Las cremosas y exquisitas croquetas de jamón se elaboran, desde hace años, en un conocido y céntrico establecimiento hostelero de Valladolid: El Corcho. Resulta curioso el motivo que impulsó a elaborar una de las delicias españolas por excelencia. Fue el excedente del jamón que se utilizaba para los canapés. Desde entonces, la opinión de la crítica, con los clientes como protagonistas, está clara: “están buenísimas”.
“A todos los comensales que vienen hasta aquí para visitarnos, les encantan. El secreto es la cremosidad y el mimo con el que se realiza la bechamel. También elaborarlas con una materia prima de calidad”, aseguran, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, Chema Martínez y Sara Madroño, la pareja que es el alma del bar pucelano.
Él, de 70 años, y ella de 68, llevan trabajando en la hostelería desde que tenían 16 años. En el famoso establecimiento hostelero ubicado en la calle Correos, desde 1988.
Uno de los valores de El Corcho es la elaboración manual y casera de todos los productos. La materia prima está seleccionada con el fin de cumplir con todos los criterios de calidad y se elabora siguiendo las recetas caseras, esas de las de toda la vida, con el mayor de los amores y con un mimo supino.
La selección, en lo que tiene que ver con la bodega, es también una labor que se realiza pensando en un cliente exigente que busca en El Corcho la calidad.
La historia de una pareja muy querida en Valladolid
Sara y Chema se casaron un 10 de abril del año 1978 en la céntrica iglesia del Salvador, en Valladolid. Ambos llevaban años ya trabajando en el complicado mundo de la hostelería. Él lo hacía en el antiguo Bar El Corcho que se ubicaba en la calle La Pasión y después en La Sepia, donde trabajaba con su padre y con sus hermanos. Ella lo hacía en Risco, donde también fue empleada hasta que se casó.
Después, ambos formarían una bonita familia con tres hijos. Por un lado, Leticia (gestora cultural y profesora en la Escuela de Diseño de Valladolid) y Fabián y Francisco. Los dos han continuado con la saga de hosteleros en El Peso, Perrolobo, Caruso y Bámbola, en otros puntos de referencia en la ciudad vallisoletana, perfectos para degustar los mejores platos.
“Pasan los años y decidimos abrir El Corcho en el año 1988. Se caracteriza por sus tapas tradicionales. Los canapés tanto de salmón como de jamón o cangrejo que hacen las delicias de los comensales. Pero, si por algo destacamos es por nuestras célebres croquetas que son las señas de identidad de la casa”, afirma Chema.
Tanto que tienen un reconocimiento a nivel nacional, siendo nombradas en varias ocasiones por el célebre periodista de la COPE, Carlos Herrera y, también, prestigio internacional ya que han sido resaltadas incluso en el periódico británico The Guardian.
Las mejores croquetas de Valladolid
“En todos estos años, nunca hemos cambiado la filosofía de nuestro bar. Seguimos apostando, desde el principio, por ofrecer a nuestros clientes la mejor calidad al mejor precio con manos expertas que dan forma a las elaboraciones que nos llevan acompañando todos estos años”, añade la pareja.
Cuentan con un equipo profesional que siempre está atento a lo que sus clientes reclaman. Ellos pasan por ser su mejor carta de presentación. A ellos les ofrecen, siempre, la mejor de sus sonrisas cuando atraviesan la puerta del bar. Sara, Elena, Yolita, Nandi, Miguel, Beatriz, Judith, José Luis y Marcia son ya como de la familia.
“Nuestras elaboraciones más famosas son las croquetas de jamón ibérico, el buñuelo de bacalao, las banderillas, los tigres, los canapés variados, los bocaditos y la paella los domingos. La croqueta es lo más demandado”, asegura Sara a este medio.
De hecho esa delicia para el paladar hecha a base de bechamel que se deja enfriar durante una hora para bolearlas al día siguiente con pan y huevo triunfan entre los clientes. Los días de diario, El Corcho puede vender más de 400 croquetas. Los fines de semana, la cifra supera el millar. Son las mejores de Valladolid y se nota.
El Corcho y sus más de 35 años de historia
“Los inicios los recuerdo de forma muy bonita. Se abrió con mucha ilusión y hemos formado una bonita familia con excelentes profesionales que trabajan con nosotros desde hace ya muchos años”, explica Chema, hablando de los inicios de su establecimiento hostelero que reina a escasos metros de la Plaza Mayor de Valladolid.
El local que se ubica en la calle Correos 2 de Valladolid contaba, en sus inicios, con dos plantas. El restaurante de raciones estaba en la primera, y la barra, tal y como la conocemos ahora, se situaba en la planta calle. El local estaba en bruto por lo que tuvieron que rehabilitarlo al estilo castizo. Se pueden apreciar allí elementos estructurales de la arquitectura clásica castellana. Impera, en una de las paredes, el cuadro de unas flamencas estilo Botero. Y a este, le acompañan obras de artistas amigos.
“Vemos el futuro con optimismo”, afirma la pareja hablando de su negocio. Sobre la pregunta de EL ESPAÑOL de Castilla y León sobre la posibilidad de abrir otro apuntan que “somos una familia emprendedora”. Blanco y en botella.
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