Fabio es un joven de 15 años que reside en el municipio vallisoletano de San Pelayo (48 habitantes) y que cuenta con una discapacidad del 93%. Su agenda semanal es completa. Se levanta temprano por la mañana para ir al CEIP Pedro I de Tordesillas desde su pueblo en transporte escolar, del que dista algo más de 20 kilómetros. Los lunes y los miércoles por la tarde tiene logopedia en Rioseco (otros 25 kilómetros). Los jueves acude a la piscina de Tordesillas (21 kms). El caso de Fabio es uno de los muchos que pueden existir en Castilla y León. Así es la vida en el mundo rural de una Comunidad cada vez más envejecida y donde se da la espalda al mundo rural, que día tras días acusa la falta de medios y de instalaciones, y que en ocasiones, llega a ser peligroso por la falta de recursos sanitarios.
En su caso, su madre Elisa Cerrillo sigue luchando por equiparar el “mundo rural con el urbano” y por eso exige a la Junta de Castilla y León los medios humanos y materiales, así como una enfermera, para todos los centros educativos del medio rural que cuenten con niños con necesidades especiales, entre ellos, y como es su caso, el Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Pedro I de la localidad vallisoletana de Tordesillas. Algo que, “no pide para su hijo, sino que debería ser necesaria en todos los colegios, pero más cuando niños con necesidades educativas especiales".
Lo que ocurre es que en este caso llueve sobre mojado. Esta batalla ya se ganó hace seis años gracias a Aimar, el niño cuyo caso movilizó a los grupos políticos en las Cortes para aprobar la proposición con la que dotar de medios y enfermera a los colegios del medio rural con niños con necesidades educativas especiales. Sin embargo, sigue sin ponerse en marcha. Su madre, Remedios Navas, denunció la “falta de compromiso real de la Junta y el abandono del medio rural, de las personas con discapacidad y sus cuidadores”. Recuerda que durante la pasada campaña electoral, al PP “se le ha llenado la boca hablando del medio rural, pero seguimos sin tener los recursos que necesitan para tener una educación”. “Me he unido a esta lucha porque me da rabia que no se atienda correctamente a los niños y que la Junta, después de seis años, vuelva a hacer oídos sordos y haga pasar a una familia por esto”, apunta Navas
Las dos madres demandan medios humanos y materiales, entre los que se encuentra una sala de relajación “para cuando estos niños sufran una crisis, broncoespasmos y un sinfín de cosas que tienen estos críos”, o personal para atender “determinadas higienes” de estos menores con una ducha que existe en el centro pero que “no se puede usar porque no hay personal que sepa hacerlo”. Unos “sustos” que luego sirve para “llevarnos las manos a la cabeza y si pasa algo, al final a los dos años la única que se acuerda de lo que pasó soy yo", ha lamentado la madre de Fabio.
La respuesta de la Junta
La solución que le han dado desde la Junta de Castilla y León es que lo escolarice en Valladolid ciudad, algo que la madre de Fabio ha rechazado pues no le parece “lógico” por el transporte que conllevaría. “¿Por qué tengo que trasladar a mi hijo a la ciudad cuando supone una hora más de traslado al día?”, denuncia. Eso, sumado a las terapias extraescolares que debe recibir pueden suponer llegar a casa "a las diez de la noche". Así, “lo único que podría hacer en su pueblo, con su familia y sus amigos en su entorno es dormir”, denuncia Elsa.
El pasado jueves, el portavoz de la Junta de Castilla y León, Carlos Fernández Carriedo, aseguró que la Consejería de Educación pondrá a disposición del centro “los recursos que los profesionales aconsejen”, ya que “analizamos cada caso porque cada caso es singular y requiere los recursos y las medidas que establecen los profesionales”. Es decir, que la pelota queda en el tejado de unos técnicos que son “los que tienen que determinar los recursos a disposición de este centro en relación a las circunstancias” de sus alumnos.
Mientras que los políticos se deciden a cumplir sus promesas, y los días pasan, el parque de San Pelayo se convierte en el mejor refugio para Fabio, allí, se siente “más seguro”. Juega con sus hermanos y con los niños que van al pueblo los fines de semana.