Vuelven los círculos de silencio a la calle
Tras el Estado de Alarma se retoma este acto de forma presencial, dejando la versión virtual a la que se han unido más de cien personas durante los pasados meses. Como es habitual, cada último jueves de mes nos reunimos junto a la iglesia de San Marcos y nos hacemos presentes en la calle para hacer público nuestro posicionamiento a favor de los derechos de todas las personas. En esta ocasión el círculo será estático para poder guardar la distancia de seguridad más fácilmente. Recordamos que es obligatorio el uso de la mascarilla a las personas que quieran participar.
Tras el acto tendrá lugar la lectura del siguiente manifiesto:
En un contexto global condicionado por la pandemia del COVID 19, hoy queremos hablar de los riesgos para aquellos que por su condición de migrantes y refugiados, tienen mayor vulnerabilidad. En un tiempo en el que todos nos hemos sentido muy vulnerables, quizás sea más fácil ponerse en el lugar de otros que siempre han estado sintiendo esta vulnerabilidad desde antes de abandonar sus respectivos países.
En la actualidad, Casi 71 millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a conflictos armados, violencia generalizada o desastres naturales. De estos, casi 26 millones son refugiados; Lamentablemente, el Mar Mediterráneo se ha convertido en el cementerio más grande del mundo, donde más de 20.022 personas perdieron la vida desde el año 2014 (ACNUR 2020, OIM 2020).
Algunas personas migrantes y refugiadas han vivido durante el estado de alarma recluidas y aisladas en sus casas, sin redes de apoyo con las que poder comunicarse o sentirse acompañadas. El drama es aún mayor cuando no se domina el idioma y se tienen dificultades hasta para conocer las normas de sanidad. Una de las labores que realiza con suma dedicación un buen porcentaje de población migrante, sobre todo mujeres, es el cuidado de nuestros hijos y mayores. Muchas de ellas sin opción de dejar sus trabajos y quedarse en sus casas, realizando una labor social de incalculable valor.
Esta situación aún se agrava más cuando las mujeres tienen hijos e hijas a su cargo, cuando son familias monoparentales en las que los niños se han quedado solos en casa y con medios muy escasos para poder seguir el ritmo escolar que se les marcaba desde el colegio o el instituto.
No podemos olvidar la desprotección de los trabajadores y trabajadoras sin contratos, de las personas irregulares con miedo a caer enfermos y no tener sanidad que les atienda, de los que necesitan hacer trámites en las sedes electrónicas y no tienen medios para ello, de los hijos, padres, madres que no han podido establecer contacto con los seres queridos que están en sus países de origen muchas veces castigados enormemente por la pandemia…
También queremos resaltar que, a pesar de todas estas dificultades, las personas migrantes se han organizado para ayudar donde más falta hacían: con sus vecinos que necesitaban alimentos, con los hospitales y centros de salud que necesitaban material sanitario de protección…
Como nos recordaba el Papa Francisco, en su mensaje del 15 de mayo: “Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos, nos une a todos y no hace excepción entre personas”. Porque a pesar del tsunami que nos ha arrastrado, el ser humano ha demostrado que, si se une y saca lo mejor de sí mismo, es capaz de afrontar mejor la adversidad y, al fin y al cabo, todos somos personas en busca de los mismos sueños y con los mismos miedos.
Por todo eso, también, con las personas migrantes, refugiadas y desplazadas:
“cada gesto cuenta”