Eusebio ‘Mayalde’: “Predico en el escenario defender, ante todo, nuestro territorio espiritual”
Eusebio Martín Cifuentes, conocido como Eusebio 'Mayalde', habla tendido sobre la cultura y, dentro de ella, de la música tradicional, que parte de unos pueblos que "se nos mueren"
29 noviembre, 2021 07:00Noticias relacionadas
Eusebio Martín Cifuentes, junto a su esposa Pilar, y acompañado por sus hijos Laura y Arturo, integran Mayalde. Uno de los grupos de música tradicional más reconocido y conocido de Castilla y León en todo el mundo. Eusebio, de La Maya, y Pilar, de Aldeatejada, formaron el primer Dúo Mayalde, que desde hace cuarenta años recopilan, adaptan y transmiten todo el saber popular salmantino que, de lo contrario, se perdería. Canciones adaptadas a sonidos creados por Eusebio, un dotado percusionista y musicólogo, que acompaña sus actuaciones con discursos didácticos, cuentos, brindis, leyendas, decires de los pueblos que son motivos para que sus conciertos siempre sean seguidos, entretenidos y nunca iguales.
Mayalde es un grupo de música tradicional con sabor ancestral que desde hace 40 años -este año celebraron su aniversario- se ha especializado en la recuperación de la música del alma. Escuchar sus conciertos es casi indescriptible, porque el mundo de las sensaciones que provocan es inabarcable. Mezclando vida y arte.
Llegamos a Aldeatejada, a su casa, allá en lo alto del cerro, donde humea una chimenea y suena el relincho de los caballos y el piar de las gallinas. Nos sale a abrir Eusebio, con su ya inseparable boina, el cigarro en la boquilla hecha con un hueso de liebre, como los antiguos pastores. Dice que todo es por respeto y recuerdo de todas esas personas que habitaron la provincia de Salamanca, "que se nos muere", y que le contaron y le cantaron a Eusebio y a Pilar, todo su saber. Esos cantes y los bailes que el abuelo Eusebio le enseñó al prodigioso nieto Zaniki (Beltrán) en la película de Gabriel Velázquez. Porque, dice Eusebio, "la tradición es la obligación de contar al siguiente lo que te han contado a tí".
Entramos en su museo particular, quizás el más grande de etnografía de Salamanca, lleno de cachivaches, puertas de carros pintadas, que son una joya pictórica, un fuelle de una antigua fragua, y una lumbre bien alimentada de leña. Y comenzamos a hablar sin tiempo ni guión. Conversar con Eusebio debe hacerse sin reloj, con un vaso de vino o el chupito de licor que hace Pilar, una verdadera maestra cocinera con saberes de antaño, de quien degustamos unos dulces de chupete.
P.- ¿Cómo se encuentra la cultura tradicional?
R.- No sé qué decirte, en comparación con otros sitios, creo que bien. Sobre todo porque de instrumentistas, del que el rey es el tamborilero, andamos sobrados. El otro día, que organizó Julio ‘El Serrano’ una fiesta para abrazarnos después de la pandemia, había muchísimos tamborileros muy jóvenes, que van tocando muy bien, y además con referencias de gente curtida, como puede ser Julio, que bebió mucho del ‘Guinda’, o Agustín o Ramón o El Mariquelo. Desde ese aspecto, el musical, lo veo bien.
El tema de la cultura tradicional viva se muere en todos los sitios de muerte natural, porque está basada en el rito, en el ritual, y el rito se murió. La cultura tradicional engloba todo, gastronomía, música, manera de cultivar la tierra y de saber cuándo va a llover mañana. Se ha muerto porque la gente cantaba y guisaba y rondaba como vivía. Y tú sabes, porque tienes edad suficiente como yo, que en nuestra infancia sucedió todo en torno al fuego, y de ahí milenios para atrás. Yo he visto a mi padre arar con dos bueyes. Todo sucedía en torno a la lumbre. Y el que contaba las cosas era el viejo que estaba al lado de la chimenea o en el poyo en verano, y el que las escuchaba era el nieto. Hay un momento en que se deja de hacer fuego en las casas. Y dejamos de cantar y de rondar. Y la vida cambió. Cambió absolutamente, no sé si para mejor o para peor. Yo creo que para mejor. Es verdad que, aunque vayas a mejor, hay muchas cosas que se dejan en el camino, como todo aquello que pudimos vivir de pequeños. No te digo que somos fruto de la miseria, pero sí de la escasez, que educa y hace gente generosa. Déjame 20 duros que voy a comprar una bombona. María, déjame en paz que no tengo para darles a mis hijos. Porque sabes que mañana lo vas a necesitar tú. Con lo cual, el sistema de vida ha cambiado, y las propias relaciones humanas también. Y sobre todo cambió mucho, porque hubo un momento en que la gente no podía vivir, y no había para comer todos en el pueblo.
La cultura tradicional se muere en todos los lugares de muerte natural. Porque está basada en el ritural, y el rito se murió. Se ha muerto porque la gente cantaba y guisaba y rondaba como vivía.
P.- ¿Qué pasó en ese tiempo?
R.- Las primeras emigraciones a Argentina y México, porque aquí no había garbanzos para todos. Sí los había, pero estaban mal repartidos. La gente salió del pueblo con nada, buscando algo. La segunda, emigración a Suiza, Francia, y tercera al País Vasco y Cataluña. La gente se iba sin nostalgia, porque lo que dejaba atrás era miseria. Con lo cual, al final, si yo no tengo para comer, me da igual que se muera la jota o la ronda de Villarino. Déjame en paz, que no quiero volver a oír nada de eso. Yo estoy en Cataluña, ya he logrado comprar un piso, a costa de sufrir lo insufrible, y de tener los peores trabajos del mundo. Y ya quiero cantar en catalán. Fíjate, que a veces, como el otro día en Cataluña, y nos ha pasado también en el País Vasco, los más independentistas, los más nacionalistas son la gente, que no son catalanes, de padres cacereños o andaluces. ¿Por qué? Porque cuando tú has salido de Cáceres o de Robleda o del Payo, en Francia eres un extranjero, pero cuando vienes a El Payo, llegas de francés, con lo cual te tienes que agarrar a algo, ya no somos nómadas de Neandertal.
La gente necesita sus territorios para desarrollar su vida. Tú te agarras a lo que tienes, que es tu territorio. ¿Qué territorio es el que te da de comer? Si yo me considero francés y vengo a El Payo en verano, vengo aquí con mi coche de ‘puta madre’, fumo Marlboro y bebo wiski, y me voy a Francia porque allí tengo mi trabajo, aunque me siga considerando de El Payo. Pero la segunda generación ya no, defiende a Francia o defiende a Cataluña por encima de todo, porque es su patria. La patria, al final, es la que te acoge, no donde naces, es la que te da de comer. Con lo cual, toda esa gente no solo se integró en culturas extrañas, sino que renegó a sabiendas de la propia.
P.- La música tradicional, para el gran público actual, es la gran desconocida.
R.- Por lo que estoy diciendo. Nosotros, Mayalde, hacemos más conciertos didácticos en Cataluña o en San Sebastián de los Reyes que en Salamanca, desgraciadamente. Y lo que hablábamos antes, las cosas se transmitían. En este punto de la historia en el que estamos, las cosas no son tan fáciles de explicar como parece. La música tradicional es la gran desconocida, porque se basó, sobre todo, en una sociedad que no sabía leer ni escribir. Que, además, la propició. Lo mismo que está pasando ahora con la cultura. Un político mediocre quiere un pueblo inculto. Lo mejor que le podía pasar a la gente del pueblo era que fuera ignorante para la Iglesia y para los poderes.
P.- ¿Eso afecta a la música tradicional?
R.- Claro, una sociedad analfabeta, no inculta, analfabeta, tiene la obligación moral de contarle a la siguiente generación su experiencia, porque es su base para sobrevivir. Yo le tengo que contar a mi hijo cómo se labra la tierra o cómo se siega. A qué hora se ordeñan las ovejas, cómo se separan los chivos de la madre. O como hay que rondar. Pero todo eso se vive de manera natural, y existe la obligación de comunicarlo oralmente, porque no sabes leer ni escribir. Si sabes leer y escribir puedes permitirte el lujo de no contarle a tu hijo tu experiencia vital, porque se lo dejas por escrito. Con lo cual, ha habido un momento que se ha dejado de cantar en el sitio donde se cantaba, que tú sabes perfectamente que era la fragua, la era, el campo, la majada, la taberna, y sobre todo la cocina, porque donde se cantaba realmente era al fuego de la cocina. El viejo que ya no iba a la taberna, pero estaba en la cocina, cantaba las panaderas, las cucharas, las zambombas, el teatrito de cocina... Todo eso se cantaba en la cocina.
P.- ¿Qué pasó cuando se dejó de cantar en la cocina?
R.- Que lo tenía que haber recuperado la escuela rural. Qué había costado, si realmente hubiera habido alguna mente que hubiera dicho, si esto es tan importante para mi supervivencia espiritual, y para mi identidad como persona y como ciudadano de una región o de un pueblo, si mi legado inmaterial es tan importante, si se ha dejado de cantar en la cocina, vamos a cantarlo en la escuela. Porque, al final, el niño es el primer receptor de todo esto. ¿Qué había costado meter un viernes por la tarde a un abuelo en la escuela, y que contara y cantara? Con todo ello se habría hecho un archivo grabado en la escuela y una copia para el Ayuntamiento. No había costado nada, y haber hecho después un concurso de cuentos, con una publicación de cuentos de las obras de Tejeda, Morille o San Pedro de Rozados. ¿Quién lo ha contado? Los abuelos, pero los grabados, quién los va a ilustrar, los niños, su nieto.
Si yo tengo cinco años o siete, y veo que llaman a mi abuelo un viernes, a que cuente cosas en la escuela, y lo llama el maestro, quiere decir que el maestro le da importancia a lo que sabe y cuenta mi abuelo. Con lo cual, yo estoy orgulloso de lo que sabe mi abuelo. Pero desde el punto de vista del abuelo, si el maestro me llama, algo de importancia tendrá lo que yo sé. Con lo cual, estableces una cantidad de conexiones muy interesantes. Tendríamos una biblioteca hecha, y contada por los abuelos e ilustrada por los niños. Pero ese tren lo perdimos. La escuela no lo recogió. Los conservatorios de música tampoco. Los conservatorios es la música oral, pero existe una cátedra que se llama Etnomusicología, donde parece que lo étnico sólo es lo de Senegal o lo de Irlanda. Yo he ido a una conferencia al Conservatorio Superior de Música de Salamanca, y cuando le hablas a los muchachos que están haciendo el segundo de Musicología, no tienen ni idea de que a ocho kilómetros del Conservatorio, está San Pedro de Rozados donde hay un hombre que baila un muñeco entre las piernas. Id a verlo. No os conforméis con que yo os lo cuente. Con lo cual, hoy, la cadena de transmisión de la música tradicional oral se ha roto.
P.- Pero Mayalde, cuando se sube al escenario, llena los recintos, sea el teatro o la plaza de un pueblo, ¿a qué se debe?
R.- Se debe a que nosotros, realmente, somos músicos, pero sobre todo, somos escaladores. En el fondo utilizas las canciones, los chascarrillos, los cuentos o las historias para rascar ahí dentro de cada uno para ver que hay, y claro que hay. Anteayer, en Cataluña, había una chica de unos 27 años, que su abuelo era de La Encina de San Silvestre. Y dice, lo que me ha pasado esta tarde en el concierto, que parecía que estaba conectada con lo que estaba escuchando, no me ha pasado nunca, y he asistido a muchos conciertos.
P.- Eusebio, ¿qué es Mayalde?
R.- Mayalde fue una nueva apuesta, después de la experiencia con ‘Tronco Seco’, y después de pasar por el folk. Debo decir, que no me habría dedicado a esto, si no paso por el seminario. Si sigo en La Maya, dedicándome al campo como mi padre, no habría hecho así me vida. Porque lo que tenía en casa se me estaba muriendo sin darme cuenta. ¿Qué pasó cuando la primera generación de gente humilde de pueblo pudo acceder a los estudios? Puedes decir, sí, la raíz y la esencia estaban en el pueblo, pero en la ciudad te contaminabas. Pero te das cuenta de que desde la ciudad y desde la otra cultura, leyendo y con los profesores que tuvimos, hay algo que está desapareciendo. Y ahí es donde nace el folk, con los niños de pueblo que vamos a estudiar a las ciudades. Empiezo a tener contacto con la música de Victoriano García, de Dámaso García Fraile, que fueron mis profesores de música, y también eran de pueblo. La música no empezó por Beethoven. La música está compuesta por todo un pueblo, o por sacar música de una jodida sartén. ¿Cuál es el problema? Que un persona que estudia Bellas Artes empieza por Altamira, pero el que estudia música empieza por Beethoven. Le falta todo desde Altamira.
Por eso, lo que nosotros ponemos en el escenario es desde Altamira a Beethoven. Por eso llamamos ‘La madre que parió a la música’ a las conferencias didácticas que damos en los colegios. Qué es lo que pasa cuando alguien, en San Sebastián de los Reyes, en Coslada, o en Tarifa, se pone delante de algo que no tiene más que sartenes, eso ya es la curiosidad para quedarte. El otro día en Cataluña lo decía una gente que no nos conocía, pero vieron que empezábamos a desplegar cosas raras y dijeron, esto tiene buena pinta de que vamos a aprender algo. Es lo que sucede al final. Mayalde es eso, la apuesta que hicimos después de pasar por ‘Tronco seco’. En este grupo, todos éramos gente de pueblo que empezamos a seguir la estela que ya estaba con el Nuevo Mester de Juglaría, Agua Viva o Nuestro Pequeño Mudo. Gente que cantaba al pueblo, pero desde la ciudad. Habían dulcificado y musicalizado de otra forma las tonadas, a veces recibidas sin ningún tipo de instrumentación.
Una gente de aquel tiempo decidió seguir en el folk, pero Pilar y yo decidimos nadar contracorriente, y nos salió bien la jugada, pero sobre todo nos salió bien la jugada espiritual nuestra. Comprobamos que, cuando íbamos a Villarino a grabar, te convirtieras en el nieto de la tía Encarna ‘La Petaca’, o de Encarna ‘La Corcobá’ o de Margarita ‘La Cheriva’, o de Santiago Cerero. Porque sus hijos y sus nietos no habían querido escucharles. Y esta gente, que todavía no se avergonzaba de lo que tenía en la cabeza y en el corazón, cuando de pronto llega alguien que no es su nieto ni es su hijo, queriendo recibir la viña que tiene en el alma, piensa, iba a creer que la viña se iba a morir conmigo. Entonces te abrazan de tal manera que ya cortas la grabadora. A mí me da igual si lo que me han contado está en un 3 por 4, o en un 8 por 12. Da igual, es que yo lo acabo cantando, no como ellos, con ellos. Yo canto con Encarna de Villarino o la Tía Máxima de Peñaparda. Hay mucha más gente, todos los viejos sabios analfabetos que nos contaron lo que cantamos, para que lo sigamos cantando, y los que vengan detrás no pierdan el hilo.
Una gente decidió seguir en el folk, pero Pilar y yo decidimos nadar contracorriente, y nos salió bien la jugada, pero sobre todo nos salió bien la jugada espiritual nuestra.
P.- Pureza, contaminación, fusión… ¿Qué hay en este momento en Salamanca y en Castilla y León en la música tradicional?
E.- Me resulta muy difícil hablar de lo que hacen otros. Luis, ¿cómo está tu mundo? Yo te pregunto a ti ahora cómo está la prensa española, ¿qué hay contaminación, servilismo? ¿Cuántas palabras le ponemos a eso? Gente vendida, bandidos, gente honrada. Cada uno hace su trabajo como puede. Pasa lo mismo en todas las profesiones. Aquí cada uno tira por donde puede. Hay gente con muy buena intención y mucha preparación, haciendo las cosas muy mal. También es verdad que muchísima gente no tuvo la suerte que tuvimos nosotros de conocer a toda esta gente, que fueron los últimos. Conocimos a la gente que presumía de lo suyo. Que te lo entregaba como un tesoro para que tú lo cuidaras. A ver qué hacías con eso. Y además te invitaban a cenar y se convirtieron en nuestros abuelos. Mucha gente no tuvo esa suerte. Con lo cual, sé que mucha gente habría querido hacer, o incluso ahora mismo quiere hacer, lo que hace Mayalde, pero no tiene todo ese bagaje. Yo ni quito, ni pongo, ni critico, ni dejo de criticar.
Nuestra bandera fue ser honrados con lo que nos habían entregado. Y la tradición oral está basada en contarle al siguiente lo que a ti te han contado. Vamos a hacerlo de la manera más honrada posible. Hay gente que dice, sí, pero esto es un anacronismo, porque es verdad que se cantaba como se vivía, pero ya no se vive de aquella manera. Tú haz lo que quieras adoptar. Esa es la libertad. Creo que aquí hay una parte añadida, el patrimonio histórico. Y esto es patrimonio histórico inmaterial, que está protegido. Tú no tocas una iglesia románica, ni tocas un retablo, si no eres un restaurador oficial. En cambio, la música tradicional no está protegida.
P.- ¿Hacia dónde vamos?
R.- No lo sé. Es verdad que la música tradicional es patrimonio de todos. Que todos tenemos claro que las esencias se venden en frascos pequeños, como un perfume de Chanel, y que ya ha habido uno en Peñaparda. Es decir, vamos a ver si tú lo logras. Tampoco quiero ser fundamentalista, y decir que solo los de Peñaparda pueden tocar el pandero cuadrado. No. Pero lo que nació en Peñaparda, lo que se fue cociendo ahí durante siglos, lo mismo que en Villarino, fue en la tribu. Ellos lo entienden mejor que nadie, y si no lo entienden, lo hacen mejor que nadie, porque es su ritual, forma parte de su rito, de su vida desde que nacieron hasta que se murieron, de su patrimonio espiritual. Si sacas esa esencia, ese perfume esencial de ahí y lo metes en el siguiente saco, que podía ser la música tradicional salmantina, metemos el pandero cuadrado. Respecto a la música de Castilla y León, cuanto más grande se hace el frasco donde mezclas las esencias, más pierde la esencia. Que cada uno haga lo que quiera. Cuando te subes a un escenario a hablar de la esencia de Peñaparda, tienes que volver a la esencia de la narración. El problema es que tú no la has olido. Hay que intentar que no se pierda el rito de nuestra niñez, de nuestros padres, de nuestros abuelos, el rito de un pueblo, el de una población, el rito de una sociedad que se identifica con estos ritos que se pierden.
¿A dónde vamos? El hecho de que pongamos la tradición siempre como madre para mejorar, como madre de la sabiduría y del bien, no lo es. Hay cosas que son tradicionales. También existen otras cosas que son hoy ritos que se deberían de morir para siempre. El de la extirpación del clítoris es un rito, y debería extinguirse, por ejemplo. Una corrida de toros es un rito. Yo soy taurino, a mí me gusta el toro, me encanta el toro en el campo. Hay ritos que nos hemos creado nosotros, pero que algunos es mejor que desaparezcan. Yo creo que la evolución de una sociedad tiene que estar basada en ir eliminando lo malo, lo pernicioso. Vamos a evolucionar hacia la paz, porque llevamos toda la vida matándonos, envenenándonos con los gases. A lo mejor tenemos que volver al burro, a los ritos.
Si tú querías rondar en el otro barrio, tenías que tener algún amigo en la otra cuadrilla, si no, esa noche había navajazos. Aquí se rondaba en invierno, porque en verano había que andar a lo que había que andar. No puedes rondar con una gaita porque se te quedan helados los dedos a tres grados bajo cero. ¿Con qué se ronda entonces? Con una zambomba que te calienta la mano al tocarla. Métete en esta escena, qué hacen ocho o diez tíos a las dos de la mañana, en una noche fría, en la calle, delante de una reja, detrás de la cual está el oscuro objeto del deseo en camisón, con una palmatoria haciendo los ocho. Su padre en la habitación de al lado, con la escopeta cargada. ¿Qué pasa allí? No es más que una masturbación colectiva, porque no puedes entrar con la que tienes tras las rejas, y lo haces cantando. El hermafroditismo, la autosuficiencia, cobijado con la música, como fue casi todo. Los pregones, la ronda, la rosca que también la hacen los lobos o los conejos. Hay ritos de apareamiento. ¿Cuál es el rito de apareamiento de un sábado de hoy? Un tío a las tres de la mañana, Óscar, vete para allá, que vamos a llenar el cubo de calimocho. El rito de apareamiento se limita a cuando la otra está igual. A mí eso me produce tristeza. Como ser humano, incluso como animal, me produce pena que haya quedado reducido a eso.
Se han cargado el baile de los pueblos. El baile agarrado que costó tanto, con el cura y el alcalde y el cabo de la Guardia Civil, allí vigilando con el silbato. Costó tanto permitir que la gente se abrazara públicamente en la plaza. Se lo han cargado en 40 años. El baile terminó por la mañana, cuando cada musico se iba a una casa a comer, y luego, por la tarde, el baile que empezaba a las nueve de la noche, donde veías bailar a la gente mayor, que era la que sabía bailar, y de ellos aprendías, Ahora empieza a la una de la mañana, cuando la gente que sabe bailar ya está en la cama. Tienes veinte tíos en el escenario tocando cosas que a ti no te suenan de nada, que no son ni bailables, ni un pasodoble. No tocan una cumbiam o un mambo. No sé cuántos miles de vatios que retumban en las casas del pueblo. Toda la noche vibrando porque están allí los 40 de siempre, con el móvil en la mano. ¿En manos de quién estamos? Están haciendo un pueblo inculto y borrego. Por primera vez, Luis, los hijos de los pobres pueden permitirse el lujo de ser unos vagos. A ver cómo le sale esta jugada.
P.- Eusebio, se dice que 'pobre aquel que no tiene pueblo'.
R.- Claro, eso es la patria. Desde que dejamos de ser nómadas, que para mí es el estado más bajo, existe un momento en que el territorio es importantísimo. Todas las guerras suceden por los territorios, los espirituales también. ¿Tú sabes por qué se baila más reguetón y más sevillanas en Castilla y León que en ninguna otra región española? Por la identidad de pueblo. Porque mientras a unos les han enseñado a presumir de lo suyo y arraigarse, a otros les han enseñado a avergonzarnos de lo nuestro. Con lo cual somos una tierra como lo fuimos antes, como Zorita de la Frontera, como frontera somos tierra de nadie que hay que colonizar. Con lo cual venga sevillanas y venga reguetón, porque aquí no hay defensas. La Dehesa, Luis, quítale la hache y ponle la f, la defensa. Aquí no hay defensas. Se nos acabó la defensa espiritual. Si tú no conoces tu territorio, no puedes amarlo. Y si no lo defiendes, alguien lo conquista inexorablemente. Frente a las conquistas hay dos opciones: la rendición o la resistencia. Nosotros no nos hemos rendido. Ante las conquistas sociales, siempre está la rendición o la resistencia. Mayalde es la resistencia pasiva. Yo resisto en mi casa, y sigo cantando, y le cuento a mis hijos. Sigo predicando en los escenarios que, ante todo, defender tu territorio espiritual es muy importante.
P.- Se habla mucho ahora de la España Vaciada.
R.- Si sobra gente, a lo mejor está bien que se vacíe. ¿Pero a dónde va? A Madrid, a ganar tres mil euros al mes, a no ver a sus hijos, a no ver a su mujer, a ser un esclavo mejor. Está mejor en Villarino con 600 euros, pero tal vez si no le quitan el centro médico y la escuela. Pero si se van, no es rentable tener un consultorio médico en Villarino. Todo esto de la España Vaciada, tú que conoces el territorio, es complicado. Puede que esta sea la cuarta emigración, es decir, la primera fue a Argentina, Cuba y México, ya hemos hablado de ella. La segunda, a Suiza y Alemania. La tercera, a Cataluña y al País Vasco por razones políticas, al estar todas las fábricas allí. Precisamente para llenarlos de extremeños, andaluces y castellanos, y que se mezclaran y dejaran de dar la vara las razas puras.
Puede que estemos en la cuarta emigración, que se hace de manera forzada, y acaba siendo natural. ¿Por qué salen los sirios de su casa? ¿Por qué estamos viendo el problema que hay a las puertas de Rusia? ¿Por qué pasó antes en Grecia? ¿Por qué pasa en Algeciras? Porque la gente, cuando no tiene forma de vivir, ya no te digo que sea un cabrero, porque hay médicos, abogados y gente de todo tipo, salen porque no tienen futuro, porque esa noche les han dicho que les van a cortar los testículos y van a violar a su mujer y a su hija. Vamos a analizar la pregunta, es para los dos. Que tú también eres de pueblo y vives en este mundo y haces un poco lo que hago yo, o yo lo que haces tú, razonar y hacer pensar a la gente. A lo mejor estamos en la cuarta emigración a Madrid, o a Salamanca, o a Guijuelo. Es decir, a los grandes núcleos cerca del mío. Si aquí me muero de asco, me voy a Vitigudino o Lumbrales, y si en estas sigo muriéndome de asco, me voy a Salamanca o a Valladolid.
Están hablando de una losa que se nos viene encima, que yo creo que lo del apagón es puro miedo. Nos meten miedo, pero sí estamos seguros todos de que con la energía nos estamos pasando, que los combustibles fósiles nos van a llevar a la extinción de la especie, porque no vamos a respirar. Esto hay que cortarlo de alguna manera, traer una lechuga de Holanda, que es mucho más barata que cultivarla aquí, tiene un coste ecológico muy alto, que es traer un camión dos mil kilómetros con la lechuga o con dos millones de lechugas. Me da igual, pero eso es un coste ecológico. Es un bicho que viene quemando gasóleo. A lo mejor la estamos cagando como la hemos cagado toda la historia de la humanidad. A lo mejor estamos escuchando a estos youtuberos de los c** que no han acabado el bachillerato, pero que dicen tonterías. Y como hay gente que los escuchan, también los enganchan. Y no escuchamos a la gente sabía y preparada que dice, señores, qué vamos a tener que hacer si queremos sobrevivir como especie, y dejarles un futuro digno a nuestros hijos. Lo que está haciendo Emiliano de Tapia, crear un grupo agrícola sostenible. Muchas tierras productivas en Florida, de Liébana, en Torresmenudas, abandonadas que ahora se cultivan ¿Quién las cultiva? Fíjate la cantidad de cosas que logra, los expresidiarios, que no los recoge nadie, los drogadictos que están en las cunetas, y los emigrantes. Mientras tanto están entretenidos y ya no fuman drogas, y se ve de dónde sale un tomate y se lo comen en la huerta. Además, está todo vendido, porque tienen una red dentro de la red de compradores concienciados, que quieren comer cosa buena, un poco más cara, que no contamina. Entonces, le hacemos caso a los youtuberos o le hacemos caso a la gente comprometida con la sociedad y el planeta.
En nuestra niñez comíamos todos los días, no necesitábamos dinero para nada. No nos asombraban los que venían de Suiza con el BMW alquilado. Teníamos nuestra vida, nuestros retos, éramos inmensamente felices, teníamos nuestro río donde uno se podía bañar, usar el corral de aseo. Cada vez que voy a mi pueblo, La Maya, y analizo lo que ha pasado en 50 años... Bebías el agua cuando te bañabas, cogíamos cangrejos, todavía cogíamos truchas a mano para merendar. El chorro de agua iba limpio. En el tema ecológico, en el monte estaba mi padre, y la demás gente, porque dependían de él, de la encina, de la bellota para el cerdo, la leña para la lumbre. Sabían lo que hacían. Controlaban su territorio. Eran autosuficientes y éramos felices. Teníamos una curandera y una comadrona que era del pueblo, teníamos pescadores, teníamos cazadores, teníamos cerdos para la bellota y teníamos una tierra excelente que sabíamos cultivar.
En nuestra niñez comíamos todos los días, no necesitábamos dinero para nada. No nos asombraban los que venían de Suiza con el BMW alquilado. Teníamos nuestra vida, nuestros retos, éramos inmensamente felices
P.- Y, además, la música para contarlo.
R.- La forma más excelsa de contar la historia de mi país es cantarla. Es verdad que ya no hay juglares como los de la Edad Media. Pero tenemos a Sabina, que canta la historia de la gente de ahora, que es el mejor poeta del siglo XX en España, y además la canta con una gran música. O el mismo Serrat. El resto es música que tú no entiendes. Mi madre no la entiende, y yo tampoco la entiendo porque no sé inglés. Cómo es posible que en un medio de difusión nacional público esté escuchando una historia de mi país que no la es, sino de un país de habla inglesa.
P.- ¿Qué es lo que nos salva de ello?
R.- La música y el deporte. Son los que nos han salvado de la guerra. Por eso es tan importante que, a veces, cuando encuentro que aquí se ha muerto la danza de palos, me cabreo mucho. ¿Cómo es posible que no hayamos sido capaces de contarle, a los que tienen 17 años, el privilegio que tienen de haber nacido en un sitio y en un tiempo, donde no hay que matar a nadie. Y encima tienes el privilegio de la fiesta de tu pueblo. Vestirse de gala, sustituir un fusil por un palo, juegas a la guerra y cambias las armas por instrumentos, los mamporros por abrazos y la sangre por el vino. Eso es un privilegio. ¿Cómo es posible que dejemos morir algunas cosas?
P.- ¿Hacia dónde camina Mayalde?
R.- Siempre he defendido que la vida es el camino, y nos estamos obsesionando con la meta. Hay que llegar a la meta, a conseguir unos valores que nos son ajenos, como darle un premio al hijo de Julio Iglesias, como mejor artista latino de todos los tiempos. Nos están inculcando unos valores que no son nuestros. Nadie habla de Lope de Vega, de Chaikovski, de Casaldáliga, de Emiliano. Todo el mundo habla de la meta. Hay que tener un chalé en Marbella, desde luego como meta.
Pero la meta es la muerte. Yo que sé a dónde va mi hija cuando avanza por el camino que nos hemos hecho a nosotros mismos, y por el que nos van marcando cada día la gente que tenemos delante. Por el camino de seguir siendo honrados, con lo que creemos que hay que serlo, con lo que transmitieron los viejos que están en un escenario. Con envolver el caramelo lo mejor que puedas, para que el nieto o el bisnieto de ese que te contó eso, que no quiso escuchar a su abuelo, lo escuche a través de ti. No sé la historia que tenemos encima. No es fácil, pero seguimos caminando y aprendiendo cada día, lógicamente.
P.- Recuerdo ese encuentro con Villarino, de donde partió todo.
R.- Llegamos a Villarino en la primera quincena de agosto. Margarita que llamaban 'La Cheriva' y las ‘Encarnas’, 'La Petaca' y 'La Corcobá', sentadas al sol. Le dijimos que nos cantaran algo. Y otra mujer dijo, pero cómo no le vais a cantar algo a esta gente, con la cantidad de canciones que sabéis. Ese fue el tema inicial, porque en aquel momento la gente que íbamos recogiendo canciones por el pueblo éramos como unos zumbados chatarreros, de los que pensaban que íbamos a reírnos de aquellas gentes. Y allí se produjo el primer rito. Ahora la cosa ha cambiado mucho. La gente te llama para que vayas a escuchar a su abuela, porque ya sabe lo que haces y cómo lo que haces. Y si vas a escuchar a su abuela, sabe que su abuela no muere para siempre, porque tú la vas a seguir recordando en el escenario.
También es verdad que la casa parroquial con Emiliano de Tapia en verano, fue muy importante. A partir de aquello, establecimos una amistad en la que hemos acabado siendo hermanos. Sobre todo viendo la labor que estaban haciendo allí. Cuando volvimos otra vez a hacer conciertos, ya iban a cantar la canción con nosotros. No sé si eso es una suplantación de personalidad o qué es lo que pasa. Pero de aquella tarde en que no nos querían cantar, a las rondas que vivimos luego en Villarino, al hecho de que mucha gente del pueblo esté pensando que la única forma de supervivencia de su patrimonio espiritual es Mayalde, es la máxima satisfacción cuando vamos a cantar en Villarino. La última vez que estuvimos, dijimos, vamos a cantar una ronda, a ver si también la cantan los vecinos. Cantamos ‘La saya verde’ y lo hacían tres. La gente joven de Villarino no sabe sus canciones.
La forma de supervivencia y de que el ‘Burro de Villarino’ suene por el mundo, a lo mejor es más grande, no solo porque cantemos las canciones de Villarino, sino porque siempre estamos haciendo la canción con orgullo de nietos, no de investigadores, y eso es importante. Hay un momento en el escenario en que soy de Villarino, no me queda otra. Esto es lo que hablabas antes del actor. Yo estoy reencarnando a la Encarna y al tío Félix. Si yo estoy cantando, no estoy cantando ‘La zambomba’ sin más. Soy de Villarino en ese momento. Sobre todo porque allí ya no hay nadie que lo haga, con lo cual yo no estoy imitando a nadie, ya se acabó a quién imitar. En un primer momento, la cantabámos en Villarino, y todavía Eusebio los imitaba. Ahora, si hay alguien que lo hace, ya será imitarme a mí, imitar a Mayalde, porque el imitador anterior se fue. Y ese fue el encuentro con Villarino, que sirvió para otros muchos encuentros con las gentes que ya se han ido y nos han dejado su legado, y merecen todo nuestro recuerdo y respeto.