Antes de entrar, dejen salir. Eso es algo que nunca oirán en Aguasal. Allí no hay aglomeraciones. No hay jaleo. De hecho, no hay casi ni gente. Es uno de los claros ejemplos de la España vaciada en la provincia de Valladolid. El más claro. Cuenta en la actualidad, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, con tan solo 19 habitantes censados. El que menos tiene del conjunto de más de 200 localidades totales en la provincia pucelana.
EL ESPAÑOL de Castilla y León se desplaza hasta un pueblo que se ubica a 45 minutos en coche de la capital. En una pequeña hondonada. Se cuenta que hubo un día una persona que empezó a picar en el suelo para encontrar agua, y como no salía, un obrero dijo: “Agua, sal”. Finalmente brotó y desde entonces lo llamaron Aguasal.
Está a escasos dos kilómetros de Olmedo y cuenta con una edad media de 58,8 años. Junto a la carretera por la que se accede hasta el lugar existe una pequeña laguna. Esto, junto con la estampa del caserío de la población, nos permite conseguir instantáneas de enorme belleza y que enamoran al visitante.
Es un día frío de febrero. Reina la Iglesia de San Pedro. De ladrillo. Dentro, un retablo mayor de gran valor y las andas de San Isidro, del siglo XVII ni más ni menos. Quedamos con el alcalde, en el Ayuntamiento, y charlamos con varios vecinos para saber cómo se vive en la localidad con menos habitantes de la provincia, que cuenta con escasos servicios para afrontar el día a día.
Un pueblo sin servicios
“No tenemos consultorio médico. Tampoco bar. No hay colegio. La escuela la construyeron en el año 1962 y duró pocos años. Recuerdo que la maestra que venía se los llevaba hasta Olmedo para dar clase. Solo tenemos agua y estamos en la lucha por conseguir una buena conexión a Internet”, confiesa José Nieto Rodríguez.
Él es el primer edil de Aguasal. Tiene 82 años y suma 12 al frente del consistorio. Tres legislaturas. Buscará la cuarta en las próximas elecciones municipales del 28 de mayo de 2023. Está empadronado en el pueblo, pero vive en Olmedo (desde el 1971), con su mujer. Se casó con ella en Valladolid capital en el año 1967.
“Hace 40 años las cosas aquí eran diferentes. Había más vecinos. Pastores, obreros… mucha más vida que ahora. Teníamos dos bares y echábamos la partida. Además, me gustaría recalcar que mi abuelo fue también alcalde aquí. En el año 1900, cuando más habitantes teníamos. Superábamos el centenar. ¡Hay que ver como ha cambiado todo!”, nos cuenta el primer edil sentado en la silla de su despacho de la casa consistorial.
Y tanto que lo ha hecho. Ahora son solo 19 los censados. Viven el día a día del pueblo apenas 9. “Hay un matrimonio de Madrid y poco más. Cada vez somos menos”, añade resignado José María Nieto, al que los pocos lugareños conocen más coloquialmente como ‘Pepe’.
Un futuro poco halagüeño
Con apenas habitantes y sin un bar de reunión, la única oportunidad de que los vecinos se junten es en las fiestas. Bastante seguidas en el tiempo. La primera, en honor a San Jorge, el 23 de abril, y después, el 15 de mayo, festejan a San Isidro con una procesión y un campeonato de cartas. El que ostenta el bastón de mando, durante esta charla, señala las mesas que aún están sin tocar en el ayuntamiento, tras los festejos de 2022.
Aunque en verano suba ligeramente el número de personas que hacen vida en Aguasal, Pepe ve el futuro mal. “Somos un pueblo de la España vaciada. No tenemos vivienda para ofrecer, tampoco. Esto es clave y las empresas no quieren instalarse en municipios como el nuestro”, nos confiesa apenado.
La vivienda es uno de los problemas más latentes en los pueblos de la provincia pucelana. No hay. Aunque la gente quiera instalarse en el medio rural no puede. No hay cobijo. José Nieto lo denuncia y pide a las instituciones que se pongan las pilas para solucionar todos los problemas que una localidad como Aguasal tiene.
“No somos parques temáticos”
Salimos del Ayuntamiento junto al alcalde. En nuestro caminar nos encontramos con Luis Ángel Hernández Monedero. De 66 años y que vive y está empadronado en Olmedo. Sin embargo, cada día anda los poco más de dos kilómetros hasta el municipio con menos habitantes de la provincia de Valladolid para estirar las piernas. También en esta gélida mañana.
“La gente está muy equivocada con los pueblos, sobre todo los que vienen de la ciudad. Se piensan que somos parques temáticos que estamos para que los foráneos se diviertan y no es así”, asegura en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León. Denuncia la falta de farmacias, colegios y demás servicios en un medio rural cada vez más en declive.
A la entrada de Aguasal tiene su corral de gallinas con su huerto José Rodríguez. Desde el año 2003 está empadronado aunque también vive en Olmedo y es nacido en localidad abulense de Horcajo de las Torres, hace 63 primaveras. Le abordamos antes de que entre a cuidar a sus animales.
“Veo el futuro del mundo rural muy mal. Hay muchas carencias. Malas comunicaciones, desastre del sistema financiero y comercial que ha dejado sin atención bancaria a un montón de pueblos, la educación… Hay una cosa fundamental que veo definitiva para el mantenimiento del mundo rural que sería incentivar el trabajo de la mujer y no se está haciendo. Es una pena”, nos explica.
Una vida feliz
Tras hablar con Luis Ángel y con José María nos encontramos con un hombre que camina con su sombrero y su perro. Es Benjamín Garcés, de 62 años. Suma 18 empadronado en Aguasal. Vive en el lugar con su mujer, aunque se desplazan con frecuencia a Madrid.
“Aquí disfruto de una vida muy tranquila. Vine porque no había bar. Porque la carretera no pasaba y porque cerca había de todo. Sigo estando aquí porque la tranquilidad que tengo no la voy a conseguir en otro lado. Soy feliz en Aguasal”, confiesa Benjamín emocionado.
Aunque denuncia la falta de medios en cuanto a conectividad y de médicos para recibir una buena atención sanitaria y cosas básicas como un negocio para comprar el pan en su día a día.
Una vida feliz en Aguasal, el municipio vallisoletano con menos habitantes de la provincia y un claro ejemplo de que, poco a poco, el mundo rural muere.