“Estoy con la música a tope. Me gusta mucho y participó en una Charanga en Palencia que se llama ‘Los Duendes’. Hemos venido por Valladolid y la última temporada, antes de la llegada de la pandemia del coronavirus, hemos llegado a completar 118 bolos por diversos puntos de la geografía española”, asegura Ignacio Ontoria Lorenzo, en declaraciones a EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León.
Nacho, de 24 años y natural de un municipio emblemático como es Villalar de los Comuneros (Valladolid), que el próximo 23 de abril celebrará su día grande, el que ensalza a nuestra Comunidad, pertenece a la Cofradía de la Sagrada Cena Sacramental de Valladolid desde hace 13 años y vive con pasión la Semana Santa vallisoletana.
Restaurador de profesión, recuerda también con nostalgia sus primeros pasos en la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora de la Virgen de la Esperanza. Un polifacético que encuentra en el arte y la cultura su forma de vida.
Pasión cofrade… y por la música
“Yo estudiaba en el Colegio Amor de Dios. Con tres añitos, mis padres, que no eran cofrades, me llevaron a ver una procesión para ver si me daba miedo y fue todo lo contrario. Empecé a cogerle el gusto a la Semana Santa y fueron años de insistir a mi familia para entrar en la Cofradía de la Sagrada Cena hasta que entré hace ya 13 años”, nos explica nuestro entrevistado.
Un año sin salir y, posteriormente, comenzó en la Banda de Música de la Cofradía, durante tres años. De ahí, a formar parte de la Bande de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora de la Virgen de la Esperanza, en algo cuyos inicios recuerda con mucho amor y nostalgia porque “juntó a un grupo majo de personas” que hacían lo que más les gustaba “compartir su pasión por los acordes musicales”.
“Lo bueno de la banda es que recorrimos muchas Semanas Santas a lo largo de esos años. Estuvimos en Zaragoza, en Ávila, en Almería o Málaga y eso me enriqueció mucho. Era como que te mandaran de Erasmus, no fuera de España, pero sí dentro. Recuerdo esa etapa de mi vida muy felizmente”, nos cuenta.
Los inicios en el mundo de la restauración
El padre de Ignacio tiene un taller de carpintería en Laguna de Duero. “Antes lo tenía en el Pinar de Antequera”, presume orgulloso y se remonta a su etapa en la guardería que estaba en la misma calle que el negocio. Vivíamos en Villalar. Iba a la guardería, después al taller y volvíamos al pueblo.
De ahí le nace al pucelano su pasión por la restauración. Su progenitor se dedicaba a la talla de madera, en un principio, pero después, por cosas de ganancias, se decantó por la carpintería. “Ahí empezó mi amor por el arte. Me gustaba mucho y el colegio me valió para que este sentimiento se potenciara aún más”, afirma.
“Recuerdo una excursión al Museo Nacional de Escultura de Valladolid en el que visitamos el taller de restauración. Es algo que me impactó mucho y, desde entonces, tenía claro que quería dedicarme a ello. Recuerdo, además, que tuvimos un percance con el Jesús de la Esperanza y Andrés Álvarez Vicente, que fue profesor en la carrera, hizo que me decantara por ello realizando un trabajo buenísimo”, añade.
Un futuro prometedor
Ignacio terminó el colegio, empezó el bachillerato de artes y se adentró en la carrera de Restauración. “Son cuatro años, pero lo he alargado porque en segundo de Facultad comencé a trabajar y nos empezaron a llegar pedidos. Este año finalizaré el Trabajo Fin de Grado y conseguiré finalizar estos estudios”, asegura el también cofrade.
Nacho estuvo también en los talleres de CEARCAL, con Miguel Ángel Tapia que tiene su taller imaginero en Viana de Cega y que hace unos meses era también entrevistado por EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León. “Aprendí mucho de él. A mí me gusta completar reintegraciones volumétricas”, añade.
Ha completado labores de restauración en el retablo del Cristo de la Espiga, el primero que hizo. Otro en el retablo mayor de la iglesia de Siete Iglesias de Trabancos con su compañero Julián Vegas con el que “se entiende bien” y “forma un gran equipo”, nos confiesa y asegura que “quiere realizar más”.
Aunque lo que quiere nuestro entrevistado ahora es marcharse un verano a Andalucía para “aprender de verdad” porque en lugares como Sevilla “han conservado y saben explotar a la perfección los oficios tradicionales”. “Me gustaría ir para aprender sobre carpintería de armar y tallar. Vamos a empezar con la restauración de un retablo en Castromonte y también estoy muy ilusionado”, además, en octubre “se bendecirá la virgen que completa la cofradía, la de José Antonio Navarro Arteaga” en otro proyecto impulsado por nuestro entrevistado, que no se cierra a trabajar con nadie, y que pone a su cofradía por delante de todo.
Una Semana Santa que significa mucho
“La Semana Santa de Valladolid para mí significa mucho. También por la cofradía a la que le debo mucho durante estos 13 años”, añade nuestro entrevistado que matiza, sin embargo, que “estamos a años luz de Semanas Santas como la de Sevilla” y apuesta por “trabajar para devolver a la semana de pasión lo que nos ha dado a nosotros”.
Una incógnita es para Nacho, como para la amplia mayoría, saber cómo va a funcionar esta Semana Santa del “reencuentro” tras dos años de pandemia por el coronavirus. ¿Ganará el culto, el sentimiento y el valor de este momento del año tan especial o lo hará el miedo que aún existe por culpa del coronavirus?
“No sabemos si la gente va a tener muchas ganas de Semana Santa, miedo o qué. Esperamos que este año que vuelve a la calle todos los vallisoletanos y la gente que se desplace hasta la ciudad y provincia puedan disfrutar de esta pasión”, finaliza Ignacio Ontoria.
Un joven ligado a la semana de pasión que aúna sus mejores acordes en la banda de música con su profesión de restaurador y su sentimiento cofrade.