Los negocios estacionales pasan por ser aquellos en los que la actividad profesional se reduce a un marco temporal concreto. Esto implica que, al año, cuentan con una temporada alta en la que obtienen entre el 80 y el 90% de los ingresos anuales y una baja en la que la balanza de beneficios sufre una reducción considerable. Para garantizar su supervivencia, se puede tomar la decisión de abrir solo en temporada alta o de hacerlo durante todo el año, afrontando las consecuencias.
Lo primero que los propietarios o los gestores del establecimiento en cuestión deben de hacer es estudiar los costes de su negocio en cada temporada para saber si pueden hacer frente al gasto fijo que van a tener que asumir en la temporada baja. Unos gastos que hay que unir a la reducción de ingresos y pensar si esta pérdida va a influir en la temporada alta a la hora de realizar la cuenta total del año.
Una vez que se analicen todos estos parámetros, la empresa debe de tomar una decisión que no perjudique a sus bolsillos, lo que sería contraproducente, claro está, para el establecimiento en cuestión.
Un ejemplo de negocio estacional son las heladerías. Nosotros nos vamos a centrar en una muy famosa que se ubica en el centro de Valladolid y que se llama Turrones y Helados Manuel Iborra, que combina a la perfección la estrategia de un negocio estacional. Primero para vender turrones en la temporada navideña, entre los meses de noviembre y enero, y después para afrontar la de verano entre mayo y octubre, prácticamente, con la venta de helados.
Un negocio con mucha historia
“Somos una empresa familiar que comenzó con mi bisabuelo viniendo a Valladolid, a principios del siglo XX a vender turrón. Una vez que lo vendía, volvía al pueblo, a Jijona. Más tarde, con nuestro abuelo y padre, en el año 1957, se alquiló el local en el que hoy estábamos y comenzaron a fabricar y vender el helado, además de seguir fabricando y vendiendo turrón. Somos la cuarta generación y continuamos haciendo las cosas como nos enseñaron nuestros padres”, aseguran, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, Carmen, Manolo y Antonio Iborra Cremades.
Llevan trabajando toda la vida en el negocio familiar y han ido cogiendo las riendas del negocio, de manera progresiva, y a medida que sus padres fueron delegando el trabajo. Un negocio que se ubica en la calle Lencería número 2, muy cerca de la Plaza Mayor de Valladolid, lo que ayuda para sumar clientes. Sobre todo, turistas.
“Nuestro bisabuelo, allá por el año 1900, vino a Valladolid a vender turrones. Más tarde, nuestro abuelo y padre, desde el 1957, empezaron a fabricar y vender nuestros conocidos helados en el local de la calle Lencería. Desde entonces estamos ofreciendo productos en el mismo local”, aseguran nuestros entrevistados.
Un negocio que sale adelante con la venta de dos productos que abarcan fases del año altamente diferenciadas que permite que el establecimiento no tenga que cerrar durante meses afectado por la estacionalidad. Simplemente, para tomar vacaciones y preparar las distintas campañas.
Su estrategia
“Nuestra empresa compagina dos campañas. La del turrón y la del helado. Tenemos dos temporadas de trabajo distintas que, podríamos decir que se medio solapan en el tiempo, pero que son perfectamente llevaderas. Con ellas tenemos una actividad más constante en los meses de verano con el helado y otra más corta pero intensa con el turrón”, confiesan nuestros entrevistados.
En cada temporada el cliente demanda, por tanto, uno de los dos productos típicos de la temporada en la que nos encontremos. El turrón, en Navidad, y, cuando el calor empieza a apretar, se pasan al helado y demandan este manjar y otros productos típicos y asociados a la época estival.
“También hay gente que en verano compra turrón y en Navidad helado. Tenemos para llevar a casa. En estos meses, afrontamos la temporada del turrón y fuera de ella: nuestras vacaciones. Después de la temporada turronera, lo que hacemos es descansar e ir pensando en la nueva temporada del helado”, apuntan los dueños de Iborra.
Contrataciones, vacaciones y futuro
La reducción de ingresos entre los meses que menos turrones y helados venden desde Iborra se suple con la reducción de gastos. “En estas fechas es cuando cogemos vacaciones en la empresa al tener menos actividad. Entre febrero y marzo cerramos”, apuntan los propietarios del negocio.
“En los meses de verano, cuando comienza la temporada de helado, ampliamos plantilla. La mantenemos hasta la finalización de la temporada del turrón. En cuanto ésta última finaliza, el personal que hemos contratado como fijo-discontinuo, deja de trabajar para volver, de nuevo, en la temporada del helado”, añaden nuestros entrevistados.
Mirando al futuro, Carmen, Manolo y Antonio Iborra Cremades buscarán “seguir atendiendo a sus clientes con la misma calidad y el mismo cariño que hasta ahora".