La responsabilidad social corporativa es un concepto muy a la orden del día en los últimos años. Unos principios del cuidado del medioambiente, las personas o el territorio que las grandes empresas practican como forma de demostrar su compromiso con la sociedad y el medio en el que trabajan más allá del beneficio económico.
Un concepto moderno que tuvo uno de sus primeros ejemplos en toda España, nada menos que en Zamora. Poco antes de 1929, la empresa Saltos del Duero (que fusionada con Hidroeléctrica Ibérica, dio lugar a Iberduero) se planteó por primera vez una acción de responsabilidad social queriendo salvar un edificio de valor histórico y artístico de la construcción de su primera presa, la de Ricobayo.
Y ese edificio que Saltos del Duero consideró lo sufienciemente valioso como para plantear un traslado no fue otra que la iglesia de San Pedro de la Nave. Un precioso templo del VII, del que se cree que pudo construirse entre los años 680 y 711, previo a la conquista musulmana, por lo que podría ser de las últimas representaciones arquitectónicas del arte visigodo.
Esta fue la primera vez en la historia que una empresa hidroeléctrica se preocupaba por preservar el patrimonio del territorio donde se iba a construir un embalse. Una tarea nada fácil, y es que por aquella época el traslado de un edificio de tales características y antigüedad no contaba, ni de lejos, con la tecnología o medios de transporte de la actualidad.
Se barajaron rocambolescas posibilidades para su preservación, incluso, la de construir un muro de contención que frenara el agua y rodeara el templo. Algo completamente inviable teniendo en cuenta que la presa tiene la capacidad de albergar la friolera de 1.145 hectómetros de agua, que hubieran sepultado sin miramientos este valioso templo.
Así que la idea que finalmente salió adelante fue la de trasladar piedra a piedra la iglesia de San Pedro de la Nave a otro emplazamiento, la localidad de El Campillo, donde se encuentra desde entonces y puede visitarse. Un trabajo de gran complejidad, que se dilató durante dos años (de 1930 a 1932), y que fue dirigido por arquitecto Alejandro Ferrant Vázquez.
Este minucioso trabajo de desmonte ha permitido conocer en profundidad su estructura original y cada detalle de su construcción, permitiendo catalogar así algunas de las características representativas del arte visigodo en España. Además, el traslado también propició su restauración durante el proceso, en el que se sustituyeron algunas de sus piezas dañadas por ladrillo. Algo que ha permitido esta buenísima conservación de la que goza, siendo así una de las mejores representaciones del arte español del Alto Medieval de todo el país.
Características
La iglesia de San Pedro de la Nave fue declarada Monumento Nacional en 1912, mucho antes de su traslado. Lo que da a entender la importancia del templo en aquellas épocas donde el arte y el patrimonio no se protegían con tanto celo como en la actualidad.
Esta construcción cuenta con una planta que es combinación de cruz griega (mitad oriental) y basilical (mitad occidental) con gran compartimentación de espacios, como era preceptivo en la liturgia hispánica antigua que exigía un espacio para el sacerdote, otro para el resto de eclesiásticos y un tercero para los laicos.
Destacan en ella los símbolos antropomorfos de los evangelistas en las bases de las columnas y los capiteles historiados 'Daniel en el foso de los leones' y 'El sacrificio de Isaac'. En su interior hay un sepulcro monolítico, se supone medieval, y una pila bautismal del siglo XVI.