Antonio Machado y su polémico matrimonio con una joven de 15 años
Leonor Izquierdo, hija de la dueña de la fonda donde el poeta se hospedaba, falleció tres años después de la boda
17 abril, 2022 07:00Tras su infancia en Sevilla y sus estudios en Madrid, el poeta sevillano tuvo la oportunidad de disfrutar de una etapa libre y juvenil antes de los treinta años. Antes del cambio de siglo, viaja a París, se relaciona con Pío Baroja, con Paul Verlaine, y hasta conoce a Oscar Wilde y a Jean Moréas. Regresa a Madrid ese año y se codea con personalidades como Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez. Al poco, fue su antiguo profesor de la Institución Libre de Enseñanza, Giner de los Ríos, quien lo animó a sacar la oposición de profesor de francés y, al aprobarla, decidió optar por una plaza vacante en Soria.
Y aquel Machado de la activa vida madrileña y de la bohemia parisina se dio de bruces contra la realidad provinciana de Castilla. ¿Por qué eligió Soria? ¿Por no regresar a Andalucía de la cual tenía un buen recuerdo de infancia y no quería estropearlo? ¿Por estar Soria más cerca de Madrid, de donde no se quería desligar?
La vida de Machado en esta capital castellana, que era la más pequeña de España en ese año de 1907, era muy sosegada. Sólo impartía dos clases con muy pocos alumnos y tenía mucho tiempo libre para tomar cafés, leer la prensa o pasear por el campo. De hecho, la zona entre San Polo y San Saturio es la que lo inspiró para sus “Campos de Castilla”.
Los primeros meses estuvo instalado en una pensión regentada por Isidoro y Regina, quienes, al poco tiempo, deciden marcharse de Soria y ceden la hospedería a la hermana de Regina, Isabel, que se traslada allí con su marido Ceferino, un guardia civil retirado, y sus tres hijos.
Entre paseo y paseo, ora fuese en el rellano de la pensión, ora a orillas del Duero, Machado conoció a Leonor Izquierdo, la hija mayor de los dueños de la fonda, una moza delgada pero alegremente enérgica, de ojos oscuros y con cierto gusto por la poesía.
El poeta se enamoró perdidamente de la joven, aunque las discordancias fueran muchas: le sacaba más de veinte años, eran de diferente clase y nivel cultural, y además ella tenía otro enamorado en Soria, de oficio fígaro.
Machado, celoso, y para dejarle constancia de su amor, ironiza con unas líneas que le deja escritas a Leonor en un trozo de papel:
“Ay, si la niña que yo quiero
preferirá casarse
con el mocito barbero”.
La muchacha no se hace de rogar mucho, solo un año, y dan comienzo a su oficial noviazgo, con permiso de los padres de ella. La alargada rienda de sus sentimientos los lleva a casarse en 1909, cuando Leonor tiene ya la mayoría de edad, es decir, quince años, y el día 30 de julio, a las diez de la mañana, en la Iglesia de Santa María La Mayor de Soria, contrajeron matrimonio acompañados de familia, muchos amigos y otros profesores del instituto de Soria.
Al salir de la iglesia, momento que Machado recuerda como unos de los peores ratos de su vida, un grupo de jóvenes alborotadores los increparon en alto, aludiendo con total intolerancia a su diferencia de edad. Un suplicio pasajero que no les impidió disfrutar del mes de agosto recorriendo Zaragoza, Pamplona, San Sebastián y Madrid, antes de regresar a Soria. Los siguientes meses, Leonor no se separó de su marido, ya fuera durante excursiones didácticas con sus alumnos o en ociosos paseos particulares por la provincia.
Al poco, Antonio solicita una beca a la Junta para la Ampliación de Estudios y, a finales de 1910, la yunta de enamorados parte para París, el uno a perfeccionar su francés y la otra a conocer mundo. Y así fue durante seis meses de felicidad y viajes por Francia, intimando con personalidades de la sociedad francesa y visitando museos e idílicos paisajes.
En verano, antes de salir hacia la Bretaña francesa, Leonor emitió un esputo con algo de sangre y tuvieron que hospitalizarla durante unas semanas. Sin mucho que hacer ante la tuberculosis en esa época, el remedio habitual de los galenos era reposo y aire puro, por lo que la pareja decide regresar a Soria.
Machado alquila la casa que hay junto a la ermita de Nuestra Señora del Mirón para poder pasear diariamente por los alrededores con su esposa, acercarse hasta el mirador, observar el Duero, leerle, llevarla en su sillita cuando ya no podía andar, acompañarla a rezar a la ermita…
“Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera”.
Esos versos los escribió Machado al ver que Leonor tuvo una mejoría llegando el buen tiempo, pero la pobre no aguantó mucho y falleció en agosto de 1912, golpeando dicho suceso duramente al escritor, que, deprimido y cabizbajo, pidió el traslado fuera de Soria:
“Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!”
Como buena secundaria, apenas aparece Leonor en la historia literaria, ni como musa de Machado esos años, ni como mujer que le ayudó a comprender mejor el pequeño mundo de Soria, y que, en definitiva, le ayudó a encontrar la placidez.
Su matrimonio fue arquetipo de entendimiento y felicidad, dato corroborado por sus coetáneos, y por el propio poeta: “Si la felicidad es algo posible y real – lo que a veces pienso – yo la identifico mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer”.
A pesar del romanticismo que emana de la historia de amor entre Machado y Leonor, quede aquí dicho como moraleja que, hoy en día, en España, mantener relaciones sexuales con alguien menor de dieciséis años es delito, aunque dicho adolescente consienta, acceda o sea proactivo. Se entiende que no tiene la madurez suficiente ni una formada personalidad a esa edad. Artículo 183 del Código Penal: «El que realizare actos de carácter sexual con un menor de dieciséis años, será castigado como responsable de abuso sexual a un menor con la pena de prisión de dos a seis años».