Son 300 kilómetros los que separan la ciudad de Valladolid de la playa de Oyambre en Cantabria, un recorrido a base de pedaladas, con la bicicleta a cuestas. Con cada pedalada, una vivencia, un trocito menos por recorrer y todo ello para buscar la sensibilización y favorecer la inclusión de las personas que padecen una enfermedad grave. La iniciativa impulsada por la Fundación Intras partió desde la plaza de Colón el jueves 9 de mayo con la participación de 69 ciclistas. Los abrazos antes de iniciar la ruta fueron la tónica dominante. Ese largo recorrido concluyó el pasado lunes cuando los 20 participantes que conpletaron la ruta aparcaron su vehículo de dos ruedas para acariciar la suave arena de la playa de Oyambre situada en el municipio de Valdáliga y San Vicente de la Barquera en Cantabria.
“Ha sido un viaje, un baño de pedal, paisaje, fraternidad, humanidad y humildad. Nos hemos vuelto a transformar en una comunidad de aprendizaje y afecto, en una espiral de dar y recibir compartiendo camino, sudores, amores, dolores e incertidumbres”, así es como describe Kiko Arribas su participación en esta ruta cicloturística que ha aunado deporte y salud mental.
Estas mismas palabras las suscribe Jesús Moratinos, usuario de la Fundación Intras que ha completado la larga travesía. Ya asentado en Valladolid, tras recorrer los 300 kilómetros, recuerda los cinco días intensos que ha vivido. La experiencia le ha aportado seguridad y confianza en sí mismo y ya se aventura a confirmar su presencia en la edición de ‘Pedaladas por la salud mental’ en 2025.
Moratinos fue parte del pelotón que inició su ruta en Valladolid. Cogió su bicicleta, su casco para protegerse ante una caída y las gafas para refugiarse del sol y comenzó a dar las primeras de los millones de pedaladas que daría hasta llegar al destino. Confiesa que el primer día de la ruta fue algo monótona. La ilusión reinaba, pero el paisaje era familiar para él. Los inmensos campos llanos de Castilla los ha podido contemplar durante años, pero a partir del segundo día ese horizonte paisajístico se transformó. La Montaña Palentina era la gran protagonista. Por delante, un camino con subidas y bajadas constantes.
Ese mismo día, cayó un fuerte chaparrón que obligó a la ruta cicloturista tomarse un pequeño descanso. “Nos tuvimos que refugiar en un aparcamiento de un supermercado en Aguilar de Campoo. Fue el único día que nos hizo malo, el resto de los días nos hizo muy bueno”, señala Jesús mientras recuerda cada detalle de la expedición.
Charlas y proyecciones para la sensibilización de la salud mental
En cada una de las cinco etapas se celebraron charlas y proyecciones para sensibilizar a la sociedad en temas relacionados con la salud mental. A estas charlas podían participar los vecinos y los alumnos de los distintos institutos de la localidad. Estos encuentros de concienciación motivaron a Jesús Moratinos. “Tuve la suerte de asistir a todas y me vino muy bien como usuario de Intras. Se trataron temas que ya sabía, pero que me vino bien recordar y otras las aprendí. Fueron encuentros en los que se hablaron de la inclusión y la normalización para acabar con el estigma de las enfermedades mentales”, señala.
Una furgoneta cargada de los sacos de dormir y los colchones hinchables de los participantes acompañaba al pelotón en su ruta, una forma para que los ciclistas no tuvieran que cargar con peso. Cuando caía el sol, los participantes se dirigían al polideportivo habilitado para dormir. “Hubo algún ronquido, pero estábamos tan cansados que conciliamos el sueño rápido”, bromea Jesús. El número de kilómetros recorridos dependía del día. De media, los ciclistas afrontaron 60 kilómetros. El día que partieron de Valladolid realizaron 30 kilómetros, mientras que la jornada más dura tuvieron que pedalear 80 kilómetros y el último día concluyó con 20 kilómetros recorridos.
El cuarto día de ruta fue un reto para Moratinos. “Tuvimos que hacer 80 kilómetros. Además, fue el día de mayor desnivel con una subida que nos costó a todos, pero que la conseguimos hacer. Tenemos una foto en la cumbre con una señal que indica los 1.260 metros de altura del Puerto de Palombera situado en la cordillera Cantábrica. Fue muy satisfactorio”, asevera. Las piernas se mantuvieron firmes y fuertes para afrontar esa subida que se hizo eterna.
Los participantes ya veían a lo lejos su destino. Fueron días en los que tuvieron que convivir con la humedad, el calor, el denso verde que tanto caracteriza el paisaje de Cantabria alejado del aire seco y las llanuras de Castilla. La experiencia formó una familia de cicloturistas que pedaleaban bajo un mismo objetivo. Entre todas las anécdotas, Moratinos recuerda una que aconteció el mismo día en el que el pelotón encaraba los últimos kilómetros para llegar a la playa de Oyambre. “Se nos presentó una bajada pronunciada, pero no estaba claro que fuera por ahí. Entonces, continuamos campo a través y en una de esas bajadas nos caímos a los charcos de barro. Yo fui uno de los que se embadurnó, pero estuvo gracioso”, rememora.
Llegados a su destino, los participantes aparcaron la bicicleta. Habían logrado el ansiado objetivo que se propusieron. Después de cinco días sobre la bicicleta, era el momento de disfrutar, chapotear y sumergirse bajo el agua. Daba igual la temperatura que hiciera o lo helada que estuviera el agua, Jesús Moratinos no se lo pensó dos veces y enfiló el camino al mar sin desprenderse del culotte. “No nos cambiamos y fuimos directos. El agua estaba fría, pero mereció la pena”, apunta.
Esa familia de ciclistas que se formó en Valladolid, se acabó consolidando en Cantabria y perdurará para siempre. En esa larga travesía en las que hubo un coctel de emociones, Jesús Moratinos siempre se acordará de Felipe, monitor de la Fundación Intras y “culpable” de su participación en la ruta cicloturista. Felipe fue quien “empujó” a Jesús en la ruta, le motivó para sacar fuerzas y olvidarse de los contratiempos.