En estos tiempos cuando las ciudades crecen y se expanden más allá de lo que era inimaginable no hace más de tres o cuatro décadas, aún quedan recuerdos para los barrios de la ciudad de Salamanca, que la conformaron y dieron su actual fisonomía. Es el caso del barrio de Salesas, llamado así por el monasterio de la Orden de la Visitación de Santa María, fundado en 1910, y que en la actualidad acoge la parroquia de María Mediadora, junto al parque que antaño fueron las huertas y jardines de las monjas.
Una zona que fue el siguiente paso a la expansión urbanística de la ciudad cuando se produjo el ensanche extramuros hacia Labradores, hoy en día entre la avenida de Portugal, Federico Anaya, Alfonso IX de León y el paseo del doctor Torres Villarroel. Porque el crecimiento de Salamanca se produjo inevitablemente hacia el norte teniendo en cuenta las limitaciones al sur por el río Tormes.
"Hasta la plaza de Madrid eran todo fábricas y tierras donde de pequeños jugábamos a los indios y vaqueros, se hacían hasta casetas", recordaba a este diario Francisco Gómez Galán, presidente de la Asociación de Vecinos de Salesas y Labradores (Avesal). Un barrio que fue rellenando huecos, como un rompecabezas urbano y social que va encajando piezas. Y entre los juegos infantiles del oeste se fueron ubicando, ironías del destino, infraestructuras militares, como el Cuartel del Regimiento de Ingenieros y el Cuartel de Caballería, hoy desaparecido.
El Cuartel del Regimiento de Ingenieros General Arroquia, de estilo neoplateresco, fue construido en los años veinte del siglo XX, no pasando a denominarse General Arroquia hasta dos décadas después. El Cuartel de Caballería, construido pocos años después, estuvo operativo hasta finales de siglo, en que se proyectó su demolición para dar paso a un moderno El Corte Inglés, el Centro Cultural Integrado Julián Sánchez 'El Charro', y una enorme plaza llamada de la Concordia.
Y entre ambos cuarteles, la plaza de toros de La Glorieta, construida a finales del siglo XIX debido a la iniciativa de un grupo de comerciantes que buscaban de esta forma atraer a nuevos clientes durante los festejos de septiembre. Así, el barrio Salesas era un continuo ir y venir de desfiles, ya fuera de soldados, ya fuera de población civil hacia los festejos taurinos, en torno a los cuales se organizaban ferias y mercadillos. Porque durante décadas estas tierras fueron también punto de encuentro de comerciantes, agricultores y ganaderos de toda la provincia de Salamanca.
Salesas era, al igual que Labradores, un barrio eminentemente comercial y cultural. La avenida de Federico Anaya era el punto de unión entre la vieja y la nueva Salamanca, entre el casco histórico y los incipientes barrios Salesas y Garrido. Desaparecida la vía del tren en la avenida de Portugal, en torno a esta avenida se ubicaron comercios, locales de ocio y cines, el más recordado el Taramona. "Había mucha luz en esa calle, así que era muy transitada para alejarse de los rincones oscuros junto al cuartel de El Charro cuando se hacía de noche", recordaba Francisco Gómez.
Un barrio también para las relaciones personales en sus calles y parques, para hacer el indio en busca del cortejo de una moza o para vislumbrar ‘vaqueros’, los soldados que continuamente paseaban por allí con sus uniformes, evolucionando así los primigenios juegos infantiles. Hasta una banda militar tocaba valses de forma ocasional para animar las tardes y los fines de semana. Porque Salesas tenía un aire de las épocas principescas, donde Salamanca parecía otra más allá del influjo de sus monumentos, como aún recuerda el quiosco, a la moda de Madrid situado al final de Torres Villarroel.