Cultivar calabazas gigantes ya es tradición en Fermoselle. O al menos así lo vive el agricultor de este pueblo zamorano Manuel Ramos, quien un año más, ha dedicado su esfuerzo y dedicación a estos frutos de gran tamaño. Y la cosecha de este verano lo ha recompensado con casi 500 kilos de calabaza. Pero además de esta planta de tamaño XXL, el fermosellano ha querido también dejar un espacio en su huerto para otros vegetales de gran formato.
El pasado lunes, 29 de agosto, Manuel Ramos recolectaba dos calabazas gigantes, la menor de ellas de unos 400 kilos, junto al otro ejemplar que rondó la media tonelada. Pero esto era solo el final de un proceso que había comenzado mucho antes. Durante el invierno, el agricultor se encargó de seleccionar las semillas que plantaría este año. Algunas de ellas obtenidas por él mismo en subastas realizadas a través de internet desde diferentes países del mundo. Otras procedentes de calabazas de años previos o de regalos de otros horticultores, porque esta afición no solo existe en Fermoselle, sino que a lo largo y ancho de toda la geografía española e internacional hay todo un colectivo de cultivadores de vegetales gigantes.
Al llegar la primavera, es el momento de trasladar esas semillas a la tierra. Primero, en macetas donde nacerá la planta, y después, directas a la huerta donde permanecerán hasta el final del verano. Antes de eso, Manuel Ramos mide con toda precisión el espacio que ocupará cada planta, que puede llegar a ser de unos 100 metros cuadrados, y prepara el terreno para que se den las condiciones óptimas para su desarrollo. No cabe duda de que a estos vegetales no les falta mimo y dedicación por parte de este agricultor que ya ha convertido en costumbre, no exenta de esfuerzo, la plantación de estos frutos.
Una dedicación que se ha prolongado hasta hace escasos días, cuando Ramos ha decidido, por fin, extraer las calabazas de la planta donde han crecido durante meses, siempre con la mirada puesta en el próximo año. Para entonces, el fermosellano espera "que las olas de calor no sean tan dañinas". Y es que las elevadas temperaturas de este verano no han sentado nada bien a las calabaceras: "Sobre todo la primera ola de calor, en junio, estropeó mucho las plantas en pleno crecimiento", recuerda.
Pese a este inconveniente, las calabazas de Manuel Ramos ya son famosas en Fermoselle y fuera del municipio zamorano, pues no son pocos los turistas que preguntan dónde se encuentran para hacerse fotos con ellas. Estos vegetales gigantes también han traspasado fronteras, y algunas semillas de frutos de años anteriores han viajado hasta países como Rusia, Argentina o Reino Unido, debido al interés de horticultores de dichos lugares que las han conocido a través de las redes sociales.
Una huerta variopinta
Si las calabazas son conocidas por la práctica totalidad del municipio y por personas de otras procedencias, quizá lo que no todo el mundo sabe es que Manuel Ramos también cultiva otros vegetales de gran tamaño. Este 2022, por segundo año consecutivo, el fermosellano ha apostado por plantar girasoles gigantes. El más alto, de 4,40 metros, de tal forma que este agricultor ha superado su propio récord, ya que el año pasado logró 4,25 metros de alto.
El huerto de Manuel Ramos también ha visto crecer otros curiosos vegetales: maíces negros o de colores, pimientos morados, sandías gigantes, cebollas XXL y todo tipo de calabazas ornamentales, con formas variopintas. Este año, además, el agricultor se ha adentrado en el cultivo de los cacahuetes, que aunque parezcan un fruto seco, son, en realidad, una legumbre.
Plantas que van y vienen en esta huerta de tan amplio surtido. Pero hay algo que no va a cambiar, o al menos no por ahora. Y es que Manuel Ramos seguirá cultivando calabazas gigantes, porque una vez que se empieza, es un hobby que no se puede dejar de la noche a la mañana, y un ciclo más que conocido para el agricultor. Durante los próximos días, Ramos escuchará preguntas como: "¿Y qué vas a hacer con las calabazas?" O frases como: "Vas a tener puré para todo el año".
Lo cierto es que estas calabazas darán para algún que otro puré. No sin antes ser disparadas por alguna cámara de fotos. Los animales del pueblo también se llevarán su parte. Y después de todo, toca volver a empezar: extraer las semillas, intercambiarlas con otros cultivadores y preparar el terreno para la próxima cosecha.