El castillo templario que parece sacado de Escocia, pero que se esconde en un pequeño pueblo de Castilla y León
Una impresionante construcción con unas vistas que dejan sin aliento y que tuvo un papel fundamental en las guerras fronterizas entre Portugal y Castilla
27 agosto, 2023 07:00Noticias relacionadas
La geografía española no tiene nada que envidiar a Escocia en lo que a castillos y fortificaciones medievales se refiere. Nuestro país está plagado de construcciones defensivas que reciben miles de visitas al año. Es el caso del Castillo de Bellver (Palma de Mallorca), el Castillo de Vélez-Blanco (Almería) o el Castillo de Butrón (Bizkaia).
Aunque, sin duda, Castilla y León es la comunidad que más construcciones medievales significativas alberga: el Castillo de la Mota (Valladolid), el Alcázar de Segovia, el Castillo de los Templarios (Ponferrada), el Castillo de Coca (Segovia), el Castillo de Ampudia (Palencia) o el Castillo de Gormaz (Soria), entre muchos otros.
Pero hoy queremos acercarnos a un castillo mucho más desconocido. Una construcción imponente y ubicada en un enclave precioso, pero muy desconocido para el público general. Se trata del Castillo de Alba de Aliste, en la localidad de Castillo de Alba, en la provincia de Zamora. Un fortín militar construido en el siglo XII sobre un antiguo castro vetón, cuya visita es gratuita y libre y se encuentra muy cerca del municipio de Losacino.
Este castillo se encuentra en ruinas, pero se puede acceder a él a través de una sencilla ruta, y ofrece unas vistas absolutamente espectaculares del frondoso paisaje de la comarca de Aliste y del embalse del río Esla, al más puro estilo escocés. Un camino que está perfectamente para poder transitar con niños, eso sí, no es tan accesible para sillitas de bebé.
Ruta hasta el Castillo
La ruta más popular que conduce al Castillo de Alba comienza en la propia localidad, donde los visitantes tienen la opción de estacionar sus vehículos de forma gratuita. Una vez allí, se puede disfrutar de un breve paseo por el encantador pueblo o embarcarse directamente en el camino que ofrece ya una primera vista de la majestuosa fortaleza en la distancia.
Inicialmente, la travesía lleva a un pintoresco puente que invita a cruzar, donde se encuentra un espacio provisto de mesas y bancos. Este acogedor rincón es todo un remanso de paz, ideal para relajarse antes o después de la expedición al Castillo.
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En este punto, un panel explicativo detalla brevemente la historia del Castillo de Alba, situando a los exploradores en contexto. Justo al lado, un sendero se abre paso, guiando a los caminantes hacia la fortaleza medieval.
Aunque la ascensión es ligera y transitable para la mayoría, es recomendable evitar llevar sillas de paseo debido a la naturaleza agreste del terreno. Con cada paso ganado en altura, las ruinas del Castillo se van erigiendo gradualmente ante los ojos de los caminantes.
Más adelante, un cartel informa del estado de conservación y el peligro potencial de adentrarse en el interior de las estructuras, así que se recomienda guardar mucha precaución. Pero, pesar de las advertencias, la recompensa por llegar hasta aquí es asombrosa.
Contemplar de cerca esta histórica fortaleza y las vistas panorámicas impresionantes que se despliegan desde su posición privilegiada sobre el embalse del río Esla es un espectáculo que hace que cada paso valga la pena.
Un poco de historia
Sus orígenes se remontan al siglo X, aunque los cimientos de su resurgimiento podrían hallarse en el reinado de Alfonso III de Asturias. Los primeros indicios documentados datan de mediados del siglo X, pero es plausible retroceder hasta la era de Alfonso III para vislumbrar el resurgimiento de este antiguo bastión castreño.
El primer testimonio en el que este castillo emerge es un diploma de Sahagún datado en el año 960, donde se le menciona como 'Alba Castello'. Este documento registra una donación efectuada por Sancho I de León, que cedió la villa de Pensum y dos viñas en el valle de Sancte Crucis, en el territorio de Zamora.
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Los nombres de los primeros dueños del castillo aparecen en registros a partir de 1189, siendo García López y Pedro Fernández de Castro, conocido como 'El Castellano', los primeros en ser documentados. A lo largo del siglo XII, el castillo experimentó ampliaciones y fortificaciones, en gran medida bajo la dirección de Fernando II de León, probablemente en el contexto de las contiendas entre León y Portugal.
La fortaleza gradualmente asumió un papel de mayor relevancia, desempeñando un papel crucial en las guerras fronterizas entre Portugal y Castilla durante el reinado de Alfonso IX de León. En este período, el monarca utilizó el castillo como símbolo de lealtad y alianza tanto con el reino portugués, tras su matrimonio con Teresa de Portugal, como con el reino de Castilla, después de desposarse con Berenguela de Castilla.
Sin embargo, en 1196, el castillo cayó en manos de Alfonso VIII de Castilla, tras ser arrebatado a Alfonso IX de León. Posteriormente, en virtud del Tratado de Cabreros del 26 de marzo de 1206, este castillo, junto con otros, así como sus poblaciones y derechos, fue transferido al infante Fernando de León, con el objetivo de poner fin a las disputas territoriales entre los reinos de León y Castilla. Este acuerdo no solo resolvió las disputas en torno a la dote de la reina Berenguela de Castilla, sino que también estableció la propiedad de varios castillos para cada uno de los reinos.
En 1211, Alfonso IX se comprometió a donar el castillo a la Orden de los Caballeros Templarios, pero esta cesión no tuvo lugar hasta el 27 de septiembre de 1220, cuando firmó la concordia de Villafáfila. Aunque se presume que la Orden ya había tomado posesión del castillo antes de esa fecha, ya que en el documento de cesión se describe como una 'restitución'.
Esta etapa de control templario perduró durante noventa años, hasta que en 1310, el comendador de Alba de Aliste, Fray Gómez Pérez, se refugió en él, luego de la expulsión de la Orden de Castilla, que posteriormente fue suprimida por la bula 'Vox in excelso' emitida por el Papa Clemente V en 1312.
De este periodo data el imponente torreón de planta cuadrada con sutiles formas piramidales y saeteras en la parte superior. Tras la desaparición de la Orden de los Templarios, el control del castillo pasó a la Orden de San Juan.
A lo largo de los siglos XIV y XV, el castillo cambiaría de manos varias veces, principalmente debido a los enfrentamientos entre la corona y la nobleza. En 1430, fue propiedad del infante don Pedro de Aragón, y en 1434, Juan II de Castilla lo donó a su privado, Don Álvaro de Luna.
Más tarde, pasó a ser propiedad del almirante de Castilla, D. Alonso Enríquez, cuyo hijo, Enrique, obtuvo el título de Conde de Alba en 1459. Así, el castillo y el pueblo homónimo se convirtieron en la cabecera del señorío jurisdiccional de los Condes de Alba de Aliste.
El último episodio bélico en el que el castillo participó tuvo lugar durante la guerra de Restauración portuguesa, cuando fue capturado por las fuerzas portuguesas en 1640.
Originalmente esta fortaleza tenía una planta irregular con una anchura de 30 metros y 78 metros de largo; además estaba conformada por cuatro torres, barbacana y almenería. Pero en la actualidad, se conservan algunos muros realizados con cantos pizarreños; el impresionante torreón, un ángulo de la torre del homenaje y gran parte del recinto amurallado.