Juan Francisco Blanco González (Villar de la Yegua, 1956) está considerado como uno de los principales investigadores de la cultura tradicional en España. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca (1979), ha dedicado su vida profesional a la escritura, la investigación y la divulgación de la tradición oral y a la gestión cultural, sin dejar de lado, siempre lo ha recordado, su faceta de profesor. Entre otros cargos, ha desempeñado los de director de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura (2003-2008) y del Instituto de las Identidades de la Diputación de Salamanca (2009-2022), hasta que le ha llegado el momento de la jubilación, el pasado mes de noviembre.
Ha desarrollado actividad docente como profesor colaborador de los Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca desde 1979. Ha impartido cursos y conferencias en la Universidad de Valladolid, en la Universidad de Cantabria, en la Universidad de Valencia y en la Universidad de Oviedo. También en la Universidad Veracruzana (México) y en el Colegio Nacional de Buenos Aires (Argentina). Además, recordar que colabora con diversos medios de comunicación, comenzando esta faceta en El Adelanto de Salamanca, allá por 1976.
Es autor de más de un centenar de artículos en diarios y revistas (impresos y digitales) y de más de cincuenta publicaciones, entre las que se incluyen obras individuales y colectivas (revistas de estudios, volúmenes monográficos y catálogos) con estudios sobre el patrimonio inmaterial y la tradición oral. Para quien realiza esta entrevista destacan los libros 'Brujería y otros oficios populares de la magia' (1992) y 'Salamanca. Patrimonio inmaterial' (2021) que puede ser su legado en el Ides de la Diputación de Salamanca.
- Después de 43 años, ya llega un momento para respirar libertad en una nueva etapa.
- Claro, 43 años trabajando y, además, con responsabilidades, casi siempre en el ámbito institucional, hay una parte de uno mismo que deja al lado la mochila para que otro la tome. Es el privilegio de jubilarte. Uno se queda con aquello que le llena, con lo que cree, pensando que todavía tiene cosas que decir, que escribir, que trabajar, que investigar, que conocer. Porque, en definitiva, el ser humano está hecho para el conocimiento. El ser humano, si no es curioso y tiene ganas de aprender, está muerto. En ese sentido, te puedo asegurar que estoy más vivo que nunca. A pesar de que esté jubilado, lo único que he cambiado en mi vida, o que pienso cambiar, es esa mochila de responsabilidades públicas. Soy hijo de Guardia Civil, y mi padre y yo estuvimos en dos o tres pueblos. Él era del escalafón más bajo de la Guardia Civil. Yo aprendí de él una cuestión, que un servidor público tiene que serlo 24 horas. Él nos enseñó a los hijos, todos somos trabajadores públicos, la vocación de lo público. Así que es verdad que, mientras he estado trabajando, he llevado con mucha vocación y orgullo esa mochila de la responsabilidad, porque me considero vocacionalmente un trabajador público. Esa parte es la que termina en el momento en que me jubilo. La otra parte, la del conocedor, investigador, creador, escritor y comunicador incluso, se va a potenciar mucho más.
- Desde hace muchos años también suma una experiencia laboral dentro de lo que es el mundo de la cultura tradicional.
- Diría 43 años de experiencia en la cultura salmantina, con especial incidencia en la cultura tradicional. Y digo esto porque he tenido el privilegio de ser espectador y actor en una tierra, como tú bien sabes, muy fructífera para la cultura. En ese sentido, trabajar por y para la cultura en Salamanca es un privilegio y un honor, pero también un viacrucis, porque Salamanca, que en sí es el mejor marco que pueda existir para hacer y trabajar por la cultura, también es un territorio complicado. Es un territorio de aristas que tienes que tener cuidado, porque te dejas la piel en cuanto te rozas con determinadas aristas de esas. Y me refiero sobre todo al ámbito humano, que al final es lo que pervierte un poco la vida y el trabajo, y muchas otras cosas. Salamanca tiene, por una parte, ese problema de las aristas humanas que hacen difícil todo.
- ¿No es demasiado complicado el mundo de la cultura tradicional en Salamanca?
- Luego hay otra cuestión en el tema de la cultura donde yo he estado, y es que Salamanca es un jardín, pero es un jardín, sobre todo, de egos, y eso es muy complicado de gestionar. Salamanca, en el ámbito de la cultura, tiene un pro, entre otros muchos problemas y otras muchas cosas positivas. He vivido un momento muy complicado en el sentido de intentar trabajar lo mejor posible en este jardín de egos, que hace que las cosas se dificulten. Pero al mismo tiempo, también me he encontrado y he tenido experiencias muy interesantes. Recuerdo dos años muy específicos de mi vida como gestor cultural, fíjate que fueron, creo recordar, desde el 2006 al 2008, cuando era director de la Fundación Municipal de Cultura.
Hasta ese momento, Salamanca había sido siempre un reino de taifas. Tú lo sabes, que has estado en la cultura. En este sentido, cada cual andaba a su bola. Quien más dinero tenía ejercía mayor poder, hacía y lucía más. Por un lado, estaba la Fundación Caja Duero, por otra parte, la Universidad de Salamanca, por otra la Diputación, el Ayuntamiento por otra y la Junta de Castilla y León por otra. En los últimos años, como director de la Fundación, conseguí que se dejaran los egos en casa, y se comenzara a gestionar y a hacer cultura en beneficio de todos. No por mérito personal, probablemente porque hubo una coincidencia de que las personas que estaban a la cabeza de esas instituciones participaban un poco de mi misma filosofía. Y en aquellos momentos fue todo muy fácil o mucho más fácil, porque las gentes responsables de la cultura procurábamos trabajar sin necesidad de que estuviéramos en espera, como dicen en los pueblos. Aquello creo que fue una excepción rara, porque después yo percibo que todo sigue un poco igual. Fui un trabajador por la cultura, con momentos difíciles, en un territorio complicado, en un jardín difícil de cultivar, con esas aristas, con esas espinas, pero también con cosas muy positivas. En cualquier caso, trabajador público, con vocación de trabajar con dinero público en beneficio de los ciudadanos. No sé si lo he hecho bien o lo he hecho mal, pero siempre con esa cuestión obsesiva en mi mente.
"El ser humano está hecho para el conocimiento, si no es curioso y tiene ganas de aprender, está muerto".
- Y entramos en materia tradicional. Primero, Escuela de Tamborileros, luego Centro de Cultura Tradicional y, al final, ha dejado usted este departamento como Instituto de las Identidades Provinciales de la Diputación de Salamanca, que ha llegado a tener un éxito bastante notable.
- Es curioso, porque la Diputación de Salamanca ha sido un ejemplo muy raro en el ámbito español a lo largo de su historia, por lo que ha hecho por el mundo de la tradición. De alguna forma apoyó, en su momento, la publicación del 'Cancionero de Dámaso Ledesma', como ha hecho con otro tipo de iniciativas en beneficio de la tradición. Cuando crea en el año 74 la Escuela de Tamborileros, realmente da un paso adelante creando una herramienta para que todo esto no se pierda. La Escuela de Tamborileros se mantuvo hasta el año 80, que pasó a ser Escuela de Folclore, que es cuando entramos, entre otros, Ángel Carril, Eusebio y Pilar Mayalde y yo. A partir de ahí, a los dos años, se le da una vuelta de tuerca más y se crea el Centro de Cultura Tradicional, bajo la dirección de Ángel Carril. Es cuando se compra el edificio de la Plaza de Colón, que pertenecía a Cruz Roja, y así se mantuvo durante unos años hasta que fallece Ángel Carril, y le ponen su nombre al Centro, del que estuve unos meses como director. Me marcho a la Fundación Municipal de Cultura y, cuando llevaba cuatro años como director, se ponen en contacto conmigo desde la Diputación. Me preguntan si deseaba regresar a la Institución provincial. Yo tenía claro que cumplía mi compromiso con el Ayuntamiento, de cuatro años, y para regresar al Centro de Cultura Tradicional.
La Diputación buscaba darle otro aire al Centro, y comencé a colaborar con ellos para redactar lo que iba a ser el Instituto de las Identidades Provinciales. Cuando regresé a la Diputación, en unos meses, se cerró el proyecto. Se lleva al pleno provincial y se aprobó por unanimidad crear el Ides. Un proyecto más abierto que el Centro de Cultura Tradicional, porque no mira solo al ámbito de la tradición. Aunque, debido a las crisis sucesivas desde que se creó, han impedido su desarrollo, como estaba previsto abrir otros flancos. Porque, al fin y al cabo, las identidades de un grupo, Luis, no son sólo las tradiciones. Está el paisaje, está la economía, está la historia y muchas cosas más. Eso no se pudo desarrollar porque la crisis no lo permitió. Pero creo que, hoy por hoy, el Instituto de las Identidades es un proyecto que tendría muchísimo futuro, siempre que la Diputación esté dispuesta a apoyarlo.
- ¿Cómo está la cultura tradicional en Salamanca, en este momento?
- Hay mucha gente vinculada a la cultura tradicional. Me parece que la cultura tradicional necesita, siempre lo digo y muchas veces, que para dedicarse a la cultura tradicional es fundamental, primero la humildad, en segundo lugar, la honestidad, y en tercer lugar, el rigor. Hacen falta muchas otras cosas, pero la humildad, la honestidad y el rigor es fundamental. Este es un planteamiento que le hago siempre a mucha gente que ha venido mientras yo he estado de director del Ides. Visitas de mucha gente joven, estudiantes interesados en hacer trabajos de investigación o para enfocar diferentes temas de la cultura tradicional.
En ese sentido, tampoco conozco a fondo a todo el mundo. Creo que humildad no hay demasiada. Por eso te hablaba antes de los egos. Siempre digo, los que nos dedicamos a esto hemos bebido de las fuentes del pueblo. Toda la gente que nos ha contado era gente humilde, con actitudes humildes. ¿Por qué no aprendimos ese primer mandamiento de la humildad? A mí eso me preocupa mucho, porque claro, si ya vamos por la vida de sobrados, y no nos damos cuenta de que, cuanto más estudias la cultura tradicional, te das más cuenta de que no sabes nada, de que tienes todo por aprender. Si eso es tan evidente, es que no tienes otra salida que ser humilde. La honestidad es un mandamiento fundamental, porque si tú no eres honesto, mal vamos. Uno de los problemas de la tradición oral es que la fuente de la que tú vives es lo que te cuentan. Tú no vas a un archivo y utilizas un documento que está ahí, porque si tú lo escribes mal, vendrá otro investigador, volverá sobre el documento y te dirá que te has comido tres líneas. Pero ahí, en la tradición oral, no es así. Tú vas, hablas con la gente, grabas o no grabas la encuesta que estás haciendo. Pero lo que sí es cierto es que, al final, tú escribes y cuentas teóricamente lo que te han dicho. Te puedo decir que sé de casos donde he percibido deshonestidad, porque ha habido gente que ha dicho que esto lo ha recogido en tal sitio, de esta manera, y es mentira.
- Sí, a esa cuestión me refería principalmente.
- Esa deshonestidad claro que existe. No quiere decir que la gente que se dedica a la cultura tradicional en Salamanca sea deshonrosa. Y en cuanto al rigor, tiene que ver con el conocimiento. Y sí percibo que sería necesario mucho más conocimiento. La etapa en que he estado como responsable, primero de los últimos tiempos del Centro de Cultura Tradicional y luego como director del Ides, reconozco que he enfocado el tema de la tradición de manera diferente a como se había hecho antes con Ángel Carril, o con los anteriores. Con Pilar Magadán era gente que miraba a la tradición, sobre todo a través de la música, en el tema del baile, en lo que hoy entendemos como folclore, que es realmente el folclore musical. Pero frente a todo lo demás, que es la mayor parte, lo musical es una parte mínima. Hasta ahora siempre se ha mirado la música, porque es una cuestión que llama mucho la atención. En cambio, mientras he dirigido estos proyectos, siempre lo he hecho mediante el conocimiento. Es decir, hay que ir al fondo de la cuestión, hay que analizar, hay que estudiar, hay que diseccionar y hay que llegar a saber el porqué de las cosas. Y, sobre todo, hay que superar muchísimos estereotipos, y la música es uno de ellos. Es importante, pero no solo es eso. Por tanto, mi trabajo ha ido un poco por ahí, y para llegar a eso es necesario tener formación y conocimiento. Veo que a veces hay gente que habla públicamente y dice cosas sin fundamento, sin conocimiento y sin formación. Y lo que ocurre es que cuando la gente de abajo te escucha y tú estás en un escenario o estás en un lugar donde se te escucha públicamente, el problema es que cree lo que tú dices porque no tiene filtro. Nadie le ha enseñado a decir uy!, esto que está diciendo no me lo creo. Quienes se dedican o nos dedicamos al mundo de la tradición, tenemos que decir las cosas con fundamento. Si tú las dices con fundamento y con honestidad, por lo menos, ganarás algo que hoy apenas existe en las relaciones, que es el respeto.
- ¿Existe mucha contaminación en lo que es la cultura tradicional?
- Hay contaminación porque no hay rigor, porque todo está bien, se dicen cosas y nadie las replica. Entonces, claro que hay contaminación, porque en la cultura tradicional nadie pone coto, nadie restringe, nadie pone un filtro para que tú te acerques a la cultura tradicional y digas lo que quieras decir de la misma. Yo sí creo que debemos ser un poquito más selectivos a la hora de prestar atención, y conceder autoridad a alguien que nos habla de tradición. Cuando sea alguien formado, riguroso, honesto, entonces vamos a escucharle y, a lo mejor, dice alguna cosa en que esté equivocado. Como tantas cosas habré dicho yo, pero siempre desde la honestidad y el rigor. Eso es necesario.
- La cultura tradicional es mucho más que folclore.
- Absolutamente. El folclore musical, prefiero utilizar ese término, porque la palabra folclore se inventó para el patrimonio inmaterial y para la cultura tradicional en general. Luego se centró mucho la palabra en lo musical, por eso prefiero hablar de folclore musical. Es verdad que el folclore musical ha permitido arrastrar grandes cantidades de gente, porque le toca la fibra, le toca el sentimiento y le toca la pasión. Y cuando estamos hablando de sentimientos, estamos en otro orden. No es el corazón y no es la razón. Y aquí estamos en esa lucha. La música tradicional, el folclore musical, va directamente al corazón y yo muchas veces abogo porque el conocimiento, la razón, no la perdamos de vista. Es decir, la música, el folclore musical es una parte pequeñísima de todo el patrimonio de la tradición y, sin embargo, es la más conocida y parece que es lo único. No, no! Eso es solo una parte. Está por reivindicar todo ese no. Hay mucha gente que lo hacemos, muchos etnógrafos que defendemos el conocimiento a fondo de todas estas cosas.
- ¿Qué zonas destacaría como más emblemáticas en la cultura tradicional de la provincia Salamanca?
- Sabes qué pasa, que otro de los estereotipos que he querido romper es pensar que lo típico es una relación directa de lo que llama morfológicamente la atención, aquello que conserva más patrimonio inmaterial. Pues no necesariamente. Es decir, es verdad que quien visite la provincia de Salamanca se va a fascinar. Si viaja hacia el sur, la Sierra de Francia, o si vas a Las Arribes, te vas a sentir fascinado. ¿Eso quiere decir que no hay patrimonio inmaterial en La Dehesa, en La Armuña, en El Campo de Peñaranda, en la zona de Alba o en la zona de La Raya, en el campo de Argañán, que es mi zona? Absolutamente no, porque yo he mamado de la teta de la tradición en mi pueblo, en Villar de la Yegua.
Recuerdo una discusión que tuve con Caro Baroja respecto al mundo de la brujería. Tú sabes que uno de los trabajos a los que yo le tengo más cariño es mi libro sobre brujería, 'Brujería y otros oficios populares de la magia' (1992). Ese libro lo hice un poco por cabezonería, por dos cosas, por un intercambio de opiniones con Julio Caro Baroja, uno de los padres de la antropología española. Caro Baroja era uno de los máximos expertos en normas y expertos en brujería, pero muy centrada, sobre todo, en Navarra y en el País Vasco. Y él decía que el fenómeno de la brujería estaba muy localizado por allí también, quizá por Galicia, incluso en Canarias. Pero en esta zona nuestra decía que apenas había. Y yo le dije, mire, don Julio, no me lo diga a mí, que he escuchado cosas que me contaba mi abuela de brujas, de gatos negros y tal. Entonces, un poco por cabezonería, y porque también mis alumnos del Seminario de Folclore me reclamaban que por qué no hacía un trabajo, porque no había nada escrito de esto, hice mi libro y me dediqué diez años para contarlo.
Claro que todo este territorio del pensamiento, de lo que es el imaginario popular, de lo que es eso que no se toca, ves un baile, ves un edificio y te piensas que esos edificios van vinculados a que hay mayor cantidad de patrimonio. Te diría que es verdad. Las zonas como la Sierra sí tienen algo más de patrimonio. Es porque han estado aisladas más tiempo. Y ese aislamiento ha permitido que a menor contacto con la cultura de fuera, se hayan conservado. Pero el patrimonio inmaterial existe en todos los sitios. Hay que romper una lanza en ese sentido, en decir que tenemos una provincia, lo es y tú lo sabes mejor que nadie, absolutamente deslumbrante, de contrastes comarcales, de formas de culturas distintas. Tenemos una zona claramente leonesa y una zona claramente castellana. Y entre esas diferencias hay puntos de intersección y puntos que se tocan. Nosotros somos un cóctel de muchas culturas. Venimos influidos por las culturas del norte, sobre todo a través de la repoblación. Y también tenemos influencias de Extremadura y tenemos de otra zona, Lusitania. Esa es nuestra personalidad.
- Y de esas influencias, me gustaría que diese su opinión sobre la raya entre Portugal y España, que hay similitudes también.
- Mira, yo creo que la raya es una forma de cultura compartida. Es verdad que el uso cotidiano de la lengua, determina, digamos, una raya real. Pero la verdad, cuando compruebas y contrastas experiencias etnográficas con gente de la otra parte, de lo que es el caso, por ejemplo, de Mario Correia, que es una persona emblemática y respetable. Esa gente que yo te decía antes, honesta, humilde, rigurosa, un ejemplo en Sendim. Te das cuenta de que tenemos tantísimo en común en mascaradas, en bailes, en músicas, en creencias, en relatos populares. Es decir, en el fondo, somos muy parecidos.
Es verdad que la mentalidad de frontera genera ciertos comportamientos específicos, que tienen que ver con la economía. Vale todo el tema del contrabando, de cosas de ese tipo y que, también, denota como determinadas formas de, por ejemplo, gastronómicas, no se ven muy influenciadas de los alimentos que proporciona el otro lado. Pero yo sinceramente creo, y eso comparto y vuelvo a mencionar a Mario Correia, porque lo admiro mucho, que hay una comunidad rayana. Él defiende mucho ese concepto de lo rayano, y yo me considero rayano porque Villar de la Yegua, que es mi pueblo, está a ocho kilómetros de la frontera de Aldea del Obispo. Claro que yo soy rayano. Sí creo que está por reivindicar y, quizá, las instituciones deberían potenciar más proyectos de este tipo.
Creo que faltan proyectos de uno y otro lado. Pero esos proyectos, si no hay un apoyo desde las instituciones públicas, no se pueden llevar a cabo. Y hay gente honesta, respetable, que puede realizar ese tipo de proyectos. Se debería hacer más y reivindicar y potenciar algo que hemos dejado ahí, y que ahora apenas parece que empieza a despertar el interés por la raya. Porque ha habido varios proyectos. Recuerdo un proyecto de investigación que se presentó a las becas de investigación etnográfica, justamente sobre la raya, y el jurado entendió que merecía la pena apoyar. Apenas se ha trabajado el tema de la raya. Es un camino todavía que hay que caminar y que hay que desbrozar mucho.
- Finalmente, ¿y ahora qué?
- Respecto a mí ahora, todo. Una de las cosas de las que me siento de verdad muy honrado es de haber merecido la confianza de las instituciones. Porque, además, yo nunca he buscado los cargos de responsabilidad, de los que de alguna manera he tenido la suerte de estar en una vía de tren en el andén correcto. Quiere decir esto que por delante de mí han pasado muchos trenes. En algunos no me he subido, ni mencionaré aquí, muchísimo más ambiciosos de los que yo he ocupado. Pero en los que yo me he subido es porque me han invitado. Me han dicho ven. Esa parte ya no está, así que ahora ya elijo yo. Ya no tengo esas responsabilidades y ahora tengo muchísimo por hacer. Quiero desarrollar mucho más la vía de la comunicación, que he seguido manteniendo. Tengo que revisar mucho de lo que he hecho. Tengo que hacer muchas cosas nuevas y, sobre todo, quiero desarrollar la parte de la escritura creativa. Yo le debo a mi hijo, desde hace 31 años, un relato que le prometí cuando nació su hermana, porque para escribir necesito serenidad y tranquilidad. Eso quiere decir que en 31 años no la he tenido y no he podido hacerlo. Ese relato que le prometí a mi hijo, lo espero poder hacer con salud. O sea, creo que voy a necesitar como otras dos vidas más para dar salida a todo lo que ahora mismo tengo planificado, que es mucho y, desde luego, con toda la ilusión del mundo.