Urueña es un pueblo de la provincia de Valladolid que se ubica en uno de los bordes noroccidentales de los Montes Torozos. Por derecho propio pasa por ser un mirador natural de valor incalculable desde el que se puede ver, en días claros, tanto la Cordillera Cantábrica como los Montes de León con el Teleno como máximo exponente.
En la actualidad, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), cuenta con 203 habitantes y es un lugar único también por su valor histórico, patrimonial y, sobre todo, cultural. Pasa por ser la Villa del Libro de la provincia pucelana y el encanto de las letras cubre todo el pueblo.
Es un lugar perfecto para vivir. Y si no, que se lo digan a Juan Carlos Espinal Lanza, un hombre de 49 años, que nació en Honduras pero que a los nueve meses se fue a vivir a Madrid. Ahora ha tomado las riendas de la cafetería del Centro Social, con unos 10 años de historia, y que llevaba cerrado tres meses.
Un cocinero profesional que apuesta por el medio rural
Juan Carlos cuenta, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, asegura que es un cocinero profesional. Ha vivido en Madrid, en Guadalajara, y ahora se asienta en Urueña. Suma 20 años de experiencia en el mundo hostelero a sus 49 primaveras.
“Buscábamos calidad de vida. En julio del año pasado ofrecieron a mi mujer coger el bar de Villalbarba. Nos daban casa y nos fuimos a la aventura. Estoy muy agradecido por cómo me acogieron en este pueblo. Estuvimos hasta mediados de febrero y hemos acabado en Urueña. Estamos muy ilusionados”, nos cuenta nuestro entrevistado.
Fue el sábado, 11 de marzo, después de llegar a Urueña el día 6 del mismo mes, cuando reabrió la cafetería del Centro Social. En la localidad vallisoletana, cargada de servicios y de ocio y cultura, hay además otros cinco establecimientos hosteleros en los que se puede comer, y bien.
Amigo de sus amigos
“Soy muy amigo de mis amigos. No me gustan las injusticias. Respeto todo. El respeto debe ser máximo en una conversación entre dos personas. Yo apuesto por eso”, confiesa el hostelero que se va a adaptando, poco a poco, a su nuevo lugar de trabajo.
Él disfruta trabajando, como confiesa. Lo ha hecho en Alicante, en Madrid, en Villalbarba, en muchos sitios. Se ha instalado en Urueña con su pareja, su hijastra, su hijo pequeño y su yerno y está feliz en su apuesta por el mundo rural.
“Estábamos en Villalbarba. Llegó gente de Urueña y nos ofrecieron coger el bar hace un mes. Lo vimos, queríamos crecer y nos lanzamos a la aventura. Pago una pequeña renta, me ayudan con la luz. Me han buscado una casa en el pueblo… sobre todo agradezco el calor y la amabilidad de la gente”, explica encantado.
Un punto de ocio clave en cualquier punto del medio rural
“Un bar es importante porque pasa por ser un punto de reunión y de ocio. Hace que la gente se reúna, se vea, que comparta momentos. Que conversen. Es vital un bar para un pueblo”, confiesa Juan Carlos hablando de la importancia de contar con un establecimiento hostelero en un pequeño pueblo como este.
Nuestro protagonista añade que “sé a la hora que abro, pero no a la que cierro”. Explica que da raciones y que la gente “sabe comer más ahora” y “es más exigente”. “Aprecian más la comida casera en estos momentos, según mi experiencia”, añade.
Junto a su mujer y a su familia sacan adelante el negocio. Quiere ser un ejemplo para que los jóvenes se instalen en el medio rural para evitar que los pueblos, poco a poco, mueran.
Un bar con mucha historia que reabre en un pueblo vallisoletano, precioso como Urueña.