Este domingo, 1 de octubre, se han cumplido dos meses desde que la desgracia se cebó con la calle Goya. Concretamente lo hizo con el número 32 de esa vía, donde se produjo una explosión que acabaría con la vida de Teresa Bergondo, una mujer de tan solo 53 años. Su cuerpo era hallado entre los escombros tras la catástrofe.

Una desgracia tremenda que se producía a eso de las 22.50 horas del martes, 1 de agosto. El estruendo se dejó notar en gran parte de los barrios de Valladolid. El sonido de las ambulancias alertaba de que algo grave había pasado. Más de una decena de heridos y Teresa, muerta. Y menos mal que fue en verano, porque de haberse producido el hecho en invierno, el número de muertos se habría elevado, con creces.

Casi dos meses después, EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León se cita con Alejandro Angulo Ramos, un octogenario de 85 años, que lleva viviendo en la calle Goya número 37, desde hace 25 años y que nos cuenta cómo vivió esa fatídica noche y cómo es ahora su vida tras la pesadilla que le llevó incluso a tener que recibir ayuda psicológica.

“No sabía si la explosión había sido en mi casa”

Eran un poco más de las once menos cuarto. Me iba a ir a la cama ya. Tenía el mando de la televisión de la mano y se me cayó la virulencia del sonido. No sabía si la explosión había sido en mi casa. La recorrí de arriba abajo”, nos confiesa en un testimonio aterrador Alejandro Angulo Ramos, todavía con el corazón en un puño recordando el fatídico momento.

Nuestro entrevistado, jubilado y cofrade de la Vera Cruz, ha vivido con una alegría inmensa la coronación de la virgen que se ha producido este mismo sábado, 23 de septiembre. Vive en ese número 37 de la popular vía vallisoletana, ya tristemente tras la desgracia y cuenta con un taller de tapicería y restauración de muebles artísticos en el lugar. Vive allí solo.

Desescombro de los restos de la explosión registrada en la calle Goya de Valladolid Rubén Cacho Ical

“El número 32 me pilla en el lado derecho. Justo enfrente de mi casa. Vi como me había roto un cristal de la terraza. Era pleno verano. Las persianas también se me rompieron. Estaba a unos 20 metros de la explosión”, asegura nuestro protagonista.

Una depresión

El octogenario asegura, en declaraciones a este medio que “tuvo una depresión” y que “le afectó mucho la explosión”. Ejercita la mente, “para no perderla”, añade, y recalca que “recuerda aún hoy todo como si hubiera sido ayer”. Desde casa contemplo ese trasiego de ambulancias, de coches de Policía y demás y asegura que los agentes le dijeron que cerrara las ventanas para evitar males mayores.

He necesitado ayuda psicológica. Estaba histérico y depresivo. He sufrido esta explosión y otros dos incendios, uno en un autobús y el otro en mi casa anterior, cuando ardió la vivienda de un vecino”, afirma.

Sobre Teresa, la vecina de 53 años que perdió la vida en la terrible explosión asegura que la conocía de vista, como a otros muchos vecinos, pero que no llegó a entablar una conversación con ella.

La policía científica examina el bloque de viviendas en el que se produjo una explosión, en la calle Goya L. Pérez ICAL

La lucha con el seguro

“El seguro no nos ha pagado los daños que hemos sufrido en las persianas y demás. Lo hemos tenido que reparar de nuestro bolsillo. Si hacen esto con los que hemos tenido daños menores, con los que han visto como se destrozaba su casa entera, imagínate”, nos cuenta Alejandro con resignación.

Esa es la lucha de los vecinos de viviendas contiguas a la calle Goya 32, donde se produjo la brutal explosión, que denuncian la actitud de estos seguros tras una tragedia de este nivel, con una persona fallecida.

“Tras esto, intento recomponerme y vivir al día. Nunca sabes si va a llegar mañana. Hay que superar todo y continuar mirando hacia delante”, finaliza nuestro entrevistado.

La vida, en la calle Goya 32, continúa, pero como dice la canción: “Ya nada volverá a ser como antes”.

 

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