Unos antiquísimos restos óseos humanos encontrados en Kenia se han revelado como una de las pruebas más evidentes de violencia entre grupos prehistóricos no asentados. Investigadores del Centro Leverhulme de Estudios Evolutivos Humanos (LCHES, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Cambridge, liderados por la antropóloga Marta Mirazón Lahr, han hallado restos parciales de 27 personas, incluyendo al menos ocho mujeres y seis niños, en un paraje a 30 kilómetros al oeste del lago Turkana de Kenia, en un lugar llamado Nataruk.
En un artículo que es portada de la revista Nature esta semana, sus autores sostienen que la masacre de Nataruk es el registro más antiguo de violencia entre grupos prehistóricos de cazadores-recolectores, es decir, no asentados en un territorio y que, además, tradicionalmente se han considerado como no violentos. Este evento se produjo hace entre 9.500 y 10.500 años, en torno al inicio del Holoceno -el periodo geológico en el que vivimos-, justo después de la última Edad de Hielo. Y su importancia radica en que la guerra como tal quizá no esté vinculada necesariamente, como siempre se ha afirmado, a sociedades plenamente asentadas y productivas.
De los restos de cuerpos encontrados, una decena mostraban claros signos de haber sufrido una muerte violenta: graves traumatismos con fracturas en cráneos, pómulos, manos y rodillas, lesiones de flechas en el cuello, e incluso heridas de proyectiles de piedra en el cráneo y tórax de dos de los hombres del grupo.
Asimismo, cuatro de los cuerpos aparecen en una posición que indica que habían sido maniatados, entre ellos el de una mujer en avanzado estado de embarazo. Aparte de los signos de violencia, otro factor proporciona una valiosa pista acerca del origen de esta particular masacre: los cuerpos no fueron enterrados. Esto ya de por sí resulta singular y bastante raro.
"Este dato es importante, ya que demuestra que no existía una población local que fuese a enterrar a los muertos después del ataque sufrido", comenta a EL ESPAÑOL Mirazón, que dirige el Proyecto IN-AFRICA en el que se enmarca este hallazgo. "Pero son los restos humanos de Nataruk los que nos proporcionan las evidencias de una muerte violenta".
Los grupos cazadores-recolectores son aquellos cuya subsistencia no depende de la producción, sino de la explotación de los recursos naturales de un lugar hasta agotarlos. El paraje donde fueron encontrados los restos, cerca de un antiguo lago, pudo haber sido ideal para habitar en la época en la que se produjo la matanza, ya que tenía fácil acceso a agua potable y otros recursos como la pesca. Por tanto, tal vez fuera una zona codiciada por otros grupos humanos. Asimismo, la presencia de cerámica sugiere que los sujetos que habitaban la zona tenían capacidad de almacenar alimentos.
Este descubrimiento, según Mirazón, "demuestra que las condiciones para que exista el conflicto no dependen del sedentarismo y que, en momentos de gran abundancia y alta densidad poblacional, valía la pena pelear por los recursos que un grupo de cazadores tuviese y otro no, fueran estos agua fresca, carne o pescado seco, acceso al mejor sitio de caza, o incluso mujeres y niños; la visión de la guerra se basa en lo que el ser humano valora".
El origen de las guerras
¿Qué consideramos guerra? "Por guerra debemos entender la confrontación de dos bandos", responde Mirazón desde Kenia por correo electrónico. "La definición no difiere de la idea que tenemos en la actualidad, pero sí cambia, como es obvio, la escala. Aplicado a hace 10.000 años entendemos como guerra el conflicto entre dos grupos humanos". Según Antonio Rosas, profesor de investigación del CSIC y director de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, guerra es "el comportamiento agresivo entre grupos diferentes, con resultado de muerte normalmente, y que no se dé de manera ocasional o fortuita entre dos individuos".
Los orígenes de la guerra son controvertidos. La primera prueba arqueológica considerada concluyente de ataques contra asentamientos humanos es un enterramiento nubio cerca de la actual ciudad de Jebel Sahaba en Sudán, un acontecimiento que tuvo lugar hace entre 12.000 y 14.000 años. "Pero varios de esos restos corresponden a eventos violentos diferentes", comenta a EL ESPAÑOL el profesor de Prehistoria y Arqueología de la UNED José Manuel Maíllo Fernández, uno de los firmantes del artículo.
Maíllo subraya que "en Nataruk lo que se ha hallado es un 'campo de batalla' en el que, además, curiosamente no hay restos de individuos de entre 6 y 20 años de edad, excepto los de una joven de unos 12 años". "Obviamente, no sabemos qué les ocurrió, pero está claro que en un grupo humano de estas características tenía que haber miembros de estas edades", comenta este arqueólogo.
Fuera de estas regiones centroafricanas, las primeras guerras tuvieron lugar en otras partes del mundo hace unos 4.000 años.
Según escribió en un artículo en PNAS el antropólogo estadounidense Raymond C. Kelly, la evolución de la violencia letal entre seres humanos abarca varios periodos. En primer lugar, los seres humanos practican una violencia ocasional y se aprovechan de avances tecnológicos como las lanzas. Después, Kelly describe una etapa que denomina de ventaja intrínseca, en la que se produce una evolución de la organización militar y de la tácticas.
Estas épocas se extienden durante cientos de miles de años. Por poner un ejemplo, el uso más antiguo conocido de armas que matan a distancia se ha establecido de forma fiable hace nada menos que 400.000 años, que es la edad de unas lanzas de madera de entre 1,80 y 2,20 metros de longitud, parecidas a las jabalinas modernas, recuperadas de un sitio cerca de la mina de lignito Schöningen, en Alemania.
"El modelo clásico dice que la violencia entre grupos, organizada, por así decirlo, surge con el origen del Neolítico, cuando empieza a haber sociedades sedentarias y, sobre todo, excesos de producción: en ese momento, las sociedades jerarquizan y empiezan a darse comportamientos de guerra, de enfrentamientos organizados", comenta Rosas.
Un hallazgo insólito
En el caso de la masacre de Nataruk, el artículo de Nature describe un enfrentamiento entre dos grupos de cazadores-recolectores que actúan sin piedad y compiten entre sí. "La evidencia empírica de muertes violentas a manos de otros humanos son extremadamente escasas en momentos anteriores y siempre se han dado en individuos, no en grupos como en este yacimiento", apunta Mirazón.
"Nataruk es un yacimiento insólito en este sentido para la Edad de Piedra y nos enseña un evento del comportamiento de estos grupos de cazadores-recolectores en el que murieron de forma violenta hombres, mujeres y niños", afirma la científica, que añade: "A los ojos de nuestra sociedad, cualquier tipo de muerte violenta sigue siendo reprobable y sorprendente, pero llama poderosamente la atención entre grupos de cazadores-recolectores que se consideraban, en la disciplina arqueológica, como no violentos".
"Lo interesante aquí es que se pone de manifiesto que la guerra es un comportamiento anterior al Neolítico", comenta por su parte Rosas, "desplaza el origen de un fenómeno tan humano como es la guerra hacia atrás en el tiempo y resulta ser, al parecer, más antiguo de lo que se pensaba hasta ahora".