Cuando a alguien se le hacen tres horas de homenaje y nadie quiere perdérselo, es que algo has hecho bien. Casi mil personas se reunían el pasado 27 de abril en el recinto ferial de Ifeza para festejar los cincuenta años de Cipriano García en la familia de Caja Rural de Zamora, de los cuales casi la mitad los ha pasado al frente como director general de esta entidad bancaria, única en España.
Única porque lleva años nadando a contracorriente del modelo general del sector bancario de nuestro país. Allá donde los grandes bancos reducen costes prescindiendo de la atención personal, de trabajadores y oficinas, sobre todo en los entornos rurales, Caja Rural de Zamora mantiene 105 puntos en Zamora, León, Ourense, Valladolid y recientemente en Madrid.
En todas ellas trabajan un total de 350 empleados, que tienen grabado a fuego el modelo de banca cercana, profesional y competitiva que Cipriano soñó desde que pisó la entidad cuando él era solo un niño y la caja una pequeñísima entidad de provincias. Una visión y un empeño que han hecho que Caja Rural de Zamora acumule beneficios históricos cada año, con 30,4 millones de euros en 2022.
Es imposible calcular en qué proporción este crecimiento y éxito de Caja Rural de Zamora está directamente ligado a Cipriano García. Y si sé lo preguntas a él, te dirá que es fruto del "binomio de nuestros trabajadores y clientes". Pero el que da, recibe y si alguien ha dado, da y seguirá dando su vida por entero a la Caja, ese es Cipriano.
El 3 de enero que le cambió la vida
Una vida cuyos comienzos no fueron nada fáciles. Cipriano nació en el seno de una familia humilde, que vivía de su explotación ganadera en tiempos nada fáciles, ni para ser un niño. Su padre tuvo una salud frágil, sufría mucho de la espalda y alguien tenía que ayudarle. Compaginaba sus estudios con hacerse cargo de la explotación. "Recuerdo trabajar toda mi vida y cuando cumplí los 14 años empecé a estudiar en el nocturno", explica.
Una vida realmente dura. Ese pequeño Cipriano no tuvo tiempo "casi ni de divertirme, jugar al fútbol o estar con los amigos”. Por eso, medio siglo de vida después, Cipriano recuerda con toda nitidez el 3 de enero de 1973. El día que comenzó a trabajar en Caja Rural de Zamora con solo 15 años. "Vi una oportunidad de desarrollo personal y profesional, que con mis vivencias anteriores no podía dejar pasar, sino todo lo contrario. Me involucré desde el primer día en cuerpo y alma, porque estaba absolutamente convencido de que era una oportunidad que no podía desaprovechar", relata.
Así, un joven adolescente, con "espíritu combativo", curtido en esa niñez, se dedicó por entero a ser el mejor. Bien mandado, que se suele decir, pero ojo, también firme defensor de la Caja, su Caja. Durante el homenaje a sus cincuenta años en la entidad, el propio Cipriano relataba sus diferencias con empleados públicos de Hacienda, el Banco de España o el INNS por "defender los intereses de la Caja". Hasta su propio responsable, don Gabriel, se sorprendía del fuego interior de ese jovencísimo Cipriano al que aconsejaba "tómate la vida más tranquila". Pero no era su estilo.
Quizá fue ese ímpetu, o como él mismo relataba, "por evitarse problemas”, don Gabriel, el caso es que, con apenas 17 años, Cipriano pasó a ser ayudante de caja. Algo que aún le enorgullece. Es más, lejos de considerarse 'protestón', Cipriano ve a aquel botones como se ve a él mismo hoy en día. "Siempre he sido dinámico y he intentado en la medida de las posibilidades empujar para hacer cosas que mejoraran la Caja", justifica. Caja Rural de Zamora siempre ha sido para él "mi entorno y mi forma de vida".
Cipriano se define a sí mismo como "demasiado autoexigente e inconformista". Y aún con 50 años de trabajo a sus espaldas, "me parece que todo lo que hacemos, a pesar de estas circunstancias y de mi edad, es mejorable y que siempre existe una posibilidad de avanzar y mejorar".
Cincuenta años después, sigue aprovechando al máximo cada día en la entidad. Siempre con ideas, siempre con mejoras y con iniciativas y esfuerzos que no se cansa de aportar a lo que más que un trabajo, es su vida.
De cuarta división a entidad referente del sector
Tras el paso obligado por la mili, Cipriano regresó a Zamora en 1979 "dispuesto a comerme el mundo". Ni de vacaciones se marchó aquel verano, porque quería que el jefe comercial de la Caja por aquel entonces, el señor Pajares, "me probara" en tareas de esta área.
Cipriano fue enviado a "una oficina importante", en esos años, la de Villafáfila (771 habitantes en aquellos años). Aquí se esforzó "al máximo" para conseguir que su jefe le incorporara sí o sí a su equipo. La verdadera cultura del esfuerzo. La meritocracia en estado puro. Eso rezuma la historia de Cipriano en Caja Rural de Zamora. Un 'si quieres, puedes' de manual, que empezó por el mismo y que luego aplicó a la entidad ya en la dirección.
Porque antes de los números récord, Cipriano y sus muchos compañeros, que aún son amigos y que forman parte de su círculo cercano, se dejaron literalmente las suelas de los zapatos para hacer de una pequeña entidad una floreciente Caja. "El trabajo de los empleados de aquella época era distinto, por las mañanas nos dedicábamos a atender en las oficinas, y por las tardes y las noches a visitar a puerta fría a los clientes", explicaba el día del homenaje. Levantarse a las cuatro de la mañana a pesar lechones con sus compañeros: Arturo, Amadeo, Aurelio, y con auténticos filósofos de la vida como eran Ciro Casas, el señor Cele, Ángel, Ramón y Morico.
Por aquel entonces existían grandes bancos que hoy conocemos, y algunos ya desaparecidos. De hecho, aún era más complicado prosperar en un mercado financiero mucho más cerrado y una población infinitamente menos educada en conocimientos bancarios. En aquella época, la mejor baza de Caja Rural de Zamora eran esos empleados de oficina, que dedicaban casi todas las horas del día a tocar las puertas de vecinos y empresas para ganarse su confianza. Se iba a los bares, a las naves, a las bodegas, a una comunión y a donde hiciera falta.
"Muchas veces algún cliente te daba un pago para tener una disculpa para llamar a la puerta de alguien, que no te conocía ni conocías y en el transcurso de esa conversación intentabas convencerlo de que la Caja te iba a dar un buen servicio y satisfacción financiera” detalla. Mucha habilidad de persuasión hacía falta, desde luego, pero también ese convencimiento de que se aseguraba un trato "cercano y directo", que a quien le dejabas tu dinero estaría ahí para ti, en persona, a dos puertas de tu casa. "No sólo eras un profesional, tenías unos vínculos personales que eran el sostén de la relación", enfatiza Cipriano.
Hoy en día, este nivel de confianza con un servicio bancario es prácticamente impensable, pero sí perduran esos ideales y esa forma de hacer en esta Caja Rural. La máxima de Caja Rural de Zamora es un modelo de banca cooperativa y de cercanía. Caja Rural es una entidad bancaria que quiere estar presente físicamente en las cinco provincias donde opera.
Además, va de camino a una creciente expansión en Madrid, donde ha ubicado sus primeras oficinas nada menos que en Chamberí y otra a apenas unos metros del Estadio Santiago Bernabéu. Una forma también, de estar al lado de quienes han tenido que dejar su tierra hacia la capital de España y de muchas empresas que tienen delegaciones allí, pero que cuentan con el amparo de la espiga aún estando lejos de casa.
Pero no solo son las oficinas. Los 350 trabajadores de Caja Rural de Zamora tienen en su ADN esa forma de trabajar, cercanos a los clientes y teniendo claro a qué tipo de entidad están representando. Quien tiene un problema, puede encontrar un rostro amable a quien dirigirse, más allá de un número de teléfono o un frío correo electrónico.
Así lo inculca su propio director general: "Mi pretensión es facilitarle al entorno donde desarrollamos nuestra actividad una mejora social y económica. Me preocupan las personas que dependen de la financiación de la Caja para desarrollar su vida. Queremos facilitarles su desarrollo en la medida de lo posible. Así me eduqué. Primero defiendes tus intereses, pero inmediatamente después tienes que intentar que nuestro entorno mejore y prospere”.
Algo que los clientes agradecen. Y lo hacen confiando su futuro a la entidad. No en vano, ocho de cada diez hipotecas que se firman en Zamora se formalizan con Caja Rural y su inversión ya representa el 46,6% del mercado. Algo que el director general de la entidad valora con mucho cariño y se alegra de que "cada vez más zamoranos se va dando cuenta de que esta caja no es un banco al uso, somos algo más, somos una parte importante del ámbito social de la provincia". Pero, Cipriano insiste en que lo más importante que tiene Caja Rural de Zamora es esa filosofía social. "Eso es impagable, muchísimo más importante que ganar o no ganar un millón o dos de euros más al año", insiste.
"Nunca te olvides de dónde vienes"
Y lo que Cipriano cuenta lo hace desde su despacho en el corazón de la capital zamorana, pero también desde su barrio, donde se le puede ver cualquier día camino a la caja de sus amores o haciendo ejercicio. Y también lo dice en cada balance, en cada acto social en el que la entidad nunca falla a la hora de colaborar o en cada reivindicación que Zamora reclama. En definitiva, en cada rincón donde la Caja Rural está, también está Cipriano.
No es un directivo al uso. Puede que el "martilleo" de su madre tuviera algo que ver. Ella siempre le repitió "nunca te olvides de dónde vienes, hagas lo que hagas y llegues a donde llegues". Cipriano presume de pocas cosas, pese a todos los halagos que recibió el día de su homenaje, donde el consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León, Jesús Julio Carnero aseguró que "si en cada provincia hubiera tres ciprianos, Castilla y León sería Baviera". Algo a lo que él, por supuesto, resta importancia.
Pero sí presume de que "soy el mismo que cuando tenía 15 años". Aunque eso es una verdad a medias. En este paseo por su vida, no cabe duda de que ese joven "combativo" y que no se cansa de mejorar las cosas sigue ahí, pero se le han sumado 50 años de experiencia y, como no, de formación académica y empresarial. Porque Cipriano se siente muy responsable de tener entre sus manos el presente y futuro de muchas ilusiones y proyectos de empresas y personas.
También ha mantenido su formación constante y especializándose de forma personal y exigente en todos los temas económicos y bancarios que ha necesitado y le han inquietado. No por vanidad, ya que asegura que "no tengo ningún problema con haber crecido formativamente en Caja Rural". Ya que como le decía su madre; “Nunca se puede hacer un mal papel. Y para Cipriano, hacer ese mal papel hubiera sido, como no, no poder defender como se merecen los intereses de la Caja y de sus clientes. "Siempre he intentado prepararme por todos los medios para darle a la Caja el rango que merece", añade.
Las mujeres de su vida
Entre convencer a todos en hacer una entidad bancaria única (cercana y a la vez exitosa), formarse y buscar apoyos, se presume que Cipriano ha tenido poco tiempo para la vida personal. Pero la ha tenido y la tiene. Eso sí, unida a la Caja inevitablemente.
Desde que ambos tenían 19 años está junto a Nati, su esposa, amiga, confidente, apoyo y madre de sus dos hijas (Cristina y María). Nati, de sangre emprendedora, es la mejor compañera que Cipriano podía haber encontrado. Esta mujer también sabe lo que es liderar y luchar por su propio negocio, en este caso la moda nupcial. Y puede que ahí esté la clave de este equipo bien engrasado que permitió a Cipriano poder hacer de Caja Rural de Zamora lo que hoy es, porque Nati compartía la visión de Cipriano y Cipriano la de Nati.
A ella y a sus hijas les dedicó esa noche una disculpa. Algo que, confiesa, que "nunca había hecho, pero creo que se merecían, porque he robado muchas horas de mi propia vida y de mi familia para la Caja". Pero también tuvo un agradecimiento por su "condescendencia" por haber comprendido a la perfección que "lo que más me ha motivado" en esta vida se llama Caja Rural de Zamora.
La caja de todos
Una motivación que se ha extendido no solo a la entidad, sino a la provincia. Se dice en Zamora que cualquier cosa que se organice cuenta con el apoyo de Caja Rural de Zamora. Es una broma cariñosa, pero real. Todas las entidades bancarias tienen su parte de responsabilidad social corporativa, sus fundaciones sociales, pero en Caja Rural de Zamora va más allá.
La entidad se encarga de algo que puede parecer tan insignificante pero tan especial para los pueblos como sufragar los gastos de impresión y maquetación de sus carteles de fiestas. Pero también patrocinan todos los eventos culturales o deportivos que puedan alcanzar. También es patrocinador de prácticamente todos los equipos de diversa índole y categoría de la provincia; así como de cualquier carrera solidaria que se celebre. Si alguien organiza algo, sabe que puede contar con la espiga entre sus sponsors.
Pero también es una entidad comprometida con las demandas de la provincia. Y ahí, dando la cara ha estado Cipriano como estandarte de la Caja. Cuando Zamora sufrió el peor desastre medioambiental de su historia con los terribles incendios del verano pasado que arrasaron más de 60.000 hectáreas de terreno en la Sierra de la Culebra, el director general de la entidad se apresuró a crear un fondo de ayudas directas donde la entidad, aportó 500.000 euros iniciales y abrió una cuenta de aportaciones, en la cual se recaudaron otros 60.000 euros (muchas de ellas de sus propios trabajadores); y que ya se han repartido entre los afectados.
Y aunque uno de sus jefes le decía en su juventud aquello de "no intentes arreglar el mundo, al que se mete a redentor lo crucifican los suyos", Cipriano y la Caja se mostraron abiertamente comprometidos y reivindicativos con una de las grandes demandas de la provincia: la rehabilitación y reapertura del campamento militar de Montelarreina (Toro).
En octubre de 2020, con una pandemia trastrocando toda la economía mundial, el director general de la entidad se plantaba ante los micrófonos de los periodistas para echar un tiento directo y claro al Gobierno de España: Caja Rural de Zamora estaba dispuesta a aportar el primer millón de euros para su recuperación. Todo mucho antes de que el Ministerio de Defensa incluyera ninguna partida específica para tal fin.
A esto se sumó también un estudio encargado por la propia entidad a la auditora KPMG, que arrojaba una esperanzadora cifra de 83 millones de beneficio para el PIB de Zamora. Por aquel entonces, Cipriano defendía el encargo de este informe como una muestra de la entidad bancaria de insuflar a todos los agentes institucionales y sociales que es "tiempo de esperanza, ilusión, unidad y fortaleza" para materializar la recuperación del campamento militar y de Zamora.
¿Y por qué meterse en estos berenjenales le preguntamos a Cipriano? "Porque es mi forma de entender la vida, ya no sólo la Caja, sino la vida. Primero la de defender mis intereses y cuidar de mis responsabilidades, e inmediatamente después, mejorar el entorno en el que convivo". Y sí, la Caja Rural de Zamora no es una entidad más, no es como el resto, es el compromiso que hace que sean la referencia en muchos aspectos, que hace, que "no solamente nos preocupemos de hacer rentable la cooperativa y prestar servicios financieros, sino que, nos preocupa que nuestro territorio no siga sufriendo un deterioro económico, que es el deterioro de esta Caja Rural, aunque haya algunas personas que no lo quieran entender".
Cipriano no comulga con el inmovilismo y considera que "tenemos que intentar poner nuestro granito de arena para que esta provincia tenga una evolución positiva, que entendemos que es absolutamente necesaria". Eso sí, no se ve a sí mismo como guía de nada, sino que cree que "si cada uno solo está a su interés personal, es imposible que se prospere en una situación como la que tenemos", siempre ha intentado a través de sus actos insuflar esa energía y ganas de mejorar Zamora, en la que él cree y confía a pies juntillas.
Y seguirá en esa línea, con estas y otras actuaciones. Porque así se lo enseñó, está vez, su padre: "Me voy a involucrar en lo que haga falta porque es mi forma de entender la vida. Creo que no tengo nada que reprocharme. Una de las premisas que me daba mi padre, precisamente, es ir con la cabeza alta haciendo todo lo que puedas por los demás, y es lo que intento hacer. Hasta ahora he aportado todo lo que he podido y me han dejado".
Y que sea por muchos años más.