Entre los lugares de memoria histórica que existen en la provincia de Salamanca se encuentran, con nombre propio, Los Arapiles. Estos montículos o cerros, entra las de la historia cuando los ejércitos aliado -con los ingleses a la cabeza- y francés se enfrentan a fuego y muerte, en la memorable en una memorable jornada del verano de 1812. Que, a la postre, sirvió también como fuente de inspiración literaria.
Cerca de la ciudad de Salamanca, a menos dos leguas de distancia, que es como decir unos ocho kilómetros, en la cima de un montículo conocido como el Arapil Grande, un pequeño monumento recuerda, a quienes allí llegan que, en 1812, tuvo lugar una de las batallas más cruciales de la Guerra de la Independencia. Los ingleses, pero también los franceses, la conocen como la Batalla de Salamanca, y los españoles como Batalla de Los Arapiles.
Una batalla, por cierto, que narró con ese estilo tan propio de prosa como fuente histórica, Benito Pérez Galdós, en su serie 'Los Episodios Nacionales' como 'La Batalla de Los Arapiles', considerada por los expertos como una joya bibliográfica, que es un capítulo de la Guerra de la Independencia en la provincia de Salamanca.
Los Arapiles, en el término municipal de Arapiles, existen dos cerros y una gran planicie, que emergen en el horizonte y son vistos desde cualquiera distancia, están declarados Sitio Histórico. Allí, el 22 de julio de 1812 se libró una de las más importantes batallas de la Guerra de la Independencia, entre las localidades de Arapiles, Las Torres, Calvarrasa de Arriba, Aldeatejada y Miranda de Azán.
Más de 100.000 soldados de ambos bandos participaron en los enfrentamientos. Una jornada de auténtico pavor, con miles y miles de muertos, que concluyó con la aplastante derrota del mariscal francés Marmont a manos de la fuerza aliada comandada por Lord Wellington. Tal fue así, que los franceses sufrieron 12.500 bajas, y los aliados unas 5.200. El rey José I Bonaparte tuvo que huir a Valencia, dejando la capital de España como escenario para la entrada triunfal de Lord Wellington.
La batalla de Los Arapiles privó a los franceses de las bases y los arsenales que necesitaban para llevar a cabo la invasión de Portugal, imprescindible para librarse de la constante amenaza que constituía el ejército aliado comandado por Lord Wellington. Además, la derrota francesa en Salamanca en julio de 1812 marcaría, junto con la desastrosa campaña de Rusia de ese mismo año, el principio del fin de la Europa napoleónica.
No obstante, en noviembre de ese mismo año el ejército aliado se vio abocado a retirarse tras verse impotente para tomar la ciudad de Burgos, deshaciendo el camino, volviendo a la seguridad de la frontera con Portugal y dejando a los ciudadanos de Salamanca abandonados a su suerte.
Existe un recorrido señalizado, que conduce al viajero por los distintos emplazamientos del campo de batalla. En el pueblo de Arapiles, un Aula de interpretación informa de los pormenores de la cotienda.
Pequeño acercamiento a la batalla
Por las orillas de los ríos Duero y Guareña, descendiendo hacia el sur, marchaban los dos ejércitos, sin perder la vista uno del otro, cada cual por su orilla. Ello, con un único sentido, buscar un lugar idóneo para el enfrentamiento. Y fue así, encontraron el lugar preciso cruzando el Tormes, al sur de Salamanca. Es decir, en la inmensa llanura, con algún montículo, como los dos arapiles, que se encuentra en Arapiles. Dos pequeños montes, uno más alto, el Grande, alargado que, curiosidad, solo sobresale un metro por encima del Chico, más redondeado y situados uno enfrente del otro.
Tras una jornada muy sangrienta, los miles de muertos y heridos quedaron esparcidos por la llanura y, más tarde, fueron incinerados. Los heridos fueron evacuados a los conventos de la ciudad salmantina habilitados para hospitales y los prisioneros franceses, que perdieron la batalla parapetados en el Arapil Grande, fueron llevados a los corrales del Arrabal y al Teso de la Feria.
Sobre esa llanura y en las laderas de los Arapiles, quedaron 964 muertos de los aliados. Y entre los franceses fueron 5.000 entre muertos y heridos y 2.000 prisioneros. Como señala el historiador Araújo ('La Batalla de Salamanca', Facsímil de la Diputación de Salamanca), la batalla fue "gloriosa y decisiva", mientras que para Villar y Macías fue "sanguinaria para ambos combatientes". Mientras que para otros historiadores, esta Batalla de Los Arapiles, o de Salamanca, vino a "cambiar el sentido de la Guerra de la Independencia".