La Plaza del Viejo Coso, historia viva del Valladolid del siglo XIX
El 29 de septiembre de 1890 Valladolid se vistió de largo para inaugurar la actual Plaza de Toros de Valladolid. Lagartijo, El Espartero y Guerrita fue la terna que, con toros del Marqués de Saltillo, lidiaron la primera corrida en el actual coso vallisoletano. Pero… ¿Y antes? ¿No había ferias taurinas en la ciudad?
La respuesta es sí. Anteriormente, el Viejo Coso, hoy Plaza del Viejo Coso, fue la primera plaza de toros de Valladolid construida en el siglo XIX. Concretamente en 1833 en San Quirce, sobre las casas de Diego de Silva y Mendoza, Conde de Salinas, y el Hospital de Pobres, cerca del palacio renacentista de Fabio Nelli.
El palacio del Conde se abandonó dos siglos atrás, cuando se le nombró presidente del Consejo de Portugal y tuvo que trasladarse definitivamente a Madrid. Una situación que, tras la desamortización de Mendizabal y posterior ley Madoz permitió que, en 1833 se construyera la antigua plaza de toros.
El coso de planta octogonal que, con capacidad para 8.000 personas, dio el relevo a la Plaza Mayor y zonas aledañas a la Puerta del Campo, en la Plaza Vieja o de San Pablo, en las que se instalaban tribunas para los espectadores para disfrutar de los festejos taurinos.
La Plaza del Viejo Coso sirvió, además, como lugar de encuentro de las elites vallisoletanas. Nobles, personajes ilustres acudían a las corridas y disfrutaban de ellas desde los palcos, actuales balcones de las viviendas que después se construyeron.
Con anterioridad a los actuales edificios se alzó un cuartel de la Guardia Civil, reconvirtiéndose en casas para particulares en la década de 1980 a través de una profunda rehabilitación que proyectaron los arquitectos Javier López de Uribe y Manuel Finat.
Para mantener la imagen del recinto se optó por una fachada continua de ladrillo, muy similar al estilo romano. Además, se instalaron unos corredores exteriores de madera, simulando lo que se conoce como una tradicional corrala, y en su parte interna se disponen dos pisos de balconcillos.
A la plaza se ingresa por las calles San Quirce y San Ignacio y está considerada como uno de los rincones más singulares y quizás más desconocidos de Valladolid. Unos de esos lugares con el encanto de la historia y que ni siquiera, en muchos casos, los propios vallisoletanos conocen.