Hasta la fecha, nunca habían aparecido fósiles de primates en América Central. Los paleontólogos estaban desconcertados porque, aunque hoy los monos platirrinos, también llamados del Nuevo Mundo, son parte habitual del paisaje en Sudamérica y Norteamérica, se sabía muy poco de dónde procedieron, cómo se expandieron y, sobre todo, cuándo exactamente cruzaron el estrecho pasillo de tierra que llamamos Panamá.
Este istmo surgió de las aguas hace tres o cuatro millones de años, coincidiendo con el llamado Gran Intercambio Biótico Americano, en el que especies del norte cruzaron al sur y viceversa. Sin embargo, los primates seguían sin aparecer y hasta 2009, con las obras para la ampliación del Canal de Panamá, no surgieron las pruebas que delataban la presencia de estos primeros moradores. Fueron siete dientes aislados, de cuya investigación se encargó un equipo liderado por Jonathan Bloch, de la Universidad de Florida. Los resultados aparecen ahora en el último número de Nature.
"Cuando encontramos estos fósiles por primera vez no sabíamos qué pensar de ellos", relata Bloch a EL ESPAÑOL. "¿Cómo podían ser de un mono dado lo que en aquel momento parecía una ley, que no existen monos en América del Norte anteriores al Gran Intercambio Biótico Americano?"
Entonces, una idea vino a su mente para tratar de resolver aquel quebradero de cabeza: ¿Puede que aquellos monos no fueran del Nuevo Mundo sino del Viejo Mundo? "Esto podría tener sentido, dado que las señales biogeográficas del resto de la fauna de mamíferos indica que hay muchas afinidades euroasiáticas, junto al hecho de que, en el Mioceno temprano, los monos del Viejo Mundo estaban saliendo de África en dirección a Asia", apunta Bloch.
El supermono saltarín
Sin embargo, la hipótesis era incorrecta. "Sin ambigüedad, estos son los dientes de un mono de Sudamérica que, de alguna manera, logró hacer lo que ningún otro animal pudo hacer en aquella época: cruzar la vía marítima de Centroamérica hacia la Norteamérica tropical hace 21 millones de años", añade el investigador.
La fauna del Mioceno temprano en lo que hoy es Panamá ha servido durante años como ejemplo clásico para constatar el aislamiento entre los dos continentes hasta la irrupción del istmo hace tres millones y medio de años. Por ejemplo, en el país centroamericano se encontraban animales parecidos a los que había en las grandes llanuras americanas, Texas o Florida: caballos, rinocerontes, camellos, calicoterios o protoceratops.
Sin embargo, no había ni rastro de los monos, notoungulados o perezosos que se estaban desarrollando "en lo que George Gaylord Simpson denominó como el 'espléndido aislamiento' de la 'isla-continente de América del Sur', y esto tenía sentido porque ambos continentes estuvieron separados por una amplia vía marítima durante gran parte del Cenozoico", explica Bloch.
El hallazgo del mono de 21 millones de años ha hecho temblar los cimientos de nuestras teorías de la evolución. Ahora sabemos que hubo traspaso de especies entre el Norte y el Sur, pero una nueva duda emerge más alta que un istmo: ¿Cómo fue posible? Ahora, los científicos buscan seguir atando cabos entre los múltiples factores ecológicos para explicar esta evolución offshore panameña, al margen de las teorías principalmente aceptadas.