En la monumental Ciudad Rodrigo, la llegada de febrero no solo marca el inicio del mes más corto del año, sino también el deslumbrante despliegue de toros, colores, música y tradición que caracteriza al Carnaval del Toro. Este evento, arraigado en la rica historia de la región, atrae a visitantes de todo el país ansiosos por sumergirse en la ferviente celebración taurina y carnavalera, única en el mundo.
El corazón de las celebraciones late con fuerza en la plaza Mayor, donde la expectación se acumula horas antes de que el toro haga su majestuosa entrada. La plaza se convierte en un crisol de emociones, sustos y alegrías, con lugareños y forasteros compartiendo risas, carreras, antojitos locales y una mezcla embriagadora de música festiva y emociones a flor de piel.
La seguridad es primordial en estos espectáculos taurinos, y los corredores exhiben habilidades y valentía mientras ejecutan sus intrincadas coreografías con el toro. Los espectadores se sumergen en la adrenalina del momento, capturando instantáneas que capturan la esencia de este carnaval único.
Más allá de la euforia de las corridas, encierros y desencierros, el Carnaval del Toro ofrece una rica mezcla de eventos culturales. Desfiles, concursos de disfraces y espectáculos artísticos complementan la experiencia, enriqueciendo la conexión de la comunidad con sus raíces.
Una historia festiva que trae de la mano los toros
Suena la Campana Gorda avisando de que llegan los toros. El Carnaval está a la vuelta de la esquina –del 8 al 13 de febrero–. Peñas, charangas, maletillas, corredores, vecinos y los que se acercan a ver qué pasa, preparan sus galas, disfraces, instrumentos, carrozas y trastos. Miróbriga abre sus puertas a miles y miles de personas que durante estas fechas del Carnaval del Toro acuden a la ciudad buscando alegría, participación, emoción, fiesta. Desde el pregón del viernes, que este año dará Pedro Gutiérrez Moya, 'El Niño de la Capea', hasta el último desencierro del Martes de Carnaval, la ciudad vivirá intensamente cinco días de desenfreno, libertad, chanza y sustos. Ciudad Rodrigo bien merece una visita para disfrutar de esta Fiesta de Interés Turístico Nacional.
Si Ciudad de Rodrigo debe identificarse con una fiesta sobre todas las demás, esa no es otra que el Carnaval, denominado por estos lares del Toro, declarado de Interés Turístico Nacional, y que transcurre los cinco días anteriores al Miércoles de Ceniza; así, este año va del viernes, 8 de febrero, al martes, 13, del mismo mes.
Los datos históricos confirman que el Carnaval del Toro de Miróbriga puede ser de los más antiguos que se celebran en España, como atestigua un documento de la época de los Reyes Católicos, en que se censura a la ciudad el excesivo gasto en fiestas taurinas. Ya desde aquella época, el Carnaval mirobrigense eran toros.
De tal suerte, que las corridas en Ciudad Rodrigo generalmente se celebraban en la plaza Mayor, junto al Consistorio, donde ahora se hacen, aunque en algún tiempo la plaza pudo levantarse en la parte de abajo. Este coso taurino tiene tres singularidades, la primera, que todo él es de madera y portátil, que se levanta siguiendo un estricto conocimiento de la disposición de postes, gradas, … La segunda, que es de trazo cuadrangular y la tercera y más reciente, que el pasado año fue declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial.
Sin duda, en las corridas celebradas por aquella lejana época, los toros eran lidiados a caballo, y alanceados con largas varas de pino, ayudados los caballeros por dos servidores de a pie, uno con una capa para atraer al toro hacia el jinete, y otro portando las especies de garrochas que pudiera necesitar.
También era costumbre, como en otros muchos lugares donde se celebraban festejos taurinos, más tarde desechada, el soltar en la plaza perros alanos o dogos que acosaban a las reses agarrándose a las orejas o sujetándolas por las corvas, hasta que las rendían. El dato más concreto y más antiguo sobre la celebración de estos festejos en Ciudad Rodrigo lo añade Lope de Vega en su obra 'La buena guarda' o 'La encomienda bien guardada', que terminó de escribir el 16 de abril de 1610, y cuyo argumento, en gran parte, se desarrolla en Miróbriga.
Máscaras y muchedumbre
Pero el Carnaval no sólo son toros, sino también alegría, charangas, máscaras, disfraces, carrozas, reinas y damas, Bolsín Taurino y gente, inmensidad de gente que llena calles, plazas y plazuelas y que, según el alcalde, Marcos Iglesias, puede llegar a alcanzar "las cincuenta o sesenta mil personas".
No sólo de farinatos se nutre el Carnaval, sino de los miles y miles de personas que durante cinco días, sobre todo del sábado, toman la ciudad del Águeda para participar en sus encierros, capeas, bailes, desfiles y, cómo no, saborear la exquisitez de la gastronomía local con los pinchos o tapas que se sirven en los bares locales, y los menús especiales que los restaurantes ofrecen para estas fechas. Destacando, como es obvio, el farinato -producto autóctono que se come con huevos en las mañanas frías como un gran restituyente. Y si alguien quiere algo de tranquilidad, que se pierda por los museos y calles alejadas del centro, también merece la pena.
Charangas y peñas toman las calles
Aunque la esencia del Carnaval de Ciudad Rodrigo es el toro, no sólo de pitones y emociones vive el inmenso gentío que inunda las calles de la vieja Miróbriga, convertidas en estas fechas en auténticos bares, en genuinos centros de convivencia y exhibición bufa y bulliciosa.
En cualquier rincón, calle, plazuela o plaza se puede saborear de la alegría, todo inundado por el sonido inconfundible de las charangas, que recorren la ciudad, animando con sus letras y ritmos, a las decenas de miles de personas que abarrotan las puertas de los bares. La música de las charangas es el sonido inconfundible de la fiesta, y, por supuesto, del Carnaval del Toro. Algunos de estos grupos musicales son conocidos en Ciudad Rodrigo y la provincia desde hace muchos años, y nunca faltan a su cita con el Carnaval del Toro: Santa Ana, 'Man Liao', 'La negra con puntillo'o Los Bemoles, entre otras varias locales y de fuera.
Pero para que exista ambiente festivo se necesita gente, y entre esta destacan las peñas, que no son más que agrupaciones de amigos que celebran el Carnaval conjuntamente en un local donde comparten comida y bebida. Con el tiempo, las peñas se han ido convirtiendo en algo característico y típico del Carnaval mirobrigense, hasta el punto de que hoy sería inimaginable la existencia de estas fiestas sin las peñas.
Algunas de las peñas más conocidas son la Asociación Charra del Caballo, el Bolsín Taurino, la Peña del Caballo, la Puerta del Desencierro o la emblemática Peña del UMO (Unión de Maridos Oprimidos), El Resakón, La Rebelión, El Disloke, Los Zumbaos, El Encuentro, o Los Superjujus, entre otras varias de todas las edades.
Emoción y sustos corren por las calles: gloria o dolor
No está de más volver a recordar la historia para hacerse una idea del porqué del Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo. Así, en 1493 los Reyes Católicos regularon cómo debían llevarse a cabo las corridas de toros en la ciudad. Es la referencia más antigua que se conoce a una afición que está profundamente arraigada en Miróbriga, una afición arrastrada desde, por lo que se ve, al menos cinco siglos. Lo que no está tan claro es la relación entre las corridas de toros y la fiesta de Carnaval, porque ese nexo no existe más que en la ciudad del Águeda, no así en otros lugares de carnavales importantes. Aunque es probable que siempre estuvieran unidos Carnaval y toros.
El Carnaval es la fiesta grande en Ciudad Rodrigo, que lo componen una larga serie de actividades taurinas, que llevan el acento de la popularidad: encierros, desencierros, capeas, festivales, y cómo no, el Bolsín Taurino. Por todo ello, podemos afirmar que es el único Carnaval del mundo donde se unen la máscara y el toro. Por ello, resulta una fiesta única, diferente, emotiva, popular y participativa. Donde por las calles históricas de la ciudad corren la emoción y los sustos en busca de la gloria o el dolor.
La fiesta taurina del Carnaval no empieza precisamente en la plaza Mayor, sino mucho antes de llegar a ella, en las calles donde los toros son corridos por los mozos, hablamos de encierros y desencierros.
Los toros son conducidos desde la avenida Agustín de Foxá hasta la plaza Mayor. Cuando los astados inician su carrera, la Campana Gorda del Ayuntamiento toca el 'reloj suelto', que no es más que el aviso a los muchos despistados de que los toros están en la calle, donde se encuentra la emoción. Cuando los bureles entran en la calle Madrid se viven los momentos más peligrosos, sólo los más audaces se atreven a acercarse y, si es posible, cortar a los toros. Es entonces cuando los buenos corredores demuestran su valentía.
Finalmente, y con muchos sustos de por medio, los astados entran en la plaza, una multitud los espera en los 'tablaos', y otros menos, aficionados como los maletillas –ahora ya pocos– y los nuevos recortadores –en aumento– a la cabeza, esperan en la arena, y echan una mano para que los astados entren en los toriles, que no son otros que los bajos de la Casa Consistorial.
El encierro terminó. Pero es sólo uno de ellos. Luego, tras la función, vendrá el desencierro. Todo el ritual se repetirá. Habrá más encierros y desencierros durante los días del Carnaval, llegando a soltarse y correrse casi medio centenar de toros en cinco días. Toros con el aguardiente, toros con los vinos de mediodía, toros con el café de la tarde, toros en la merienda y toros para cenar con las capeas nocturnas.
Uno de los platos fuertes es, sin duda, el encierro a caballo. Desde las dehesas vecinas, expertos caballistas y garrochistas conducen a los toros bravos hasta la ciudad. El espectáculo de observar a los jinetes a lomos de sus caballos y a los toros correr a través del campo es digno de ver.
Finalmente, las capeas en la plaza. Momento en el que los maletillas venidos desde distintos lugares de España, Francia, Portugal y de América, buscan una oportunidad o un disgusto, porque de todo hay.
Transgresión e imaginación
El Carnaval de Miróbriga es toro, multitud y alegría, pero también participación e imaginación para lucir por calles y plazas el más sugerente antruejo, la más incógnita máscara, la vestimenta más atrevida y, sobre todo, el mejor montaje de carrozas.
Diversos concursos animan a la participación activa de los mirobrigenses con sus disfraces. Desde los concursos oficiales, patrocinados por el Ayuntamiento, de carrozas, disfraces y murgas o chirigotas, que transcurren por el coso taurino tras los festivales, hasta los organizados por entidades privadas como el Conde Rodrigo o El Porvenir.
En la plaza Mayor, tras la emoción de los toros y capeas, dan entrada las peñas, asociaciones y demás grupos, formados para la ocasión con el fin principal de llevarse los suculentos premios. Aunque, también es verdad, de por medio queda la alegría, la animación y el sentido del humor para diversión propia y extraña por donde avanzan.
Aquí, la imaginación supera a la diversión, porque, no se debe de olvidar, que el Carnaval, se celebre donde se celebre, no es más que transgresión de las normas diarias, con el respeto básico que requiere toda persona. Es momento para criticar lo acontecido durante el año ido –que antes versa musicalmente la Rondalla Tres Columnas–. Es el instante para romper tabúes personales, para cambiar identidades, para decir lo que no se dice durante el año… para reír.
El Carnaval, como decimos, es una fiesta de calle, popular, participativa, unas fechas en las que las personas salen a la calle para quebrantar la vida de diario. Ello mismo origina que las calles de Ciudad Rodrigo sean una constante pasarela para lucir disfraces y máscaras. Todo vale para divertirse y hacer divertir, para reír y hacer reír, para animarse y animar.
De viernes a martes –porque todo se cierra con el ‘entierro de la sardina’ el Miércoles de Ceniza– es imprescindible viajar a Ciudad Rodrigo, perderse entre el gentío, disfrutar, convivir con los locales y dejarse llevar por la ola de la alegría.
El Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo no solo celebra la valentía y la tradición, sino que también resalta la resiliencia de una comunidad que ha mantenido viva esta festividad a lo largo de los siglos. Es un testimonio de la capacidad de las tradiciones locales para trascender el tiempo y cautivar a generaciones con su magia única.
En cada rincón de Ciudad Rodrigo, el Carnaval del Toro deja una huella imborrable, una mezcla de emociones y vivencias que perduran mucho después de que el mugido del toro se desvanece en el aire.