones, aunque desapareció uno en el siglo XVI para la construcción de la Capilla de San Segundo junto a la Catedral, por lo que actualmente cuenta con 87.

Precios y horarios de visita

El monumento es visitable en gran parte de su trazado y es accesible a todos los ciudadanos, con la posibilidad de entrar a la muralla por la Casa de las Carnicerías, por la Puerta del Alcázar y por la Puerta del Puente. Además, existen audioguías en siete idiomas y también una versión adaptada para niños.

El precio de la entrada individual es de cinco euros y de tres y medio en el caso de la entrada reducida. Además, la entrada es gratuita los martes entre las 14:00 y las 16:00 horas, exceptuiando los festivos y víspera de festivos.

El horario de invierno, entre el 1 de noviembre y el 29 de marzo, es de 10:00 a 18:00 horas, y los lunes se encuentra cerrada, exceptuando el 20 y el 27 de febrero. El horario de verano en su primera parte, que va del 30 de marzo al 30 de junio, es de 10:00 a 20:00 horas, y en la segunda, del 1 de julio al 31 de agosto, de 10:00 a 15:00 horas y de 17:00 a 23:00 horas. Un espectacular monumento con más de 2.000 años de historia a tan solo una hora de Madrid.

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