La Catedral Nueva de Salamanca cuenta con una nueva obra pictórica que, por su valor tanto sentimental, salmantino y artístico, hará de esta fecha un día especial para la cultura y el turismo de la ciudad de Salamanca. Con un trasaltar de la Catedral Nueva con toda la clase social, pero sobre todo cultural de la provincia de Salamanca, se ha inaugurado el cuadro 'El pensamiento ante el misterio de la Creación, Redención y Resurrección', del artista de Mogarraz Florencio Maíllo, que fue donado a la seo por el canónigo emérito Daniel Sánchez Sánchez, que luce frente a la capilla del Cristo de las Batallas.

El acto, con la presencia del alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, y el vicepresidente de la Diputación, David Mingo, contó con las intervenciones de Antonio Matilla Matilla, deán de la SIB Catedral de Salamanca; de Antonio Cea, antropólogo y amigo personal del artista y, finalmente, de Florencio Maíllo, autor del cuadro.

Esta impresionante obra pictórica, con una descomunal dimensión de ocho metros de alto y cuatro de ancho, ha sido donada por el canónigo emérito de la seo salmantina Daniel Sánchez Sánchez, quien murió el 16 de noviembre de 2022, concretamente días antes de que fuera presentada en el propio taller de Florencio Maíllo en el pueblecito de Encinas de Abajo. El deán emérito siempre estuvo comprometido totalmente con este proyecto pictórico, y pensó esta donación a modo de su gran legado a la Catedral de Salamanca, durante 35 años ligado como canónigo.



Florencio Maíllo dedicó dos años y medio a este encargo tan especial, una obra que pesa alrededor de 800 kilos y consta de cuatro paneles de pintura encáustica sobre aluminio. En ella, el artista explora el tema de la creación y el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús con figuras de grandes dimensiones, que se podrá contemplar en su totalidad a partir del 16 de julio.

En la parte superior, se representa al Padre Eterno y el Espíritu Santo entre nubes, con las leyendas “Ha muerto por cada uno de nosotros” a la derecha y “ha resucitado para daros la vida” a la izquierda. Sobre esta escena, un arco de medio punto simboliza la bóveda celeste.

Y en la inferior, el Crucificado forma un calvario con las figuras de María y San Juan Evangelista, todo ello integrado en un paisaje que incluye en el horizonte a la Catedral de Salamanca y a la Casa de las Conchas. En dicha escena Maíllo incorpora saetas triangulares sangrantes aludiendo a la guerra en Ucrania que estalló en pleno proceso de creación de esta pintura, simbolizando las bombas de racimo utilizadas en el conflicto y trasmitiendo el dolor y la devastación que provocan.

La pintura se completa con la Resurrección, representada a la izquierda, con el Resucitado en fase de Ascensión, rodeado de doce cirios pascuales con San Pedro, San Juan y María Magdalena a sus pies. Maíllo incorpora también la imagen de “El Pensador”, de Auguste Rodin, entre la Crucifixión y la Resurrección, invitando a reflexionar sobre la redención y los misterios de la fe cristiana.

El pintor tomó la palabra para cerrar el acto y mostró su emoción ante un momento “único” en su vida. El el largo capítulo de agradecimientos, Maíllo mostró su respeto por el malogrado canónigo emérito Daniel Sánchez, quien encargó la obra y, posteriormente, la donó a la Catedral de Salamanca. De su idea primigenia y sus conversaciones posteriores surgió el resultado final de la obra de gran formato que, desde hoy, preside el anverso del retablo mayor y cuyos motores, según matizó, fueron “el compromiso, la responsabilidad y la fidelidad”, según recoge Ical.

Compromiso, en primer lugar, con el propio encargo de Daniel Sánchez, quien vio finalizada la obra y le causó una gran impresión, según desveló Maíllo, quien relató que la propuesta data del verano de 2020. La responsabilidad, prosiguió, “aparece por el reto que supone dialogar con un edificio como la Catedral de Salamanca, con raíces tan profundas”. La fidelidad alude a su manera de “integrar la tradición con la contemporaneidad”, ya que el “lenguaje plástico híbrido” aflora en él “de manera natural”.

Maíllo ahondó en un “momento de debilidad” o una cierta “crisis” en el proceso de creación de la obra, que se prolongó durante más de dos años y medio. El pintor explicó que no lograba desprender al cuadro de su carácter “académico” o “meramente decorativo” y que, más tarde, encontró el elemento clave para “estremecer como corresponde al arte sacro”. En ese contexto, un elemento concreto del cuadro: un pensador inspirado Rodin, ubicado en “el epicentro de la obra”, le dio su “verdadero sentido”, en sus palabras, “el pensamiento ante los misterios de la creación, redención y resurrección”.

Los detalles

Detalle del cuadro 'El pensamiento ante el misterio de la Creación, Redención y Resurrección', de Florencio Maíllo,

El encargado de ofrecer los detalles pictóricos del cuadro fue el antropólogo Antonio Cea, amigo del artista y testigo de la creación de la obra, quien se atrevió además a entonar canciones de la tradición oral de la Sierra de Francia, donde nació el pintor mogarreño. Recordó el encargo realizado por Daniel Sánchez y se detuvo en áreas geográficas del lienzo, dividido en tres actos principales.

En la escena superior, se refleja la Trinidad, con el Padre Eterno y el Espíritu Santo, integradas entre nubes, donde se pueden leer dos leyendas: “Ha muerto por cada uno de nosotros”, a la derecha; y, “Ha resucitado para daros la vida”, en la izquierda. Sobre la escena, un arco de medio punto que representa la bóveda celeste. En esa zona de la obra, junto al Padre Eterno, tuvo la necesidad Florencio Maíllo de que estuvieran representadas las cinco personas de su familia que han fallecido. En concreto, en la parte izquierda, sus padres, y en la derecha, sus dos hermanos. Además, debajo de la alegoría, también está su abuela, la única que conoció, y que falleció cuando él tenía 12 años.

En la escena inferior de la obra se representa al Crucificado formando un calvario con las figuras de María y San Juan Evangelista, todo ello integrado en un paisaje que deja ver en su horizonte a la Catedral de Salamanca iluminada. No es el único elemento de la ciudad representado en el cuadro, ya que Maíllo quiso que estuviese presente otro emblema de la ciudad, la Casa de las Conchas, en esta ocasión, vinculado al orden estructural de las conchas en su fachada.

La obra se completa con la representación de la Resurrección en la parte inferior izquierda, con el Resucitado, San Pedro, San Juan y Magdalena, en fase de Ascensión. La escena va parcelada con la propia almendra de luz que envuelve al Resucitado, y por una celosía, como elemento externo, que la separa de la zona verdosa y central del cuadro, donde se aprecia el gran elemento innovador de este cuadro, en concreto, la imagen del Pensador de Auguste Rodin, epicentro de la misma obra.

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