Sería ridículo olvidarse de sembrar en los primeros meses del año y primavera, querer holgazanear luego durante todo el verano, y pretender al final acudir afanosamente en otoño a recoger la cosecha. En las labores del campo, como en la vida misma del hombre, lo normal es –aunque siempre se está expuesto a incertidumbres–, que al final se cosecha lo que se siembra. Y si no se siembra, si el campo no se trabaja, lo normal es que no se recojan más que malas hierbas. Porque, en fin, si no echas no recoges.

Además, antes de pasar a las labores propias de los hombres del campo, antaño podríamos decir, al contrario de lo que muchos creen y a pesar de haber sido invisibilizadas durante muchos años en las zonas rurales por sociedades matriarcales, jerarquizadas, masculinas y muy cerradas, las mujeres siempre eran partícipes, y de manera muy destacada, en el desarrollo de las labores del campo, y que no era su única tarea, porque de por medio estaban el nacimiento, la cría, la educación y las labores propias de la casa.

Estos últimos temporales de agua y nieve han retrasado las labores del campo, aunque el agua siempre es bienvenida. En algunas parcelas aún no es posible entrar con el tractor, el arado ya menos o nada, porque la tierra está muy embarrada y hay peligro de quedarse atrapado. Después llegarán todas las faenas de golpe. La poda del almendro, de la viña y otros árboles y el abonado para culminar con la siembra. Antes, la vida y los ritmos de los pueblos venían marcados por la tierra y el trabajo que iba solicitando.

La mayoría de los pueblos de la provincia salmantina, incluso de la mayoría de provincias, salvo los grandes latifundios, siempre se han caracterizado por ser comunidades autosuficientes. La agricultura era fundamental para la subsistencia de cada familia. Algo que los caracterizaba es que fueron siempre pueblos horizontales en los que no existían ni grandes riquezas ni precariedad; cada familia tenía al menos su espacio de tierra para el autoconsumo y para la alimentación de sus animales. Tanto, que los paisajes de los pueblos estaban marcados por la agricultura característica en cada uno de ellos, y estaban dominados por los campos de cultivo: los frutales, los viñedos, los terrenos cerealistas de secano, las huertas, los pastos y los baldíos.

Trilla con el trillo en las eras del pueblo Archivo

Recordar que la tracción animal como método fundamental de trabajo para labrar la tierra procede de hace miles de años y se siguió utilizando hasta la llegada de la maquinaria más moderna y actual, sobre todo el tractor y las cosechadoras. El hombre, en todo el orbe, siempre se ha servido de la ayuda de ciertos animales, no solo para preparar los terrenos de cultivo, sino también para su uso como animales de carga con las cosechas o tiro como el arado. A sus lomos se cargaron toda clase de mercancías por los caminos, conocidos de herradura, que sólo los animales eran capaces de transitar.

Simplemente poner como ejemplo a mi pueblo, Villarino de los Aires, donde la agricultura era de subsistencia, salvo muy contados casos que también podían vender algo de vino, aceite o trigo. Los agricultores de Villarino, en La Ribera, tenían burros, mulos y mulas, caballos escasos o ninguno. De las caballerías se servían para labrar las tierras en labores de tiro, para trillar o para carga y de esta manera poder transportar, por ejemplo, los haces de cereal y después la paja y el trigo, las uvas, las patatas, las frutas o, simplemente, llevar al niño, al abuelo o a la mujer en sus lomos.

Los aperos

Yugo

Los aperos, que no eran más que los objetos de labranza, estuvieron casi intactos en su forma y función durante cientos de años, eso sí, en cada territorio recibían nombres más o menos propios y formas diferenciadas. Elaborados con materiales disponibles en la zona, resistentes y funcionales aún resisten como objetos decorativos en los corrales, eras y museos de los pueblos.

Tan solo recordar, uno que viene de zona de vinos, como Arribes del Duero, que a lo largo de cientos de años, el trabajo en la viña se podía realizar con tan solo tres herramientas: el azadón, la podadera y el corquete o corvillo -en mi zona- que es una navaja curvada utilizada en la vendimia para cortar los racimos de uvas en la cepa.

Entre los muchos que existían, cabe destacar por encima de todos el arado -desde el romano hasta el más moderno-, pero también la vertedera, el yugo con la collera, el trillo, la albarda y los diferentes útiles para el acarreo, como el carro, los serones, angarillas o aguaderas.

La escarda

Escardador

Dejando un poco atrás en el calendario 'alicar' el terreno, que se hacía a últimos de invierno y principios de primavera, cuando se mataban las malas hierbas con el 'binador' tirado por una caballería, o con el arado de madera arrastrado por dos animales, nos centramos en la escarda.

Escardar las plantas consiste en eliminar las malas hierbas que nacen espontáneamente entre las plantas cultivadas. La época de escarda de los cereales y leguminosas es la primavera, cuando las lluvias facilitan el crecimiento de plantas espontáneas. Era muy normal ver por los campos cuadrillas de escardadoras, porque este trabajo era más bien de mujeres y mozos. También era necesario entresacar algunas de las plantas sembradas. Para entresacar el cereal se utilizaban rastras si la siembra se hizo a voleo, y el escardillo si se hizo a chorro.

Es una labor muy importante que el agricultor debe realizar en la época oportuna, antes de que el cultivo quede dañado. Debe intentar arrancar las malas hierbas desde la raíz, procurando eliminarlas completamente antes de que crezcan.

Las labores de las viñas

Cepa podada

Allá por febrero y marzo se podan las viñas. Aunque se diga que 'podan hasta los burros', lo cierto es que los podadores tenían que ser auténticos expertos, de lo contrario las cepas se echaban a perder en pocos años. Una vez podadas, se recogían las 'vides' o sarmientos en gavillas para utilizarlas como combustible de cocinas, hornos o glorias.

Hacia el mes de abril se cavaban las viñas tapando el hoyo hecho al excavarlas, quitando

hierbas y grama.

Esta labor, por La Ribera, se hacía, generalmente a mano. Con todo ello, las viñas quedaban arregladas y listas hasta la entrada del verano, momento en el que se sulfataban para ya dejarlas hasta la época de la vendimia.

La siega de la hierba

Forraje segadio preparado para su almacenamiento

De las diferentes labores agrícolas, la siega de la hierba destaca por el ingente esfuerzo físico que suponía, una vez picada (afilada) la guadaña, y enganchado el calabazo (recipiente construido con el cuerno de una vaca) al cinto, el segador llevaba el agua y la piedra para el afilado, además de la bota de vino y las viandas necesarias para alimentarse. Antes de que despuntara el alba, con la hierba humedecida por el rocío, el esfuerzo era menor, una vez que amanece, el calor y la invasión de mosquitos dificultaba en gran medida la labor del segador.

Una vez en el prado, los baraños de hierba (hileras) se esparcían y volteaban mediante un palo de madera con el fin de que el secado fuera más rápido. Como saben los agricultores, un chaparrón que pillara el forraje segado, ocasionaba unas pérdidas de peso, aparte de la considerable merma en la calidad. Una vez seca, era trasladada con el carro hasta los pajares, donde se almacenaba como alimento para los animales en el gélido invierno.

Y, como siempre, el santoral

Mulas para acarrear las uvas en los cestos de mimbre en Villarino

En la mayoría de los pueblos, el año agrícola venía marcado por el santoral, que estaba en la base de muchos refranes del campo. Unos constatan el correr de los días y las estaciones: 'Por San Matías llega el sol a las umbrías', 'Por San Andrés, todo noche es', 'Por San Matías igualan las noches con los días'.

Otros se referían al tiempo atmosférico: 'Por los Santos, la nieve en los altos', 'Por San Marcos, agua en los charcos'; en muchas ocasiones, este tipo de refranes dan consejos referidos al cultivo de plantas: 'Por San Mateo, avarea tu nocedo, que si no te lo apedreo', o al cuidado de los animales, 'Por San Antón, la gallina pon; y si no pone, se dispone'.

El santoral era una manera de jalonar el año agrícola, de ir pasando las hojas del calendario. Pero debajo de él estaban los días y las noches, las nieves y los hielos, los periodos secos y las temporadas de lluvias. Y, al final de todo ello, el tempero. El trabajo del campo dependía del tempero: tempero para romper y binar; tempero para sembrar; tempero incluso para escardar...

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