El tardígrado u oso de agua es la criatura más resistente y una de las más fascinantes del planeta. Pese a su aspecto, son inofensivos, miden apenas medio milímetro y suelen vivir entre musgos o líquenes.
Esta semana, un grupo de investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (Estados Unidos) ha secuenciado por primera vez el genoma del tardígrado para encontrar algo inédito: "No teníamos ni idea de que un animal pudiera estar compuesto de tanto ADN ajeno", ha declarado hoy Bob Goldstein, del departamento de biología de la universidad y co-autor del trabajo que aparece publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Hasta ahora, el tardígrado era conocido por su enorme resistencia: aunque son acuáticos, pueden pasar décadas sin agua sustituyendo este elemento por un azúcar llamada trehalosa. También puede resistir temperaturas extremas. En 2007, unos investigadores suecos enviaron unos cuantos en la misión Foton M-3 de la Agencia Espacial Europea. ¿El resultado? No sólo sobrevivieron al vacío espacial y a la radiación provocada por los rayos cósmicos, sino que las hembras fueron capaces de poner huevos y engendrar crías.
Ahora sabemos que este ADN ajeno -adquirido de bacterias, hongos o microbios- supone hasta un 16% del material genético del tardígrado. Golstein y su equipo tratan de encontrar ahora la relación entre este hecho y la extremada resiliencia de esta especie. "Los animales que pueden sobrevivir a un estrés extremo pueden ser propensos a adquirir genes ajenos, y los de una bacteria pueden estar mejor adaptados a resistir que los de un animal", añade Thomas Boothby, autor principal del artículo. El proceso es conocido como transferencia genética horizontal.
Piensen que un tardígrado congelado a 80 grados bajo cero durante diez años sólo necesita 20 minutos tras la descongelación para empezar a andar de nuevo. No obstante, desde que aparecieron en la Tierra, hace unos 500 millones de años, estas criaturas han sobrevivido a cinco extinciones masivas.