Cristina Mayor, ADN soriano para romper el 'techo de cristal' en ciencia
El ámbito de la ciencia en Europa tiende a equilibrar el género. Así lo considera, Cristina Mayor Ruiz (Soria, 1989) científica que dirigirá un equipo en el Instituto de Investigación Biomédica (IRB) de Barcelona cuyos trabajos persiguen ofrecer al ámbito médico nuevas oportunidades terapéuticas oncológicas, especialmente, en el cáncer de páncreas, uno de los más agresivos y letales.
La joven, que vivió en Ágreda (Soria) durante parte de su infancia y por motivos laborales de sus padres se trasladó a vivir a Zaragoza, anima a “niños y niñas” a ver la carrera científica como una oportunidad académica de futuro, y cree conveniente que los medios de comunicación y el ámbito educativo visibilicen aún más esta vocación.
Cristina Mayor tomará, a partir de enero, las riendas de un nuevo laboratorio creado por el IRB de Barcelona centrado en la degradación de proteínas como herramienta terapéutica. De este modo, se convertirá en una de las pocas mujeres en España que rompe el techo de cristal en el ámbito científico, es decir, que llega a los más alto, al lograr conseguir estar en la cadena de mando.
La científica arrastra con orgullo una vida de estudio y sacrificio en su espalda. Estudió Biotecnología en la Universidad de Salamanca donde, comenta, se requería de una nota “muy alta para acceder”, y después pasó a doctorarse en el Instituto Nacional de Investigaciones Oncológicas. En su clase el 80 por ciento eran mujeres.
“En la carrera científica, tras cursar el grado y el máster hay más mujeres que deciden hacer una tesis, es decir, doctorarse”, relata, para asegurar que esto pasa también en otros ámbitos profesionales, es decir, que cuando la mujer alcanza la edad madura no ocupa los puestos de mando, ya que llega la hora de tener hijos y las féminas normalmente tienden a prologar el rol asignado durante décadas de ser ellas las que se queden en casa para cuidar de los niños.
El 'techo de cristal' en los puestos de mando es una evidencia, según la científica, que puntualiza que ahora Europa sí pone mecanismos para el ascenso de las mujeres y existe una tendencia de “intentar balancear el género e intentar que en los puestos de mando exista una igualdad”.
En su opinión, todavía queda mucho recorrer, pues en los puestos de mando en el ámbito científico hay una gran mayoría de hombres. A pesar de ello, admite que, en su caso, jamás ha sido discriminada por el género, y resalta que sus referencias y mentoras han sido mujeres y hombres.
“Yo hice la tesis en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) con Óscar Fernández-Capetillo pero estuve rodeada de mujeres que para mí fueron mis modelos a seguir. La directora del CNIO, María Blasco y las científicas Matilde Murga, Ana Losada y Marisol Soengas, entre otras, fueron las que me motivaron a pensar que es posible. Por lo que animó a los niños a intentar hacer la carrera científica y que en los modelos de comunicación se visibilice el modelo de científica”, precisa para insistir en que los gobiernos, además de invertir más en ciencia, deben articular mecanismos para que la desigualdad de género en este ámbito y en otros no sea tan grande.
La joven trabaja actualmente en Viena (Austria) como investigadora postdoctoral en el laboratorio de Georg Winter en el Research Center for Molecular Medicine, un centro de investigación que persigue descubrir nuevos fármacos en degradación dirigida de proteínas.
El IRB Barcelona ha reclutado a Cristina Mayor para arrancar un nuevo laboratorio, gracias a la beca que ha conseguido de 80.000 euros de la fundación Fero-Aseica, otorgada en el marco del XVII Congreso Internacional de Aseica. La Ayuda de Investigación en Cáncer Fero-Aseica tiene como objetivo impulsar a jóvenes talentos científicos y contribuir a desarrollar nuevas vías de investigación en cáncer que puedan trasladarse a los pacientes oncológicos.
Cáncer de páncreas
La científica intentar desarrollar desde el Instituto y a través de un laboratorio de biología química la novedosa técnica de la degradación dirigida de proteínas al estudio molecular de enfermedades como el cáncer y al descubrimiento de nuevos enfoques terapéuticos.
“Se intenta sacar al mercado unos nuevos fármacos que utilizan una maquinaria que tenemos todos para destruir proteínas. Lo que hacemos es engañar a la maquina para que sólo destruya proteínas esenciales para el desarrollo de un tumor, y en el ámbito del cáncer nos centramos en el de páncreas que es uno de los más letales”, explica.
La degradación dirigida de proteínas se basa en un proceso de degradación propio de las células descubierto por Aaron Ciechanover, Avram Hershko e Irwin Rose que fue reconocido con el premio ‘Nobel de Química’ en 2004. En esta técnica se utilizan distintos fármacos “degradadores” para forzar la proximidad entre una proteína diana ( por ejemplo, una proteína mutada que contribuye al desarrollo de una enfermedad) y la maquinaria celular que dirige la degradación de proteínas. Al inducir esa proximidad, las proteínas diana quedan marcadas para su destrucción por el proeasoma celular.
“Actualmente, alrededor del 80 por ciento de todas las proteínas de nuestro cuerpo quedan fuera del alcance de los fármacos tradicionales. El objetivo de mi laboratorio será sistematizar el descubrimiento y la generación de nuevos fármacos degradadores para abarcar un abanico mucho más amplio de proteínas y ofrecer así más oportunidades terapeúticas”, destaca.
Asimismo, precisa que el proyecto, a pesar de que tiene un margen de desarrollo de dos años, proseguirá más años, ya que la ciencia no se “hace a corto plazo”.
“Los primeros fármacos degradadores de proteínas están ahora en ensayos clínicos. Esta estrategia terapéutica ofrece acceder farmacológicamente a un número mayor de proteínas. Hasta ahora se utilizaban los inhibidores que sólo afectan a un 20 por ciento de las proteínas que tenemos en nuestras células. Pero con esta nueva estrategia podemos acceder al otro 80 por ciento. El potencial que se abren es enorme”.
Apostar por la investigación
La científica soriana se siente “muy satisfecha” de poder dirigir un nuevo laboratorio desde el IRB de Barcelona, ya que en España no se da una “decisión clara por parte de los políticos” de invertir en investigación, por lo que es muy complicado constituir un grupo de investigación en España.
“Creo que se van dando pasos para ayudar a los grupos emergentes, pero no existe una apuesta definitiva de invertir en investigación, es decir, los políticos no tienen una visión a largo plazo con respecto a la ciencia”, destaca.
Asimismo, señala que existe otras instituciones, sin vinculación política, como la Fundación Fero-Aseica que intentan trasmitir la necesidad de invertir en ciencia, y agrega que en Austria se invierte un tres por ciento del PIB en investigación, frente a España que no invierte ni el dos por ciento, lo que le hace estar “en la cola” en lo que a investigación médica se refiere.
“En España no es que no se invierta por falta de talento, porque tenemos muchos científicos espectaculares, sino porque no hay una apuesta clara por parte de la clase política”, destaca.