Castilla y León

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Salamanca

Todos los santos, homenaje en recesión a los seres queridos ausentes

2 noviembre, 2018 08:36

Como cada año, el primero de noviembre sirve para acercar el mundo de los vivos al de los que ya no lo están. Entre los múltiples ritos que tratan de dar una respuesta a la eterna incógnita de la muerte, en esta fecha en este sitio emerge el ideario católico para empujar a los creyentes a los cementerios de toda España a fin de rendir visita a sus antepasados. Limpiar las tumbas, cambiar las flores, rezar por las almas. El trasiego de hora punta en el camposanto contrasta con la quietud del resto de fechas. Estos días, la parafernalia se traslada a la avenida Obispo Sancho de Castilla sin número donde se ubica el cementerio San Carlos Borromeo de Salamanca.

Los esforzados negocios de siempre apuran el pico anual de actividad. Cortando flores, preparando centros, puliendo lápidas. A su alrededor, puestos ambulantes de floristería, servicio de taxi, y hasta una churrería rodante dispuesta a sacar tajada del frío que asola el alma y el cuerpo de los buscadores de lápidas. Cierto es que el negocio de la muerte está garantizado de por vida, valga la ironía, pero también lo es que debe adaptarse a los nuevos usos y costumbres. A una creciente secularización de la sociedad y a la irrupción, incluso, de las nuevas tecnologías. Toda vez que las ocupaciones tradicionales en torno a un cementerio afrontan un ocaso inexorable.

Antes de entrar al camposanto, a mano izquierda, hay un pequeño taller tradicional que trabaja la flor y la lápida. Sigue vendiendo claveles y margaritas, aunque ahora prepara jardinera con flores de tela. Son más duraderas y a la larga resultan más económicas. Lo mismo que, ahora, tarda apenas una hora en grabar una sepultura, y antes tardaba dos días porque ha implementado nueva maquinaria. También ha cambiado el uso del cementerio. Recuerda que la generación de su madre, presente en la charla y atente y encantadora a pesar de su avanzada edad, acudía a velar a sus antepasados e incluso almorzaba allí. Ahora es impensable.

Al otro lado de la entrada principal, señoras hacen cola en la floristería. Detrás del mostrador, la encargada nos atiende ante la expectación de una clientela que asiente. Cumple el perfil descrito por la comerciante. Señoras mayores, básicamente. El mensaje es desolador. “La cosa está mal”. Son palabras de quien sabe que el futuro está lejos del negocio de las flores junto a un cementerio. La proliferación de la incineración y el giro en el paradigma cultural en torno a los enterramientos pondrán las cosas complicadas. Mientras tanto, clavel rojo, margarita y radiolo blanco “porque son las que más duran”.

En lo alto de la loma se erige el tanatorio San Carlos Borromeo. Un edificio nuevo anexo al camposanto con un interior moderno y funcional que parece desmentir esta tendencia. No obstante, facilitar a las familias el velatorio de sus allegados no parece que vaya a pasar de moda, al margen si la decisión es la vuelta a la tierra o la conversión en ceniza. Además, implementan técnicas del siglo XXI para mejorar la traumática experiencia de sus clientes. Por ejemplo, poniendo a su disposición el servicio de una profesional de la psicología para hacer más llevadera la pérdida en las primeras horas del duelo.

Ahora que el invierno ha decidido por fin acudir a su cita con su turno estacional, el cementerio San Carlos Borromeo luce un manto gris que le confiere un carácter icónico. El frío que se abre paso entre las lápidas golpea el rostro con el ansia de quien se lo ha estado perdiendo y convierte el paseo por sus pasillos en algo más que estremecedor. Sugestiona. Cierto es que en las vísperas de Todos los Santos la afluencia de gente es mayor y los preparativos se dejan notar. Las flores nuevas se mezclan con las marchitas y las tumbas relucientes con las telas de araña. Desde arriba, el desfile de tumbas deja ver al fondo cómo se yergue la Catedral para dibujar un helador 'skyline'.

El año con más fallecimientos en España

Un informe publicado por la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef) a mediados de este 2018, mantiene que el año 2017 fue el que más fallecimientos registró en España desde que se contabilizan datos. Citando el Instituto Nacional de Estadística, el organismo destaca que murieron 423.643 personas, un 3,2% más respecto al año anterior en el que fueron 410.611. Añade además, que a causa de la inversión de la pirámide poblacional, la tendencia se mantendrá en los próximos años ya que el incremento ha sido paulatino en los últimos ejercicios y responde a cuestiones puramente demográficas.

Según los datos de Panasef, el sector funerario español dispone de 2.429 tanatorios o velatorios, con capacidad de 7.050 salas. Además, cuenta con 380 hornos crematorios con capacidad para incinerar a 1.520 cadáveres al día. Estos datos convierten a España en el país con el mayor número de hornos crematorios de Europa y con un número importante de tanatorios que permiten ofrecer una respuesta a estos incrementos de defunciones. En cuanto a la elección de los ciudadanos para el descanso eterno, la tendencia es abrumadora. En 2017, la tasa de cremación se situó en el 38,43%, pero se estima que en el 2025 este dato alcance el 60%.

Novedosas despedidas

Si el modo de acomodar los restos a la eternidad está cambiando, también lo hacen los ritos en torno a la muerte. Hasta el momento, la inmensa mayoría de los fallecimientos tenían una despedida acorde a los preceptos del catolicismo. Sin embargo, los adeptos de esta religión disminuyen y, aunque mucha gente que no es creyente, sigue enterrando por el rito católico, cada vez hay más alternativas. Por esta razón, las empresas funerarias se afanan en encontrar métodos novedosos que satisfagan a los ciudadanos que, por un lado desean despedir a sus allegados, y por otro no desean hacerlo al modo tradicional religioso.

Una de esas alternativas es el llamado 'Homenaje a la vida'. La funerarias preparan un ritual en el que los familiares y amigos se reúnen para contar anécdotas sobre el fallecido y dibujar su perfil vital con sus palabras. Incluso la propia empresa se ofrece a redactar un escrito si no hay nadie que decida ofrecerse a conducir el acto. Además, se reproduce un repertorio musical cuidadosamente seleccionado en función de los gustos de la persona que recibe el homenaje. Después, sin mediación ninguna de sacerdote, el cuerpo es conducido al crematorio o al lugar escogido para el entierro.

El último grito, llegado desde Estados Unidos, es la retransmisión de los entierros por 'streaming' vía Internet. La funeraria se encarga de proporcionar en enlace encriptado a los familiares que no han podido asistir al sepelio y pueden desbloquearlo mediante un usuario y una contraseña, como cualquier otro servicio privado en la red de redes. A eso debe unirse una nueva función de los servicios funerarios en la nueva era tecnológica como es eliminar la huella digital del fallecido. Es decir, el rastro que ha dejado en las redes sociales y que carece de sentido que permanezca a la vista de todos una vez que ha fallecido. Descansen en paz.