El nematodo, la amenaza para el monte salmantino y su economía
Cada vez que este organismo se detecta en los pinos se declara una zona demarcada que debe cumplir cuatro años de cuarentena
17 octubre, 2021 14:11Noticias relacionadas
El positivo de nematodo en un solo árbol provoca la tala y procesamiento de todas las especies sensibles en 100 metros alrededor y un área demarcada de 20 kilómetros. Durante un mínimo de cuatro años se imponen unas duras restricciones y controles que impiden el aprovechamiento de la madera. Este patógeno tiene actualmente tres focos ubicados en Galicia y en la zona entre Salamanca y Cáceres, las zonas fronterizas con Portugal, ya que allí el nematodo está extendido y todo el país es zona demarcada. El último caso detectado en España fue este mismo verano en el municipio salmantino de Sotoserrano, dentro de la zona demarcada desde 2018 por el foco de Lagunilla, lo que obligará a prorrogar las medidas cuatro años más.
Pero, ¿qué es el nematodo y por qué es tan peligroso? Es un organismo originario de Norteamérica que, al introducirse en otros continentes, produjo serios daños en las masas forestales. Está considerado nocivo por su peligrosidad para algunas especies de pinos y la normativa comunitaria obliga a adoptar una serie de medidas para evitar su propagación por todo el territorio de la Unión Europea. El nematodo necesita de un vector para transmitirse, el monochamus galloprovincialis, un insecto que, cuando tiene esta enfermedad, entra en el árbol y lo destruye secándolo por dentro.
Desde que el organismo entró en la península ibérica en 1999 se han detectado varios focos en Castilla y León, todos ellos en Salamanca. En 2012, en Valverde del Fresno (Cáceres) con una zona que afectó a Navasfrías y El Payo; en 2013 en Sancti-Spíritus; en 2018 en Lagunilla; en 2019 un nuevo foco en Valverde de Fresno perjudicando nuevamente a Navasfrías y El Payo; y, el último caso, un árbol positivo en Sotoserrano dentro de la zona demarcada de Lagunilla en 2018, aunque esta vez en el monte ‘Arca y Buitrera’. La aparición del nematodo siempre en las mismas zonas no es casual, ya que el insecto en el que viaja se mueve por las zonas térmicamente más favorables con una temperatura media en verano mayor de 20 grados y poca humedad.
Cuarentena y muestreo constante
Según explica a la Agencia Ical la jefa del área de Gestión Forestal del servicio territorial de Medio Ambiente de Salamanca, Teresa Díaz, el control que se hace desde la Junta de Castilla y León “es una labor ingente, desmesurada”. “Aquí estamos de contención para evitar que se traslade a toda España, si pasa al resto de provincias se hace un daño tremendo”, añade el jefe de sección de defensa del medio natural, Óscar Redondo.
Cada vez que surge un nuevo caso positivo se establece un plan de acción adaptado a la zona para erradicar el nematodo. En primer lugar, se talan los ejemplares afectados de las especies sensibles en cien metros y se destruyen astillándose y quemándose en centros autorizados. Además, en la zona demarcada de 20 kilómetros que queda cuatro años en cuarentena se refuerzan los controles intensificando los muestreos de los árboles, aumentando el número de trampas para el insecto que hace de vector, poniendo más puntos en la malla de control y haciendo más vuelos en helicóptero e itinerarios a pie en busca de signos de decaimiento de los árboles. Estas medidas se suman a las habituales con la franja de 20 kilómetros desde la frontera de Portugal en la que se intensifican las acciones preventivas y de búsqueda.
El impacto para la economía de la zona
Estas medidas se aplican durante un mínimo de cuatro años y, si durante ese tiempo no hay ningún nuevo positivo, se puede levantar la cuarentena y volver a la normalidad. Sin embargo, en el caso de Sotoserrano, como a los dos años de declarar la zona demarcada de Lagunilla surgió el nuevo positivo, “hay que pensar en otros cuatro años de aplicar estas medidas”, apunta Teresa Díaz. En esa zona había aprovechamientos licitados que se han parado, con las serias repercusiones que eso tiene para los propietarios: “supone dejar de recibir unos ingresos que estaban recibiendo anualmente, y a los empresarios, no poder trabajar”, añade.
Precisamente, los empresarios no pueden trabajar porque se establecen unas condiciones tan duras para el tránsito de la madera de la zona y los aprovechamientos de la zona demarcada, que no les merece la pena porque aumenta mucho los costes, detalla la jefa de gestión forestal. Se restringe la época del aprovechamiento y para la madera ya cortada se debe dar un tratamiento térmico en una cámara de calor o cubrir la madera para astillarla a tres centímetros.
Precisamente, una de las empresas afectadas por los últimos positivos en la provincia es Refosil, que opta a los aprovechamientos de madera licitados. Según detalla a la Agencia Ical su ingeniero técnico forestal, tenían cuatro lotes de madera comprados en las zonas afectadas de Lagunilla, Sotoserrano y Navasfrías, pero actualmente no pueden hacer nada, ya que “nos ponen unas condiciones que no podemos cumplir”. Explica que esa madera que se iba a destinar a la fabricación de palets, “solo nos la dejan para hacer biomasa, no podemos asumir esos costes”, unos costes que se sumarían a la repercusión económica que cifra en más de 50.000 euros. “Puede ser una ruina para la empresas forestales y los ayuntamientos”, considera. Después de intentar llegar a un acuerdo para llevar esa madera a Portugal y no tener el visto bueno de la administración, desde la empresa buscan otras alternativas para no perder el dinero. Por eso, también piden “más flexibilidad” a la hora de imponer las medidas.
El Ayuntamiento de Lagunilla es uno de los grandes perjudicados por las zonas demarcadas, ya que gana entre 60.000 y 70.000 euros en las cortas de cada año, por lo que las cuarentenas de 2018 y 2021 suponen unas pérdidas “de medio millón de euros”, cifra el alcalde del municipio, José María Garrido, a la Agencia Ical. Por eso, pide ayuda al gobierno regional para reforestar los montes de otras especies, ya que no pueden contar con sus propios recursos, algo que también generaría trabajo y riqueza para la zona.
Cristina Fuentes Núñez / ICAL