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Salamanca

Santo Tomás, asilos y colegios entre locos y cuerdos

10 agosto, 2018 14:31

En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL tiene en marcha una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.

Hoy es el turno para Santo Tomás, un barrio que debe su nombre a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, pese a que administrativamente pertenece a San Esteban, y a la puerta de la muralla que se ubicaba en el actual cruce del paseo Canalejas con las calles Rosario y Jardines. Una zona comprendida oficialmente entre Paseo de San Antonio, Canalejas, vía del tren y calle Jardines, pero también abarca la denominada fontana, que comprende el paseo fluvial y el entorno del colegio Rodríguez Fabrés.

La Iglesia de Santo Tomás Cantuariense data del siglo XII, de estilo románico y de una gran sobriedad y armonía. Durante la repoblación de la ciudad por Raimundo de Borgoña, cada grupo de nuevos habitantes fundó su propia parroquia. Ésta fue una de ellas, la primera dedicada a Santo Tomás Beckett que se construyó fuera de Inglaterra. La fundaron en el año 1175 los hermanos ingleses Randulfo y Ricardo a los cinco años del martirio del santo inglés y estaba enclavada en el barrio de los repobladores portugaleses.

Era la primera construcción al llegar a la ciudad (o la última al abandonarla) por la puerta de Santo Tomás, una de las entradas y salidas a la ciudad a través de su muralla. Lo que hoy es el barrio siglos atrás eran tierras de labranza y parcelas para continuas ferias de ganado que se llevaban a cabo. Una puerta también aduanera, pues todos los productos que pasaran por ella debían pagar un tributo. De esta manera se garantizaba que no entraba alimento en mal estado y al mismo tiempo se obtenían ingresos para las rentas provinciales.

Como curiosidad, según recuerdan los historiadores, “junto a todos los accesos existían unas casillas o casas de vigilancia para alojar a las personas que se encargaban de este trabajo, pero no resultaba fácil luchar contra el fraude, pues aunque las leyes de la época establecían que estaba prohibido la conducción de genero por las noches, los comerciantes intentando evitar el pago de impuestos introducían sus mercancías antes de que los responsables de esta vigilancia iniciaran su servicio. Por este motivo en 1750 el administrador de rentas que por aquel entonces era el Marqués de la Ensenada, solicitó, al haber comprobado que todas las puertas estaban abiertas en todo momento, que se cerraran por las noches, dejando solamente abiertas las de Zamora que era por donde tenían que pasar todos los géneros sujetos a contribución”.

Foto de Antonio Passaporte / Archivo Patrimonio Cultural Español

Santo Tomás era un barrio de gente humilde, trabajadores de distintos gremios, principalmente el sector primario. Con el paso de los siglos se fue transformando en un barrio residencial, primero con casas bajas que disponían de su respectivo corral, patio o huerto; después edificios particulares de dos alturas donde residían familias enteras y al llegar la segunda mitad del siglo XX el estallido urbanístico convirtió a la zona en un compendio de edificios de grandes alturas entre Canalejas y el parque de Los Jesuítas.

Lo que destaca de esta zona son sus asilos y colegios. Famosa era la denominada ‘casa de los locos’, dando lugar incluso a la ‘cuesta de los locos’. Originalmente fue el Colegio de Huérfanos, fundado en 1542, hasta que cuatro siglos después se transformó en Casa de Dementes. Allí permaneció hasta que se trasladó al centro del barrio La Vega. Entonces lo que era un lugar para personas con problemas mentales se transformó en uno para resolverlos, o más bien para ejercitar la mente, porque desde 1971 es la Facultad de Educación de la Universidad de Salamanca.

Vista aérea del Colegio Calasanz

A escasos metros se sitúa el Colegio Calasanz de Salamanca, fundado en 1956 a partir de una antigua fábrica de curtidos. El primer año académico la enseñanza estuvo limitada a los niveles de párvulos, primaria e ingreso de bachillerato. Durante los años sucesivos se fueron implantando las enseñanzas hoy denominadas secundarias y posteriormente llegarían los primeros alumnos internos. Incluso en 1960 ya pudieron celebrarse las Primeras Comuniones en la capilla del colegio. Las obras del nuevo colegio finalizaron oficialmente en septiembre de 1962.

Mucho antes existía el otro centro escolar de la zona, Rodríguez Fabrés, antaño una ermita solitaria dedicada a la Madre de Dios, en la zona denominada Las Huertas, porque precisamente estaba llena de eso. A partir de aquel templo surgió el asilo de Santa María de la Vega, donde se establecieron unos monjes ermitaños de la orden de San Agustín. Con el paso de los siglos los edificios quedaron semiderruidos y abandonados, sobre todo por las consecuencias la Guerra de la Independencia y de las enajenaciones motivadas por la desamortización. Fue entonces cuando Vicente Rodríguez Fabrés levantó allí una obra social cuya fundación todavía presta una gran labor solidaria a Salamanca.

Asilo de la Vega y sus huertas, hoy colegio Rodríguez Fabrés