De todos es conocida la historia literaria del Lazarillo de Tormes, como también la canción de las avellanas y de La Chana. Hoy es el turno para Tejares, un pueblo convertido en barrio de Salamanca que es río, historia, música y literatura. Originalmente fue un municipio independiente, surgido en la Edad Media en torno a la orilla sur del Tormes tras las repoblaciones llevadas a cabo por los reyes leoneses. Ya en 1148 aparece mencionado al ser otorgado al Obispado de Salamanca por el rey Alfonso VII. Cuna del Lazarillo de Tormes, la obra literaria de trascendencia mundial que sitúa al protagonista naciendo en lo que hoy es la pesquera. En el libro se menciona a Tejares como la aldea "más grande e importante" junto a Salamanca.
De sus aguas mineromedicinales se aprovechaban los múltiples negocios de fabricación de tejas y ladrillos de adobe que dieron nombre a la localidad. Inmuebles de planta baja a lo largo de lo que hoy día es la avenida de Lasalle que enlaza con la avenida Juan Pablo II, entre Chamberí, Los Alcaldes y Buenos Aires. Tal fue el crecimiento de la ciudad, que alcanzó los terrenos de Tejares y en 1963 terminó por integrarse en la capital como un barrio más.
"Las fábricas habían desaparecido y mucha gente se había ido a la capital a vivir, el pueblo se estaba quedando sin habitantes. Desde Salamanca les convencieron que sería mejor ser barrio y aceptaron", recordaba a este periódico Sebastián Martín, tejareño cuyos padres regentaron durante décadas una tienda de ultramarinos. Así, no hubo especiales protestas.
Cabe recordar la zona de la cooperativa, donde actualmente hay una urbanización y diferentes naves industriales, el antiguo convento en la zona que hoy ocupa el parque del Cañón y el palacio de verano de los marqueses de Castellanos, del siglo XVIII, que ahora alberga el Centro Superior de Educación Vial de la Dirección General de Tráfico, pionero y único en España. También destaca la estación de ferrocarril, hoy en desuso, por donde antaño circulaban los trenes que atravesaban el río Tormes a través del destruido puente de La Salud. "Aquello fue todo un acontecimiento". Y qué decir del antiguo molino, que se usó después para la producción de electricidad y en la actualidad es objeto de polémica por la pesquera.
La vida se realizaba en torno al río, donde los chavales acudían a jugar cada día en busca de lagartijas, sapos y ranas. De hecho, era costumbre, no muy recomendable y hasta censurable, introducir una pajita a los anfibios para soplar y que se hincharan. También para bañarse en verano, compaginando los juegos en el frontón.
Dos señas de identidad
Pero la sociedad de Tejares tenía también dos señas de identidad. Una ya no pervive, la antigua escuela de los Hermanos de La Salle, que posteriormente se convirtió en las dependencias de la Policía Local y tras el avanzado estado de ruina y la construcción del nuevo cuartel en La Aldehuela, este inmueble fue demolido. Otra sí perdura en el tiempo, la romería de la Virgen de la Salud, las fiestas patronales del entonces pueblo.
Era momento de celebración no sólo para los habitantes de Tejares, sino para todos los barrios del arrabal de Salamanca. En torno a la iglesia se instalaba uno de los mercados de alfarería más importantes de la provincia, hoy en día transformado en puestos de golosinas, regalos varios y las almendras garrapiñadas, una costumbre que no se ha perdido pese al paso de los años. Como tampoco la chanfaina, que todavía elaboran algunos bares de la zona para deleite de los amantes de este plato típico de Salamanca. "La gente se llevaba los botijos de Tejares, era casi tan tradicional como la procesión, venían andando desde Salamanca y luego allí en verano veías botijos de Tejares por todos los lados".
La talla de la Virge de la Salud era, y es, de gran veneración por parte de los salmantinos. Se dice que fue encontrada en el siglo XVII en el mismo Tejares y, según cuenta la leyenda, habría existido una virgen anterior del siglo XII, destruida en la Guerra de Independencia. La imagen actual sigue procesionando cada Octava de Pentecostés y es motivo de reunión para los antiguos habitantes de Tejares que durante el siglo pasado se trasladaron a la capital u otras provincias de España.
Ya en 1903 escribía Celso Gomis en ‘Hojas Selectas’, que “quien acertara a llegar a Salamanca el 20 de junio por la tarde, se creería en una ciudad completamente abandonada. Tanta es la soledad que en tal día y a tal hora reina en las calles de la que en otro tiempo fue brillante emporio de la ciencia. Desde las primeras horas de la mañana del citado día, en que el vecino lugar de Tejares celebra su fiesta mayor, no se ve más que una larga hilera de gente que cruza el antiquísimo puente romano del Tormes y se pierde entre las nubes de polvo que se levantan de la carretera de la Fregeneda. Al llegar la tarde, apenas queda ya persona viviente dentro de los muros de la antigua Salmántida. A caballo algunos, muchos en carruaje y a pie los más, todo el mundo se ha trasladado al lugar de la romería. Pintoresca en extremo es la gran mezcolanza de tipos y trajes que por doquier se ven. Nada diremos de la elegante dama, por ser su traje el mismo en todas partes; pero merecen especial mención, por su modo de vestir, la linda artesana, la airosa charra y la robusta serrana”.