Desgarrador testimonio: cómo perdonar a un asesino de tu madre
Jeny Castañeda es una víctima de la guerra en Colombia, pero también un ejemplo de cómo aprender a perdonar, de cómo víctimas y verdugos pueden llegar a entenderse e incluso trabajar mano a mano por la paz con el paso de los años. Su historia, relatada en la iglesia de San Martín de Salamanca, es un desgarrador testimonio, pero una lección de vida, que protagoniza parte de la película 'El mayor regalo', de Juan Manuel Cotelo, que se estrenará en España el 9 de noviembre.
Su madre, Damary Mejía Ramírez, fue ejecutada durante el conflicto bélico colombiano. "Siempre estaba luchando por el bienestar de las familias más vulnerables del municipio. Ella ya había creado dos barrios al servicio de los pobres. Cuando estaba creando el tercero, ocupó las tierras del narcotraficante Pablo Escobar, la Hacienda Nápoles, para que pudieran vivir allí sesenta familias pobres. La amenazaron de muerte por eso, pero ella no se amedrantó. Y ese mismo día, fue asesinada delante de toda su gente", recuerda Jenny.
Durante doce años buscó la venganza contra los asesinos de su madre. Incluso "el día en que ellos, arrepentidos, me pidieron perdón, yo no lo acepté. El perdón era inconcebible para mí. Iba a todas partes con una camiseta que mostraba la foto de mi madre y el lema 'Vivirás por siempre'. Y odiaba a los asesinos, con todo mi corazón".
Pero el odio la iba consumiendo día a día. "Es muy duro. En mi corazón sólo había rabia, resentimiento y sed de venganza". Ramón Isaza, uno de los máximos jefes paramilitares, le pidió perdón, pero "le dije a la cara que jamás le iba a perdonar. Le dije que si Dios le perdonaba algún día, que me buscase de nuevo. Porque yo pensaba que Dios no le iba a perdonar nunca. Le insulté hijo de puta y me llené de orgullo y soberbia".
El destino todavía fue más cruel con Jenny. "Al cabo de unos meses, me diagnosticaron un cáncer y por primera vez tuve miedo de morir. Y me pregunté, ¿qué he hecho de mi vida, con tanto odio? Pensé en la herencia de odio que iba a dejar a mi hijo. Hablé con un amigo sacerdote y él me aseguró que iba a rezar por mí, no sólo para mi curación física, sino sobre todo para mi curación espiritual, pues las heridas de mi alma eran más graves que las del cáncer. Me dijo que le pediría a Dios que transformase mi corazón de piedra en uno de carne, tierno y misericordioso". Se burló de aquel sacerdote, "no creí en sus oraciones, no estaba dispuesta a cambiar". Pero el cura no se rindió con ella: “Dios da a sus mejores guerreros, las mejores batallas, y tú eres una guerrera de Dios. Yo no le creí".
El destino volvió a cruzar la vida de Jenny Castañeda con Ramón Isaza. "Volvió a buscarme para pedirme perdón otra vez. Me contó que todos los días rezaba un rosario para que yo tuviera paz y lograse perdonarle, y otro rosario más para que también mi mamá le perdonase, donde estuviera ella". De repente, todo su odio se esfumó. "Abracé a Ramón y le di un beso de parte de mi madre. Y sentí en ese instante como si me estuvieran sacando un puñal que tenía atravesado en mi corazón, entre pecho y espalda. Justo en ese momento entró en la cárcel el sacerdote que tanto había orado por mí y se sorprendió de encontrarme allí, abrazado a aquella persona a quien tanto odié".
Tiempo después Jenny se curó del cáncer y fundó con Ramón una fundación. "Trabajamos juntos para fomentar el perdón y la reconciliación en Colombia y en el mundo. Hemos creado juntos una fundación que lleva por nombre 'Por la Reconciliación Damary Mejía Ramírez', en honor a mi mamá". Una impresionante historia de perdón con letras mayúsculas.
https://www.youtube.com/watch?v=-dT14yGj5bI