VÍDEO | Un trabajo de la UVa propone promover la innovación sin medidas financieras
Aunque es bien conocida la importancia de la innovación para el progreso de las sociedades, la inversión en I+D+i a nivel mundial se mantiene en niveles bajos. ¿Por qué se produce esta situación? ¿Qué determina que una empresa invierta en innovación? ¿Y que lo haga en un país y no en otro? ¿Cómo es posible aumentar la inversión en I+D+i sin dedicar una importante suma de recursos públicos?
Los profesores e investigadores de la Universidad de Valladolid (UVa) Félix López Iturriaga y Emilio López Millán proponen un enfoque novedoso: promover la innovación desde un punto de vista estructural, es decir, no a través de medidas financieras como la concesión de subvenciones o la variación de los tipos de interés, sino con acciones no financieras que también son eficaces.
Para determinar qué acciones no financieras -como disponer de una buena seguridad legal o ser un país abierto- tienen mayor capacidad de atraer inversión en I+D+i a un estado, los investigadores han realizado un amplio estudio estadístico. Han conformado una muestra con alrededor de 65 países y han registrado multitud de datos y características de cada estado a lo largo de dos décadas, con el objetivo de extraer qué patrones comunes comparten aquellos países que han incrementado la inversión en innovación en este periodo. Unos patrones que podrían replicarse en otros lugares para fomentar la inversión en I+D+i con un bajo coste tanto para gobiernos como para empresas.
“Trabajamos con las bases de datos de las principales instituciones internacionales, como la OCDE o la ONU, y realizamos un análisis para establecer relaciones estadísticas que nos permitan identificar a los países más innovadores”, explica el catedrático del Departamento de Economía Financiera y Contabilidad de la UVa Félix López Iturriaga.
La clave: la seguridad legal de la innovación
Alemania, Holanda, en el centro de Europa; Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón o Israel; y algunos países asiáticos como Corea del Sur, Taiwán o Singapur son los más innovadores. Y todos ellos comparten la misma característica: una importante protección legal de la innovación.
“Hace 30 o 40 años estos países asiáticos tenían un nivel de vida bastante inferior al actual. ¿Por qué se han desarrollado tanto? Porque han ofrecido garantías legales a los inversores y porque las empresas que realizan actividades de I+D+i ven protegidos sus resultados, es difícil copiarles y pueden explotar sus patentes”, apunta López Iturriaga.
“El mundo está dividido en dos. En países de alta inversión y en países de baja inversión en innovación. Los países de alta inversión tienen unas características comunes, unos determinantes estructurales superiores. El gran descubrimiento de este trabajo es que hay una condición necesaria, pero no suficiente, para que haya inversión en I+D+i, y es esa seguridad legal de la inversión”, detalla Emilio López Millán. Este condicionante tiene mucho que ver con la percepción, con el sentimiento que el inversor tiene sobre la seguridad jurídica de un país, y es posible mejorarlo sin que ello implique un gasto público.
De este modo, para los países que tienen una baja inversión en innovación el primer paso sería, según López Millán, avanzar en esa seguridad legal. “Si tienes esa seguridad, ya entras en el grupo de alta inversión y ese determinante deja de serlo. A partir de aquí el inversor busca otra serie de cuestiones y elige dónde invertir en función de cómo es un país culturalmente, qué infraestructura tiene, qué cualificación tiene el personal investigador, etc.”. “En definitiva, si tienes una cultura abierta, fomentas el intercambio de estudiantes, de profesionales… Esa apertura se traslada a una forma de pensar distinta. Y en todos los países con esas características se invierte más desde las empresas”, agrega.
España, en un nivel intermedio
En este contexto, España se sitúa en un estadío intermedio respecto a la inversión en innovación. “Estamos en un entorno de un cierto nivel, el de Europa occidental. Sin embargo, nos quedamos un poco a la zaga respecto a los países más punteros. Las empresas españolas tienen unos niveles bastante elevados, aplicamos procesos productivos de calidad pero no innovamos, muchas veces aplicamos lo que ya se ha estudiado en otros sitios, replicamos fórmulas que han funcionado en otros países pero no invertimos en nuevos procesos, en definitiva en I+D+i”, concluye López Iturriaga.
La innovación, un tipo de inversión especial
La inversión en innovación tiene tres características que la hacen distinta: el riesgo, la explotación y la dimensión social. En cuanto al riesgo, “la inversión en I+D+i significa que estamos adquiriendo nuevos conocimientos, que estamos realizando nuevos experimentos que pueden fracasar o pueden dar un buen resultado. Eso significa que es un tipo de inversión arriesgada, nada nos garantiza el éxito a diferencia de invertir en una planta, en elementos de transporte o en maquinaria”, recuerda López Iturriaga.
En segundo lugar, la explotación. “El resultado de un proceso de I+D+i normalmente es la adquisición de nuevos conocimientos. Eso queda en las personas que están trabajando en ello, empleados con nuevas capacidades y conocimientos, patentes, marcas registradas, etc., y eso entraña un riesgo para las empresas. Puede haber competidores que copien sus resultados o que sus propios trabajadores se marchen a otra empresa, lo que implica que deben proteger muy bien los resultados de las investigaciones”, explica.
Finalmente, el carácter de bien social. “Las sociedades progresan cuando hay innovación, está claro. Pero si las empresas no tienen incentivo para realizar I+D+i nos encontramos con que la sociedad no progresa. Se produce así una especie de paradoja: todos estamos convencidos de que hay que innovar, pero a veces no tenemos esos incentivos adecuados para realizarla”, explica.
Este contexto que pone sobre la mesa la necesidad de realizar investigaciones como la que están llevando a cabo: verificar los determinantes estructurales que es posible modificar sin coste alguno y que, como se ha comprobado, suponen un aumento real de la inversión en innovación.