Pizarrales, el barrio que surgió como un suburbio de emigrantes para convertirse en obrero
Sigue el turno del repaso a la historia de los barrios de Salamanca. En esta ocasión viajamos hasta uno de los más emblemáticos, Pizarrales, en lo alto del teso
31 diciembre, 2021 08:27Noticias relacionadas
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Tras varios capítulos anteriores dedicados a los barrios de Salamanca, hoy es el turno para Pizarrales, cuyos orígenes se sitúan a comienzos del siglo XX, al cotruirse una grupo de viviendas sin orden urbanístico en un teso situado en la carretera de Salamanca a Ledesma. Como explican desde la asociación de vecinos Muníbar, eran merenderos y casas de labor de gente que llegaba a la ciudad en busca de un nuevo modo de vida. A espaldas de la ciudad nace un suburbio, en el que sus habitantes viven del pequeño comercio, de algunas tareas agrícolas, de un intercambio precario de mano de obra, o bien alimentándose de las sobras de la ciudad que ya, desde el principio, les resulta hostil. Casas hechas básicamente de pizarra, de ahí el nombre del barrio.
El barrio no dejó de crecer. En 1916 se construyó la iglesia vieja, al año siguiente se constituyó la Sociedad de Socorros Mutuos, en 1918 se instauró una primera escuela y en 1920 un puesto de la Guardia Civil. "Apenas quedan restos de aquellos principios. Tan sólo el espíritu y la fisonomía de las primeras viviendas que se levantaron a fuerza de quitarle horas al sueño. Eran viviendas construidas por e1 mismo usuario y edificadas de manera ilegal en los terrenos de la Duquesa del que a veces se apropiaban por la fuerza de los hechos consumados", añaden desde Muníbar.
Pizarrales fue siempre un barrio obrero
La falta de agua hizo proliferar los pozos y fuentes 'caño Mamarón' o 'la Cagalona'. En 1927 se construye un depósito público y la segunda de las escuelas en el teso de la Cabaña. Luego llegaron tiempos sombríos con la Guerra Civil y todo lo que aconteció antes y después. Pizarrales fue siempre un barrio obrero, donde surgió el Grupo Cultural Instructivo de Obreros Republicanos, de ahí que las represalias fascistas fueran mayores. El barrio se llenó entonces de viudas y huérfanos, "haciendo todo lo que está en sus manos para paliar en la medida de lo posible la falta de los recursos más básicos. Se saca a los hijos del colegio para que arrimen el hombro y entre todos traer algo que meter en el estómago. Algunos seguían sin salir de la cárcel. Los demás subsistían a base de tocino rancio, pan negro o las famosas conejinas, por no hablar de las cartillas de racionamiento o el estraperlo para conseguir lo más principal, sin olvidarnos del comedor de auxilio social”.
El barrio volvió a resurgir gracias al médico Alfonso Sánchez Montero, que llegó a ser concejal. Consiguió que sus visitas a camas compuestas por piedras con unas tablas y por colchón, sábanas y mantas, con sacos de arena o cemento, se fueran transformando en mejores condiciones. Llegó la farmacia del señor Ángel, el teatro en el local de la señora Victorina y la expansión hacia lo que hoy se denomina barrio del Carmen, en la zona de Villar y Macías. También el cine. "El señor Ulpiano, con su linterna, ponía firmes a los chavales para que no armaran jaleo, mientras arriba, en la sala de máquinas, el señor Paco se afanaba con el proyector, aguantando los silbidos de la chiquillería cada vez que se producía un apagón para cambiar el metraje de la película".
Tras años de emigración llega la parroquia de Jesús Obrero y la nueva Asociación de Cabezas de Familia, levantándose una nueva iglesia, y por fin llega el agua corriente a las viviendas. "Atrás quedaron días y días de trabajo, donde otra vez tuvieron que ser los vecinos con su aportación personal de dinero y mano de obra, quienes irán comiendo a la tierra, las zanjas donde irán las tuberías. Tuvieron que atravesar tres carreteras, subir y bajar cuestas y así hasta llegar a la puerta de la casa de los vecinos. Hubo cantidad de anécdotas y algún que otro accidente, pero todo quedó compensado cuando el agua salió por el grifo. Ya no había que ir a buscar el agua a los caños, ni tener que ir a los lavaderos. Llegó el progreso".
Al llegar la democracia, también cambia la fisonomía de Pizarrales, cuyas típicas casas bajas se van viendo sustituidas paulatinamente por bloques de viviendas. Aunque todavía hoy día es posible ver viviendas unifamiliares como las que se pueden encontrar en cualquier pueblo de la provincia de Salamanca.
Vida social
Los habitantes de Pizarrales se relacionaban cuando iban a buscar agua o comida, o al bajar al río para lavar la ropa. "Ahí sí que había momento para la distensión, se sacaban a relucir los trapos sucios y se lavaban de arriba a abajo y de derecha a izquierda. Pero esto era muy importante porque allí era donde se enteraban si María había dado a luz o si el marido de Manolo estaba sin trabajo y había que ayudar a esa familia con los niños, o se ponían hablar de lo bien que se lo han pasado durante las fiestas del Corpus. Sobre todo de lo bonito que estaban los ramos de las mozas casaderas, de 1o animado que estuvo el baile hasta altas horas de la madrugada y lo guapas qque habían quedado todas las casas encaladas de blanco”, recuerdan desde Muníbar.
La construcción de grandes edificios hace medio siglo también cambió la estructura social del barrio. "Empieza a llegar al barrio una incipiente clase media, que no siente Pizarrales como algo suyo, lo que unido al progreso general de la sociedad española, va a traer consigo una mayor individualismo y por tanto, la pérdida paulatina de la identidad del barrio. Ese proceso, en el que todavía nos hallamos inmersos, ha desembocado en un barrio con mayor calidad edificatoria y mejores niveles de bienestar, pero también en una colectividad más insolidaria y negadora de su propia personalidad, de su propia historia".
Historia también asociada a la delincuencia por la lacra de la droga. Hablar de Pizarrales en el resto de la ciudad es hacerlo de forma despectiva, cuando se trata de una minoría que da mala fama a una zona siempre obrera. Antaño se relacionaba con El Lute y sus fechorías, hoy día con los tiroteos y ajustes de cuentas por el narcotráfico. Pero, como recuerdan los propios habitantes del barrio, un garbanzo negro no estropea un cocido, y el de Pizarrales está elaborado con productos autóctonos de Salamanca, un guiso que cada día busca estar aderezado con los mejores ingredientes. Un barrio como ejemplo de sociabilidad y participación.