Un sorprendente estudio publicado en PNAS a finales de 2015 por investigadores de la Universidad de Carolina del Norte aseguraba que hasta un 17% del ADN del tardígrado u oso de agua, una especie microscópica famosa por su resiliencia -es capaz de sobrevivir en el espacio, congelado, a 150º de temperatura o durante una década sin agua- procedía de bacterias.
Esto abrió la puerta a especulaciones sobre si esta curiosa especie era capaz de mimetizarse con otros organismos hasta el punto de transferir horizontalmente -es decir, sin descendencia de por medio- su material genético con ellos para adaptarse al medio.
Apenas una semana más tarde, el 30 de noviembre, un grupo de científicos de Oxford expresó sus dudas sobre el extraño ADN del tardígrado, aduciendo una probable contaminación bacteriana. "Era, por supuesto, la explicación inicial más probable para la gran cantidad de ADN ajeno encontrado en nuestro ensamblaje, y buena parte del análisis de nuestro trabajo estaba diseñado específicamente para ocuparse de esta cuestión", replicó entonces Bob Goldstein, uno de los autores del trabajo original.
Sin embargo, un nuevo trabajo aparecido esta semana, también en PNAS, echa definitivamente por tierra la teoría de Goldstein sobre el misterioso tardígrado. Un equipo de la Universidad de Edimburgo ha secuenciado el genoma de la misma especie de tardígrado descubriendo que casi todo el supuesto ADN extraño es, de hecho, contaminación bacteriana.
"Lo que hace varias décadas nos habría llevado varios meses descubrir se convirtió de repente en el objetivo de muchos expertos alrededor del mundo y ha sido prontamente resuelto", explica Mark Baxter, profesor en ciencias biológicas de la institución escocesa. "Esperamos que este trabajo corrija finalmente el registro científico, los tardígrados son animales increíbles, pero estos comentarios sobre su ADN daban un paso demasiado lejos, incluso para sus ocho patas".