Los bomberos del Ayuntamiento de Valladolid que viajaron a la catástrofe de Turquía ya están en casa. Víctor Rodríguez, Mario Arranz, David Pelaez, Julio Rodríguez y Daniel Liras han llegado este lunes a la ciudad del Pisuerga después de su viaje de voluntariado a Adiyaman, una de las ciudades más afectadas por el fatídico terremoto que ha azotado al país otomano y a Siria. "Venían familias a pedir que sacaras cadáveres y no podías hacer nada", relata uno de ellos en un encuentro con los medios de comunicación con el objetivo de explicar la "película de terror" que han vivido, tal y como la han calificado.
Víctor Rodríguez, bombero desde hace más de 15 años, ha subrayado que el sentimiento grupal es de "frustración y tristeza", ya que iban con todas las ganas de "dar el máximo" y se han encontrado "situación más devastada de lo normal". Cuando llegaron al país otomano estuvieron esperando casi un día entero en el aeropuerto para que todos los grupos de rescate se coordinasen.
El bombero del Ayuntamiento de Valladolid relata que la segunda réplica "sepultó todo de una manera" que desembocó en un halo de "pocas esperanzas, casi milagrosas". Sus trabajos allí se desarrollaron con perros de rastreo especializados, que iban registrando los edificios donde les avisaban de que podía haber indicios de vida, además de que los que los propios ciudadanos pedían allí. "Vimos que muchos lo decían con las ganas de recuperar a sus familiares. El perro te detectaba si había gente viva o muerta y siempre nos daba la mala noticia", admite. Esto hizo que la frustración entre los voluntarios creciera, ya que se encontraban "desolados de querer hacer más y no poder".
Por su parte, Mario Arranz ha destacado la "hospitalidad" de todo el pueblo turco, que a pesar de vivir en condiciones de catástrofe, les ofrecían "agua, comida y cualquier cosa". "Incluso lo rechazábamos por propia educación", relata el bombero de Valladolid.
En su caso, no han tenido la oportunidad de rescatar a nadie con vida, según reconocen, algo que era muy "duro" porque daban noticias constantemente malas a los familiares, aunque las aceptaban con "entereza" e incluso les llegaban a dar las gracias por su labor.
"Había familias que nos pedían ayuda para retirar los cadáveres, pero en esta situación lo que prima es la vida y tenias que decirles que tenias que irte a otro sitio donde has recibido un aviso de que puede que haya una persona con vida", aclara Mario Arranz.
Una situación que, como han coincidido todos ellos, se siente con "muchísima frustración". "Has ido con tu buena intención a ayudar y ves que el terremoto ha sido tan grande que no hay nada que hacer prácticamente", relata el voluntario que ha viajado a Turquía. Además, puntualiza que en los casos en los que hubiera alguien vivo, "se necesitarían muchísimas horas y la ayuda del propio Gobierno y ONG para hacer excavaciones y demás". "Nosotros no teníamos tanto material. Llevábamos lo justo necesario para hacer una búsqueda de personas vivas", puntualiza.
En Turquía han trabajado con la colaboración de la ONG Acción Norte, donde también han coincidido con bomberos de Palencia, Salamanca, Zamora, Leganés y, principalmente, de Vitoria. A mayores, también se han encontrado voluntarios de China y Venezuela.
David Peláez, en consonancia con sus compañeros, reconoce que salieron con la idea de salvar vidas y al llegar se encontraron todo "desolado y tú no puedes hacer nada". "Es lo más duro, te pedían que entrases y si podías que sacases el cuerpo. El trato del pueblo turco ha sido maravilloso con nosotros", insiste.
El día a día de estos bomberos se desarrollaba desde bien temprano, después de dormir pocas horas. A través de los traductores e intérpretes iban a los puntos donde podía haber algún indicio de vida, donde trabajan con los perros para tratar de dar con ella. "Lamentablemente no fue así. Si podíamos recuperábamos el cuerpo y si no esperábamos para ir a otra zona donde nos decían", explica Peláez.
Así han transcurrido los tres días de rescate en los que han participado. Cuando llegaba la noche admite que era "difícil" dormir. "Estás allí con ganas de trabajar y aunque estés cansado no quieres irte a la cama. No puedes estar pensando que igual hay gente con vida y tú irte a dormir", argumenta.
Julio Rodríguez ha subrayado que fueron "con una idea y en el minuto uno que pisamos la ciudad se desmontó". "En todos los edificios en los que nos dieron la posibilidad de que podía haber vida no fue así. No es solo el rescate, sino ver edificaciones enteras donde podría haber cientos de personas derruidas", recalca.
Precisamente, fue el caso de una de las edificaciones donde trabajaron, donde había hasta 180 personas y donde "solo pudieron rescatar a 10, el resto estaba todo bajo los escombros". "Lo duro es que te venga un padre y te diga que tiene a su hijo y su madre, le digas que no puedes hacer nada y te dé las gracias", ha repetido como uno de sus compañeros.
Preguntado por si lo vivido allí ha sido como una "película de terror", Julio ha relatado que ha visto algunas donde "simulan que ha habido terremotos y catástrofes", pero en ninguna ha visto "este tipo de colapsos". "Lo han denominado como un colapso tipo sandwich. El forjado del primero cae sobre el segundo y este sobre el tercero. No había huecos de supervivencia. Es prácticamente imposible sacar algo con vida de allí", asevera.
El Gobierno turco ya ha iniciado la denominada segunda fase, que es la que se refiere a comenzar con la limpieza y el apoyo a los familiares afectados. Víctor Rodríguez, que señala que es una "movida muy larga", reconoce que este es uno de los motivos por los que creen que les han "echado". "Nos dijeron que desde el día dos estaban metiendo maquinaria pesada cuando todavía podía haber posibilidad de vida", añade. Ha pasado ya más de una semana del terrible suceso y Turquía y Siria ya buscan salir adelante.
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