La semana pasada, el paleontólogo Israel Sánchez, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, publicó en PLOS ONE el descubrimiento del Xenokeryx amidalae, una nueva especie de rumiante hallado hace dos décadas en el yacimiento de la Retama, Cuenca. Este ancestro de la actual jirafa vivió hace más de 15 millones de años.
Sánchez, como otros muchos paleontólogos, realizó él mismo la ilustración que acompañaba al trabajo científico. La imagen, reproducida en medios nacionales e internacionales, es la única referencia gráfica al aspecto que debía tener este paleomericido. Ocurre lo mismo con muchas especies de dinosaurios, o con especies míticas como el mamut.
La disciplina que nos permite imaginar el aspecto de estas criaturas a partir de apenas unos restos fósiles se denomina paleoilustración. Los ilustradores actuales siguen la estela del artista estadounidense Charles R. Knight (1874-1953), cuyos vívidos cuadros y esculturas de animales prehistóricos dieron forma a cómo imaginamos a estas criaturas en todo el mundo.
De dentro a fuera
Para dibujar un animal que nunca ha sido visto, dice Sánchez, es necesario "construir de dentro a fuera, tienes que montar el esqueleto del animal, reconstruir la musculatura y luego las capas más internas hasta llegar a una representación del animal". Si algo no ha cambiado en los últimos millones de años es que los músculos funcionan de la misma manera: surgen de un sitio y se insertan en otro. Basándose en la anatomía comparada, es factible construir a partir de los huesos la musculatura de un animal extinto. "Mucho más fielmente cuanto más se parezca a uno actual; si tienes representantes vivos más o menos cercanos puedes basarte en su aspecto externo", dice el paleontólogo.
Desde hace décadas, los ilustradores del pasado remoto se han visto obligados a trabajar con los científicos para dotar a sus creaciones de precisión y realismo. "Ya entonces era fundamental que el artista tuviese un conocimiento cabal de los aspectos científicos de la reconstrucción", dice a EL ESPAÑOL el bilbaíno Mauricio Antón, uno de los paleoilustradores más reconocidos del panorama actual. "El gran Charles Knight, por ejemplo, siempre trabajó en estrecha colaboración con los paleontólogos, observando el material de primera mano y estudiando la documentación relevante".
Para paleoartistas como él, dice Antón, acudir a conferencias y leer artículos científicos "no sólo es un requisito profesional, sino que satisface una curiosidad insaciable por el avance de la paleontología".
Los ilustradores no son ajenos a las nuevas herramientas digitales, que permiten visualizar en tres dimensiones cada parte de la anatomía de especies extintas, aunque estas decisiones son personales. "Ahora mismo está evolucionando hacia el arte digital con el uso de 3D y el fotomontaje, aunque yo no uso ninguna de las dos cosas", dice Raúl Martín, paleoartista español cuyo trabajo ha aparecido, entre otros, en Science o National Geographic. "Creo que con ello se está perdiendo el estilo personal del artista ya que el resultado final es muy similar en casi todos los casos", dice el ilustrador, que reconoce apoyarse en la literatura científica para su trabajo artístico.
Dinosaurios con plumas
En los años 90, un grupo de paleontólogos reconoció en unos fósiles de velocirraptor hallados en Liaoning, China, restos de cromatóforos. Esto indicaba la existencia de plumas sobre su piel, algo que contradecía la larga tradición de ver a estos seres con aspecto de lagarto. "Es algo muy excepcional", reconoce Sánchez, "las condiciones de preservación nos permitieron saber cómo eran los colores de las plumas".
Normalmente, lo único que uno puede hacer es fijarse en los parientes contemporáneos de esas especies. Eso hizo el paleontólogo del MNCN con el Xenokeryx amidalae, darle unos colores parecidos a los del okapi. "No puedes coger a un rumiante y pintarlo de verde o rosa, tienes que basarte en patrones que sepas que tienen sus representantes actuales".
¿Y si no hay representantes actuales? "Pues la parte final, el aspecto externo, va un poco a gusto del autor porque no lo puedes saber, es imposible", dice Sánchez.
Algunos descubrimientos científicos, independedientemente de su trascendencia para comprender la historia de la evolución, pueden suponer un auténtico terremoto para la paleoilustración. Por ejemplo, los estudios genéticos aplicados a nuestros ancestros, los homínidos. "Ahora tenemos indicios de que las poblaciones paleolíticas de nuestra propia especie en Europa, conocidos popularmente como cromañones, tenían la piel oscura y los ojos azules", recuerda Antón, "mientras que al menos algunas poblaciones de neandertales eran pelirrojos y de piel clara". Hace unos años, nociones así eran calificadas de especulaciones sin fundamento, pero poco a poco van imponiéndose como evidencia, también para los artistas.
Retos artísticos
Del mismo modo, y como sucede con otros tipos de pintores, cada uno tiene su reto personal. Para Raúl Martín, por ejemplo, las especies extinguidas más complicadas de representar "son, sin duda, los dinosaurios, sobre todo si quieres darle un aspecto realista".
Antón, por otro lado, tiene un reto personal en la reconstrucción de los félidos de dientes de sable. "Es un grupo que me resulta especialmente fascinante, porque combinan la cercanía con los felinos actuales con el misterio y la espectacularidad de sus adaptaciones", afirma.
Durante más de cien años, las reconstrucciones que se hacían de estos Smilodon los representaban como copias de los felinos actuales pero añadiéndoles unos colmillos enormes. El desafío para Antón estuvo en estudiar la evidencia científica "con plena atención al detalle, hasta acercarme lo más posible a la que pudo ser su apariencia real". En esta tarea lleva inmerso más de dos décadas, y varios libros. "Pero mi trabajo en este tema continúa, considero que, en la reconstrucción de la vida del pasado, los resultados son siempre provisionales".