Yolanda y Vanessa en su pollería Yoly y yo Pollos Asados.

Yolanda y Vanessa en su pollería Yoly y yo Pollos Asados.

Valladolid

“El día que muramos iremos al cielo, en el infierno no nos quieren”: trabajar en una conocida pollería vallisoletana a temperaturas extremas

Yolanda y Vanessa, madre e hija, cerrarán el local actual para mudarse a uno nuevo en breve

7 junio, 2024 07:00

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Las temperaturas han subido, ampliamente, en la ciudad del Pisuerga en las últimas horas. De hecho, el miércoles y el jueves el mercurio ha llegado hasta los 33º y los 34º. Este viernes, 7 de junio, las máximas volverán a alcanzar los 34º en la ciudad del Pisuerga. Toca ponerse a la sombra y evitar el sol.

Eso intentan hacer, día a día en época veraniega, tanto Yolanda Rueda Medina, de 66 años, como Vanessa González Rueda, de 45, en su conocido negocio que se ubica en la Plaza Cruz Verde, número 2 de Valladolid, en el centro de la ciudad y que lleva el nombre de ‘Yoly y yo Pollos Asados’.

Un asador de pollos que hace que las temperaturas, en un pequeño local de apenas 90 metros cuadrados, se eleven hasta superar, incluso y como nos confiesan nuestras protagonistas, hasta los “60 grados”.

EL ESPAÑOL de Castilla y León se desplaza hasta este establecimiento para apreciar, de primera mano, el valor de madre e hija cuando el sol aprieta. “Esto es el infierno”, asegura Vanessa.

Yoly y yo Pollos Asados en Valladolid

Yoly y yo Pollos Asados en Valladolid

La historia del negocio: 12 años a pleno rendimiento

“El negocio lo crean mi padre y mi madre. Fue hace 12 años. Hace cinco, cuando falleció mi padre, tomé el testigo y me vine a trabajar con ella. Hemos estado sin cerrar ni un solo día más de 11 años, salvo algo más de una semana en verano y las tres o cuatro jornadas en Navidad”, asegura, en declaraciones a este periódico, Vanessa González Rueda, de 45 años.

Su madre: Yolanda Rueda Medina, de 66, también está presente en esta entrevista en el local de Yoli y Yo Pollos, que se ubica en la Plaza Cruz Verde, 2 de la ciudad del Pisuerga. “Nos dice la gente que somos muy currantas”, explica. Los clientes lo saben y por eso van allí a comprar, no solo pollo.

Ellas son dos vallisoletanas y presumen de ello. Vanessa siempre había trabajado por cuenta ajena mientras que Yolanda se embarcó, junto a su marido, en la aventura de emprender y lo hizo con un negocio, un asador de pollos, que va viento en popa y a toda vela.

“La idea surge cuando mi marido decide que no continúa con su negocio de camiones. Él quería montar un negocio. Apostaba por una pastelería, pero yo le dije que quería un asador de pollos y aquí estamos”, asegura Yolanda.

12 años al pie del cañón ella, y otros cinco su hija, desde el fallecimiento de Pedro.

Imagen de recuerdo a Pedro en el asador

Imagen de recuerdo a Pedro en el asador

Unos productos que quitan el sentido y el calor

Ofrecemos pollo, codillo, también pollo guisado que a la gente le gusta mucho. Croquetas caseras que estamos haciendo todo el día. También chorizo al vino, pimientos verdes fritos, cachopos o tortillas. Contamos con una clientela fiel y la gente no se va con hambre de aquí”, afirma Vanessa.

Su madre matiza que en invierno “también hacen sopas de ajo” en una idea que surgió de su hija cuando los obreros que construían un edificio justo al lado llegaban del frío y buscaban algo caliente. “Ha sido todo un éxito”, matiza Yolanda.

Lo que más vendemos son pollos. Sobre todo, los martes que regalamos las patatas. Al mes podemos vender unos 1.000. Los sábados y domingos hacemos, en total, unos 150”, informan nuestras entrevistadas.

Vanessa en el asador

Vanessa en el asador

Sobre cómo combatir el calor, cuando este aprieta, que es desde ya, aseguran que “bebemos mucha agua” y que, incluso, “se colocan en el cuello botellas de agua congelada”. Cualquier remedio es bueno para combatir las altas temperaturas. 

“Esto es un infierno. El día que muramos vamos a ir al cielo, en el infierno no nos quieren. Ya sabemos lo que es. Hace dos años, en una ola de calor, el termómetro sobrepasaba los 50º en la tienda. A veces sube a 60º. Nosotras estamos en constante movimiento, además, por lo que la sensación de calor es agobiante”, apunta Yolanda.

Algún mareo y temblor de piernas han sufrido a lo largo de la historia del asador. Se miden la tensión con frecuencia para evitar males mayores.

Cambio de ubicación

“La ventaja que tenemos por el hecho de estar en el centro es que hay mucha gente de paso, nos exponemos más y entran a comprar. La faena, que nos ha llegado un burofax informándonos de que nos tenemos que ir a otro lado por un problema en el edificio”, añade Vanessa.

Cerrarán sus puertas en el local al que hemos acudido para hacer este escrito, pero, sin embargo, ya tienen “prácticamente atado” otro en la calle Acibelas, a unos metros, para continuar con su actividad.

El asador a pleno rendimiento

El asador a pleno rendimiento

“Nos vamos a Acibelas, a otro local. Estamos con obras y vamos a ganar en lo que a combatir el calor se refiere. Es un espacio que cuenta con salida de humos. Cerraremos un mes, pero abriremos con toda la fuerza del mundo”, nos cuenta ilusionada Yolanda.

La madre asegura que “se jubilará en breve” y Vanessa buscará a alguien para trabajar con ella y “seguir sacando adelante el negocio” en una nueva ubicación.