Más de 80.000 trabajadoras del primer ciclo de Educación Infantil estaban llamadas a la huelga el pasado miércoles, 25 de octubre, en la segunda de las cuatro que están convocadas hasta mediados de noviembre. La primera se produjo el pasado jueves, 19 de octubre y las otras dos están previstas para el miércoles 8 de noviembre y el también miércoles 15 del mismo mes.
Todo después de que estas trabajadoras (el 90% de las empleadas son mujeres) de los centros infantiles y privados y de los de titularidad pública, que pasan por ser escuelas municipales, de gestión privada, hayan dicho basta, como medida de presión con el fin de desbloquear la negociación del convenio, encallada desde hace mes y medio, en un conflicto a nivel nacional que ha explotado en los últimos días.
El colectivo ha denunciado la precariedad que sufren los profesionales que se vienen dedicando a la educación de los niños y niñas de entre 0 a 3 años. Con unos salarios sumamente bajos, y un horario laboral sobrecargado. Estos, son, aunque hay más reivindicaciones, los puntos que los profesionales piden modificar, rápidamente, en el nuevo convenio colectivo en una negociación que se alarga ya en el tiempo. Casi dos años de espera.
Este sábado, 28 de octubre, trabajadoras del sector, de todos los puntos de España, partirán en marcha hasta Madrid para hacer fuerza y seguir presionando con el fin de que se les escuche. Lo harán bajo el lema: “Stop a la precariedad laboral en la Educación Infantil de 0 a 3 años. Educamos, no guardamos. Por un convenio justo”.
En la misma estará Elena Granda Suárez, una asturiana nacida en Oviedo pero que llegó a Valladolid hace 16 años. Por trabajo, y también por amor. Hace 14 es profesora de educación infantil, 13 de ellos en la Escuela Municipal infantil La Ranita de Renedo de Esgueva. Un centro municipal, pero de gestión privada. Nos cuenta su experiencia, las reivindicaciones y es optimista con el hecho de que la situación se solucione, aunque habrá que luchar.
14 años en La Ranita tras llegar desde Asturias
“Soy una persona a la que le gusta luchar por lo justo y por lo que nos toca. Me formo constantemente. Me gusta innovar en el aula y hacer grupo y piña en el aula. Como empleada me gusta ser respetada”, asegura, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y Léon, Elena Granda Suárez, profesora de Educación Infantil en la Escuela La Ranita de Renedo de Esgueva, dentro de la provincia de Valladolid.
Nuestra entrevistada tiene 44 años. Llegó a Valladolid hace 16 y hace 14 que es profesora. Antes, trabajaba en un laboratorio en la conocida marca de Nestlé, en tierras asturianas. Cuando llegó hasta tierras pucelanas se tuvo que reinventar. A raíz de ser madre, le surgió el gusanillo de la docencia, sobre todo a los más pequeños, a los que van de los cero a los tres años.
“Estuve un año en una escuela infantil municipal de Valladolid capital. Ahora sumo 13 en La Ranita. Educamos a pequeños de entre cuatro y seis meses hasta a los que tienen tres o tres y medio. Lo único que pedimos es que se nos valore porque nosotros no guardamos, como en las guarderías. Llevamos a cabo una labor educativa desde los primeros meses de vida que es esencial”, explica. Lo hace con razón.
Elena, además, es delegada sindical de la escuela, por CCOO, que ha sido el sindicato que ha llamado a la movilización del sector para mejorar las condiciones de las trabajadoras y que eso se vea reflejado en el nuevo convenio que ha de firmarse.
Trabajadoras pobres
Nuestra protagonista asegura que se lleva más de año y medio con la negociación del convenio. Hace cinco años consiguieron una serie de avances. Ahora, tocaba volver a la mesa de negociación, pero no consiguen avances ni que la patronal mueva ficha a su favor. Como todo ser humano quieren mejorar. Si encima, la situación es sumamente precaria, más todavía.
“Las trabajadoras de centros privados cobramos 1.028 euros. Las de titularidad pública de gestión privada 1.134. Queremos mejorar estos sueldos porque somos trabajadoras pobres. Además, tenemos una cualificación, bien en forma de carrera, bien de grado superior, y esto tampoco se tiene en cuenta. Nos piden cualificación y no se paga”, asegura Elena.
La subida salarial es la primera de las reivindicaciones de un sector muy feminizado. También se pide que se restructure la jornada laboral para poder contar con tiempo para tutorías o para programaciones. “No somos guarderías, somos educadoras. Nos llevamos trabajo a casa porque, al final, toda nuestra jornada laboral se basa en una atención directa a nuestros alumnos”, afirma.
La tercera de las peticiones, como no podía ser de otra forma, es que “se tenga en cuenta su labor educativa en una fase de la vida tan importante” como es la de cero a tres años. Tres peticiones claras y que deben considerarse para reconocer un trabajo de quilates.
Optimista con el futuro, pese a todo
En la escuela en la que trabaja Elena son un total de cuatro trabajadoras. Nos explica que tiene que haber tres en cada aula y una ejercer de apoyo. Este año, en su centro, atienden a un bebé, a 11 pequeños de entre uno y dos años y a trece de entre dos y tres años. La cuestión de las ratios sería otro tema a tratar, pero está estipulado por cada Comunidad Autónoma, no es cuestión de convenio.
“Soy optimista. Si no, no haría huelga. Pienso que la unión hace la fuerza. Creo que vamos a conseguir mejorar porque el salario es ridículo. Lo haremos para que las trabajadoras del sector puedan vivir independientemente con un salario decente. No estamos pidiendo una carta a los Reyes Magos, solo que se respeten nuestros derechos”, añade la profesora de educación infantil.
Ella estará este sábado, 28 de octubre, en Madrid. Lo hará para reivindicar los derechos de un sector maltratado y precarizado. Todo con el fin de que las cosas cambien antes de un nuevo encuentro entre sindicatos y patronal en la mesa de negociación. Todo para que las cosas cambien.