A la izquierda Inés con los roscones acabados y a la derecha uno en elaboración

A la izquierda Inés con los roscones acabados y a la derecha uno en elaboración Fotografías cedidas a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Valladolid

La pastelería vallisoletana con más de 90 años de historia que elabora unos roscones deliciosos: hace 200 diarios

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“Nuestro principal objetivo pasa por mantener viva la pasión por la repostería artesanal, transmitiendo el legado familiar a las futuras generaciones y ofreciendo siempre productos de calidad. Deseamos que nuestra pastelería siga siendo un lugar en el que la tradición y la innovación se encuentren”, asegura Inés Hernández en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Ella es la cuarta generación de una pastelería que suma más de 90 años de historia en el centro de Valladolid, concretamente en la Plaza Fuente Dorada número 9, y quiere “seguir creando experiencias dulces que formen parte de las celebraciones y momentos especiales de sus clientes”.

Hablamos con ella de unos roscones, los que se hacen en el lugar, que quitan el sentido por su rico sabor artesanal.

Inés elaborando uno de los roscones

Inés elaborando uno de los roscones Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

La vida de Inés

Inés Hernández Martín pasa por ser la cuarta generación de pastelero en El Bombón. A sus 27 años, la vallisoletana de nacimiento, que reside en la localidad pucelana de Cigales, destaca el valor del negocio familiar, que ha tenido una clara influencia en todos los miembros de la familia y también en ella, que cogió las riendas allá por el año 2017.

“Me defino como una apasionada de la repostería y el arte de transformar ingredientes simples en momentos inolvidables. Para mí, ser pastelera es mucho más que un trabajo; es una forma de vida que conecta tradición familiar, creatividad e innovación”, confiesa.

Tuvo una infancia “dulce” en todos los sentidos. Los recuerdos que más feliz hacen a nuestra entrevistada son los que implican pasear con la bicicleta por la meseta castellana en los veranos. También esas castañas en la lumbre con sus abuelos durante los días fríos.

“Recuerdo vivir unos primeros años en los que se fue impregnando esa pasión heredada de mi padre, siempre rodeado de sus libros de chocolate y pastelería, las tardes de ayudar a mi madre en la tienda, donde aprendí también la importancia de conectar con las personas mediante nuestros productos”, añade.

Siempre tuvo claro, desde pequeñita, que quería dar continuidad al negocio familiar.

La vida de la Pastelería El Bombón

La idea de abrir El Bombón nació del sueño de mi bisabuelo, Felipe Hernández. Un hombre trabajador y visionario que siempre quiso crear algo especial para Valladolid. Tras aprender el oficio de la pastelería en Francia, regresó a su ciudad natal lleno de ideas e inspiración”, asegura nuestra entrevistada.

Fue en el año 1928 cuando Felipe abrió su primer local que ha ido evolucionando en la actualidad en El Bombón, con la ilusión de ofrecer al vallisoletano y al turista algo único, repostería de alta calidad elaborada de manera artesanal.

“Mi bisabuelo siempre decía que quería ‘endulzar la vida de la gente’, y para él, no había mejor manera de hacerlo que con productos hechos con mimo, como los famosos abisinios, un pequeño dulce que se convirtió en un símbolo. Es emocionante pensar en cómo en una época difícil, Felipe apostó por sus raíces y su amor por el oficio”, añade la joven.

Desde ese año 1928, en una Valladolid y en una Europa en pleno cambio, el obrador se convirtió en un lugar de encuentro y creación donde cada receta tenía su toque de creatividad y amor por la ciudad.

“Hoy en día, seguimos con esa misma filosofía, honrando sus valores de esfuerzo, dedicación y el deseo de conectar con las personas a través de los sabores, que obviamente van variando, por lo que con las mejores materias primas intentamos innovador con productos de calidad”, explica.

Más de 95 años endulzando y unos increíbles roscones

La Pastelería El Bombón ha pasado de Felipe, al abuelo de nuestra entrevistada, después a su padre e Inés es, ahora, la cabeza visible del negocio. 95 años endulzando la vida de miles de personas.

Un negocio que se ubica en la Plaza de Fuente Dorada, número 9, en un lugar emblemático de la ciudad que conecta a la pastelería con el corazón de Valladolid. “Durante el periodo navideño también estamos en un local más grande en la calle San Juan de Dios, 1, justo detrás del Teatro Calderón”, apunta nuestra entrevistada.

Un negocio que cuenta con cinco personas fijas trabajando durante todo el año y que amplía su plantilla durante las campañas especiales, como puede ser esta de Navidad.

Un roscón en proceso de elaboración

Un roscón en proceso de elaboración Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

“¡Por supuesto que hacemos roscones!”, afirma Inés cuando le preguntamos por ello para añadir que su “niña interior se negaría a no hacerlos” y a “no poder reñir con su hermana y primos por la sorpresa”.

Unos roscones que son “una de sus especialidades de temporada” y que “llevan haciendo desde siempre”. Además, “cada año son más demandados” y “los clientes valoran el valor de las materias primas” para “alejarse de lo industrial”.

“Empezamos a elaborarlos el 2 de enero. Nos gusta mantener la exclusividad de la temporalidad del producto y respetar su momento. Generalmente, concluimos la elaboración de roscones después del Día de Reyes, aunque, debido a la demanda, extendemos su producción hasta finales de enero para satisfacer a todos”, añade.

Nuestra protagonista apunta que, durante la campaña navideña, especialmente los días previos al 6 de enero, “elaboran entre 150 y 200 roscones diarios” siempre manteniendo su compromiso con la calidad artesanal que les caracteriza.

“No somos un horno industrial y nuestra producción es más limitada, ya que muchos procesos como el boleado y el amasado, decorado, son de manera manual”, reseña.

Sobre los diferentes sabores, continúan elaborándolos sin relleno. También con nata y con una crema que sólo hacen ellos. “Nos enorgullece que nuestros roscones se distingan por su masa densa y esponjosa. Usamos ingredientes de calidad, con una buena masa madre y agua de azahar cuidando cada detalle en su horneado y decoración para ofrecer un producto excepcional”, afirma.

Sobre el futuro

Inés es optimista por naturaleza y mira al futuro con “alegría”. Su objetivo, como señala, pasa por seguir innovando con sus recetas y adaptarse a las nuevas tendencias, siempre sin perder “la esencia y tradición” que “les ha definido durante 95 años”.

“La pastelería artesanal tiene un lugar especial en el corazón de nuestros clientes y queremos seguir siendo referentes en Valladolid”, finaliza la pastelera con una sonrisa en su rostro. Disfruta de lo que hace y hace disfrutar a los demás, algo de suma importancia.

Larga vida a una pastelería que es historia de la ciudad del Pisuerga.