Hay cosas que son así y así son. En lo que tiene que ver a la historia de la Catedral de Valladolid, la misma se entrecruza con la de la ciudad, todo ello hasta el punto de que esta condicionó su construcción de manera muy fuerte. Y es que el caminar de este imponente espacio en la ciudad del Pisuerga pasa por ser la concatenación de una serie de proyectos finalmente frustrados que no llegaron a convertirse en realidad. Como resultado, contamos con una catedral a medio construir y una colegiata que aspiraba a más.
“El origen de la Catedral de Valladolid que conocemos en la actualidad está en la colegiata, que surgió en la época de la repoblación bajo medieval. Todo cuando Alfonso VI de Castilla encarga la repoblación de Valladolid y Cuéllar al conde Pedro Ansúrez. En el año 1095 el conde Ansúrez realizó una donación de la primera colegiata construida a su primer Abad. Ahí está el origen de todo”, explica, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, el Dean de la Catedral de Valladolid, José Andrés Cabrerizo.
Años más tarde, entre el 1219 y el 1230 se levantó la segunda colegiata. En el siglo XIV se harían realidad una serie de capillas antes de que el Cabildo decidiera construir una tercera colegiata aún más grande. Un proyecto arquitectónico que corrió a cargo de maestros como Juan y Rodrigo Gil de Hontañón, Juan de Álava y Francisco de Colonia, además de Diego Riaño. Una primera piedra que se puso en 1527, pero el proyecto quedó sin finalizar hasta que Juan de Herrera, allá por 1589, retomara la construcción a cargo de su discípulo Diego de Praves que aprovechó lo ya construido de la tercera de las colegiatas.
“En el año 1595, a petición de Felipe II, el papa Clemente VIII creó la Diócesis de Valladolid. El 21 de mayo de 1595 elevó la iglesia mayor a categoría de Catedral. La consagración del edificio como catedral se produjo más tarde, en 1668, concretamente el 26 de agosto”, apunta el Dean actual del imponente edificio.
Una construcción, la de la catedral tal, y como hoy la conocemos, que puso en peligro el edificio de la colegiata. Juan de Herrera contempló su destrucción, lo que se produciría en el siglo XVII, en 1634, cuando se concretó el derribo de la vieja colegiata. Quedaron en pie dependencias que resultaban útiles. Desde 1965 estas salas guardan los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.
Sus obras continuarían en los siglos XVII y XVIII sin que se respetase lo que planificó Herrera. Alberto de Churriguera terminaría el cuerpo alto de la fachada principal. Por falta de recursos económicos lo que se conoce y está construido es la mitad de lo que estaba proyectado.
“No se acaba su construcción porque no había dinero. La belleza y grandeza de la Catedral de Valladolid radica principalmente en eso, en que no está acabada. Cuando la gente entra y ve su altura, su anchura, y el tamaño de las naves se queda asombrada. También cuando disfrutan con el retablo de Juan de Juni. Llama mucho la atención del turista”, añade José Andrés Cabrerizo.
El terremoto de Lisboa de 1755 y los fallos en la cimentación, junto a una gran tormenta, motivaron a que la torre de la nave del Evangelio cayera allá por el año 1841. La actual torre de forma octogonal que se construyó sobre el 1880 fue coronada en 1923 por el Corazón de Jesús, y es prácticamente la última de las intervenciones realizadas hasta que la Catedral de Valladolid quedara como la conocemos hoy en día.
Ahora, un importante proyecto que persigue diferentes objetivos pretende revolucionar este espacio tan querido por los vallisoletanos para conseguir que esta joya inacabada en la ciudad del Pisuerga brille con más fuerza.
Un proyecto con cuatro líneas de actuación
“Hemos pedido al Ministerio de Fomento, ahora de Transportes, acogernos al 2% cultural. Con esta dotación presupuestaria se llevó a cabo un importante arreglo en la Catedral de Palencia y es lo que estamos intentando que se haga en la de Valladolid. No sería una intervención íntegramente en el templo, sino que abarcaría un total de cuatro intervenciones diferenciadas”, asegura José Andrés Cabrerizo.
La primera de ellas, como nos explica el Dean, estaría orientada a la “adecuación de la Plaza de los Cipreses”. Un espacio que el Plan General de Ordenación Urbana de Valladolid contempla como privado de uso público. Lo que se persigue es que “pueda estar abierto al turista durante el día” como el Museo Patio Herreriano.
“La segunda de las actuaciones que contempla el proyecto, en el que no se va a realizar ningún tipo de excavación porque quieren llevar a cabo una arqueológica ya que están convencidos de que hay restos romanos debajo de la Plaza de los Cipreses, pasa por adecuar el Museo Diocesano que está como se abrió en 1965”, añade nuestro entrevistado. Apunta que quieren que cuente con “una entrada independiente” ya que se accede por la puerta de la Catedral y cuando se celebra algún acto “no se puede pasar”.
La tercera es “hacer una gran biblioteca histórica” en la parte del edificio que da a la Plaza de Portugalete que se encuentra vacío y tiene 400 metros cuadrados de espacio. “Se plantea llevar la biblioteca histórica del seminario y la de la Catedral hasta ahí. También estamos abiertos a que conventos y cofradías que desaparezcan depositen allí sus fondos bibliográficos”, añade nuestro protagonista. Se plantean, incluso, la instalación de una pequeña sala de conferencias. Esto llevaría aparejada la construcción de un nuevo ascensor.
“La cuarta de las actuaciones que refleja este proyecto pasa por dejar el espacio original diáfano de la puerta de la Plaza de la Universidad, que ahora es un pasillo de pladur y que se hizo con las Edades del Hombre del año 1988. Es la anchura del crucero original de Herrera. Con esto, buscamos también que la salida de los pasos de Semana Santa por la entrada principal sea más sencilla”, señala Cabrerizo.
“Ambicioso” y presentado a la Junta de Castilla y León
El proyecto “ambicioso” ya ha sido presentado a la Junta de Castilla y León y al Ayuntamiento de Valladolid como “información”. Nuestro entrevistado apunta que la institución regional “lo ha visto bien”. “Una vez que se de paso por la Junta, por su Consejería de Cultura, se pedirán los permisos pertinentes y las licencias de obra al Ayuntamiento de Valladolid. Las instituciones y administraciones públicas locales conocen el proyecto. Es el tercero que presentamos sobre esta cuestión. Llevamos tiempo en ello”, apunta el Dean de la Catedral de Valladolid.
Fue en el mes de octubre cuando se pidió al Ministerio “la cuantía perteneciente al 2% cultural”. “Pueden dar de máximo un 75% de la cuantía del proyecto. Calculamos que en caso de que nos lo concedan nos darán un 50-60%, no la totalidad”, añade Cabrerizo.
Sin embargo, apunta que por parte de la Diócesis de Valladolid hay una “intención” para que en caso de “no conseguir” esa financiación pública a través del Estado que sea la “propia Diócesis, junto al Ayuntamiento, los que hagan un esfuerzo mayor” a la hora de que este proyecto sea una realidad.
La intención pasa por acometer el proyecto. No se van a construir nuevos templos, por lo que la Diócesis baraja que esta partida de gasto vaya destinada a dicha obra. Se quiere, por tanto, acometer esta intervención en la Plaza de los Cipreses, adecuar el museo y la biblioteca como valor añadido para la catedral y para la ciudad. Que sirva como revulsivo para afrontar también otras actuaciones dentro del templo como es la renovación del suelo. Además, proceder a la limpieza interior y al cambio de iluminación. Todo para contar con el mejor templo en el lugar.