La hazaña
Aquél gol anulado ante el Barcelona, los golpeos que dejaron temblando la portería del Bernabéu, los zarpazos de Leo Suárez y Antoñito ante Villarreal y Betis. Este Real Valladolid ha logrado ya en lo que va de temporada actuaciones reseñables, ha dado la cara ante rivales de más entidad que multiplican exponencialmente el presupuesto blanquivioleta sobre el césped.
Pero aunque se hubiera logrado puntuar ante los dos colosos de La Liga o se logren victorias a domicilio en campos complicados, esas no son las hazañas de este Real Valladolid. La vida del modesto es dura, casi cruel, de picapedrero. Constancia pura y dura.
La hazaña del Pucela es lo contrario de lo que ocurrió ayer en Zorrilla. La hazaña es no permitir que el Leganés te marque cuatro goles (por poco cinco en varias ocasiones) en tu campo, que golpee de manera despiadada en el ánimo de tu afición. La hazaña es ganar a los rivales que comparten el tópico manido de "tu liga".
Obviamente es más aburrido así, quizá hasta tedioso. El glamour está detrás de los goles en los grandes escenarios, de las victorias en el descuento, de la épica de los zarpazos precisos para culminar las remontadas.
La hazaña no es llenar a rebosar el cántaro del cuento de la lechera de la clasificación europea. La hazaña es poner tierra y puntos de por medio con el descenso; aburguesarse en la zona media, encontrar el confort de la décima plaza. No hay para dramas por perder 2-4 con el Leganés, faltaría más. Sergio González y sus pupilos ya se han ganado sobradamente el temple de la confianza a medio plazo, la continuidad en el trabajo a espera de mejores finales de partido.
Lo que conviene es focalizar cuál es la hazaña que busca este equipo, que es mucho más anodina que las grandes gestas con las que despegar la ensoñación; pero contundente para evitar estar de nuevo al borde del ascensor que baja irremediablemente al primer sótano.